10 de diciembre de 2011

Immigrant song



Necesito una tormenta azul, brumosa, terrible,
una fría noche de diciembre
que calle lo que mi boca grita cada vez que te suspiro.
Mis sábanas me enroscan, me sofocan,
mis brazos me envuelven en sueños, queriendo ser tú,
ignoro si desean mi terminación,
o solo elevan mi exhaltación... sueño húmedo embebido
en lágrimas cantantes...
mis monitores hacen sonar algun track de la escuela Reznor,
el ambiente es subjetivo, idílico, enamoradizo,
mis labios te buscan tras cada bocanada de aire,
mis ojos te buscan en cada espejo, esperando encontrarte
a mis espaldas, con tus hermosas manos
esperando el momento oportuno... para clavarse en mi carne
y despertar esas cantidades industriales de hedonismo.
Necesito un oscuro rincón de tierra virgen
donde las opiniones incorrectas son verdades irrefutables,
donde tu figura perfecta sea mi fuente de sonrisas,
y tus palabras tiernas sangren mi pecho,
y podremos beber del cáliz eterno,
que para unos sabe a amor, para otros, a destierro,
pero siempre mostrándonos escenas del multiverso,
aquellas donde el mal es, incluso, un bonito sueño.
Necesito un rincón donde sentir alucinaciones,
pues el iris de tus ojos me persigue como tales,
y sólo en el silencio se disfrutan tanto los males,
aunque no seas uno de ellos...
pero como a ellos he de gozarte.


9 de noviembre de 2011

blackdressing



Piel de sombras,
seda negra
perfumada de feromonas,
viste mi alma,
te lo imploro,
vísteme con tu transtorno
obsesivo, compulsivo,
deseoso de ser amada,
asfixiarme, ser perversa,
piel de sombras,
seda negra,
con jirones de belleza
portan tus ojos algo de vida,
entre mis manos
se desmorona
se vuelve líquida y poderosa,
miel eterna, no hay pureza,
solo sabores y penumbra,
piel de sombras,
seda negra,
torbellinos en tus piernas,
persiguiendo sin clemencia
a esta pobre alma en pena,
cuerpo inerte, ardiente alma,
deseoso de apaciguarla,
cabalgando mares densos,
se aman mi tráquea y tu brazo,
brazo de trapo, brazo oscuro,
piel de sombras, seda negra
que acarician mi yugular
al tiempo que rasgan mi espalda,
esa muerte que tanto anhelo,
el volver a la vida en sueños,
el amarte, quizas en secreto,
el ser tu guardian eterno,
y tú, mi tesoro incierto,
toda la riqueza que deseo,
piel de sombras,
seda negra...


7 de noviembre de 2011

Aero



Volar, dicen los hombres, es propio de las aves,
y de los seres que piensan.
Volar, dicen, es desprender los pies del cielo,
elevar la mente sobre la conciencia,
sentir que existe un todo más allá del todo...

Volar no es mas que un sueño.
Volar es propio de los impacientes
que desean encontrar en el viento
aquello que no encuentran en tierra firme,
Volar es alcanzar estrellas teñidas en ardor,
quemar la piel en ella, cual carne al fogón.
Ser carne de estrellas, comida de estrellas,
degustado por estrellas, consumido por ellas.
Demonios alados persiguen el viaje,
esperando a que algun incauto caiga,
para trasladarlo a la penumbra,
donde las alas son sólo jirones de papel...

Volar es propio de los soñadores,
aquellos que no desean ver dolor en el mundo,
aquellos que quisieran dormir volando,
entre sábanas de lluvia y almohadas de nubes,
volar es de los habitantes del reino de Oneiros,
que hacen el amor con las musas celestiales,
mientras Apolo revoluciona la lira
creando música de eterno descanso,
mientras los pies se regocijan con algodones,
con vino y con estelas de vientos alegres.

Pero volar no es mas que el eterno descender...
El mundo entero vuela, pues el mundo entero cae,
pecadores ardiendo al roce del viento con sus pieles,
sollozando de euforia, enmascarada de dolor,
lágrimas brotando e hirviendo, muriendo al nacer,
un enorme abismo, tan sublime
como el existir, como el vivir al límite.
Volar no es ir al cielo, ni estancarse en el infierno,
es reclamar las sensaciones de la olas en la cara,
exhaltar la adrenalina ante tremenda hazaña,
matar de dolor al alma tanto que en placer renazca,
Volar no es ascender, es precipitarse, ir en picada.
No es extenderse, es agudizarse, afinar el espíritu
y embestir una dimensión física
que puede reclamar la vida.
Volar no es ser libre, no es llorar de alegría,
es el vivir mismo, forjar la aerodinámica de la existencia,
pasar por el infierno mismo antes de librarse de él,
congelar el alma, y sentir por siempre,
temer por siempre,
amar por siempre...

Quiero volar,
y quiero que vueles conmigo.



25 de octubre de 2011

1878



Hace ciento treinta y tres años que sentía tu abrazo.
Ciento treinta y tres de vagar en este mundo tan... humano,
un mundo que me rechazó,
un mundo al que yo pertenecí...

Aún recuerdo cuando tendían la primera telefónica
que partía del castillo de Chapultepec.
Tantos héroes que nacieron de ahí,
hechos para defender nuestra patria,
y ahora el general Díaz quería usar para la guerra
el pilar intrínseco del hombre: la comunicación.
Y ahí estabas, soberbia, pero con esa hermosa
mirada púrpura, sobrenatural...
Fue ayer cuando yo vagaba entre las haciendas,
pidiendo trabajo a cambio de comida,
yo que alguna vez fui un periodista destacado,
víctima de la censura terrible del porfiriato,
y tu, entre los maizales, erguida cual guerrera,
limpiando tus labios de aquello que creía sangre...

Me llevaste a tus aposentos, a tu preciosa sala
adornada de sugerentes maquetas de la era industrial inglesa,
me sugeriste ese precioso habano, para posarlo en mi boca,
y en medio de la humareda, contemplaste mi rostro,
me describiste aquella asombrosa máquina de vapor,
autónoma, que prometía velocidades de 50 kilómetros por hora
para un coche de producción masiva.
Me mostraste un sistema experimental
que podía llevar múltiples conversaciones
en tan solo un par de cobre, en una sola línea telefónica...

Me mostraste tu habitación, con tus copias originales
de Tolouse-Lautrec, de Seurat, de Gauguin,
un borrador del actual Fatata te miti,
tan bizarro como hermoso ante mis ojos...
Me mostraste la espesura de tu cabellera
al quitarte ese molesto intento de cofia...
me mostraste que mi cuerpo, famélico y endeble,
aún era lo suficientemente fuerte para amar,
me mostraste que tu desnudez no es una obra de arte,
que tu carne no es cálida por que estuvieras realmente viva,
que tu piel tornasol es deliciosa al contacto de la noche...
y ese cálido ocaso de septiembre
me tomaste entre tus brazos, te convertiste en mi dueña,
me ordenaste que bebiera de tu cuerpo,
de tu piel, de tus labios, de tu miel, de tu sangre,
al tiempo que tu hacías lo mismo conmigo,
y así lo hice...
y mientras yo te amaba, tu me matabas,
y mientras yo enloquecía, tu me mirabas,
y mientras yo perecía... te regocijabas...
y la oscuridad se convertía en bebida,
y nos embriagábamos sin cesar...

Y esa noche, al hablar pestes de nuestro dictador,
al discutir de las nuevas tendencias de arte,
al cantar bajo las estrellas cánticos paganos,
descubrí la terrible hambre que contagiaste en mi ser...

Cuando amaneció, al siguiente dia, me encontraba en la cárcel.
Decían que devoré ferozmente siete cabezas de ganado,
que hice incisiones en sus yugulares, y que casi devoro sus fluídos...
y yo podía percibir tu aroma,
a mujer, a demonio, a vampiro,
alejándose para siempre de estas tierras corruptas.

Te lloré, sufrí de hambre, sufrí de hastío, tuve mi inicio duro
como todos los de mi especie.
Y ahora, que soy respetado, que soy poderoso,
extraño mi vieja profesión humana,
ser un periodista virtuoso
y ser vetado por ello,
porque como todo ser eterno,
a veces es bueno sentir el desprecio en carne
de alguien que no sea uno mismo.

16 de octubre de 2011

Pensar sobre pensar


Quiero pensar que sé lo que estás pensando.
Quiero pensar que odias que piense que sé lo que piensas.
Yo también he pensado cosas así.
Yo también he pensado cosas así, sobre tí.
Yo también he pensado que este mundo no vale la pena.
Yo también he pensado que la bondad del alma es recompensada con un mal rostro.
Yo también he pensado que dar las gracias es sólo valioso de palabra, pero no de acto.
Yo también he pensado a veces que tu amor no vale gran cosa para mí.
Yo también he pensado que sonreir no me resolverá ni la vida ni mi destino.
Yo también he pensado en abandonarlo todo.
Yo tambien he pensado en resignarme a esta vida que no me complace.
Yo también he pensado en que debería dejarme llevar por las circunstancias.
Yo también he pensado en que los frenos morales no siempre son los adecuados para alcanzar la paz.
Yo también he pensado en que la paz es sólo una palabra.
Yo también he pensado en que la perfección existe, aún cuando no la he palpado.
Yo también he pensado en que los cuentos de hadas existen, y que puedo vivir en uno de ellos.
Yo también he pensado que mi vida no vale nada, ni para mí, ni para otros.
Yo también, a veces, mojo mi almohada por las noches, deseando no volver a llorar jamás...
¿Y que mas da si algo de esto es remotamente cierto?
¿Porque terminar, cuando puedes volver a comenzar?
¿Para qué terminar algo que no ha siquiera empezado?
Pero en el momento en que decidiste tomar mi mano
supuse que querías que te acompañara en tus andanzas.
Quiero pensar... que valgo algo para tí,
al igual que tu vales demasiado para mí. 
Y que todo lo demás son circunstancias.

9 de octubre de 2011

Vestigios piratas




Media noche, el barco ha llegado.
Espero que hayas traído tu abrigo de lana.
En cuanto arribe a puerto, presentaremos papeles
y subiremos a nuestro camarote.
Será un largo viaje, dicen, debido a las aguas densas...
no digas a nadie que a un mes de partir
me sumergiré en el océano atlántico,
y buscaré tesoros británicos
restos de ataques piratas...
y ese extraño anillo que te dará inmortalidad.
No olvides tomar la llave del cuarto
donde guardan el equipo de buceo.
Yo me encargaré del resto.

Sube más tu sombrero, no sea que piensen los guardias
que intentas ocultar tu rostro, o que eres una ladrona.
No, eso es para mí.
Deja que me descubran. Guardaré el anillo en mi boca.
Cuando me descubran, me golpearán, y me exigirán
decir la verdad.
Pero no les dire nada hasta verte, amada mía,
y te entregaré el anillo, para que lo uses.
Sólo no olvides portarlo
hasta llegar a tierra firme, donde no puedan mirarte
ni intentar robártelo.
Prometeme, en este puerto lleno de niebla,
en esta cruda noche de octubre,
que te olvidarás de este horrible cáncer
que ha mermado tus preciados dias.
Prométeme que llegando a la India
me olvidarás, que no te preocuparás
por lo que me pudiera pasar.
Tendrán que liberarme tarde o temprano, te lo garantizo.
Y cuando yo sea libre
me dedicaré a contemplar tu arte,
y a mirar las estrellas intentando dibujar en ellas
tu rostro, que hoy es pálido y débil,
y pronto será lozano y colorido,
como esas hermosas pinturas
que nacieron de tu alma, mientras compartías
tu vida conmigo...
y cuando sea el momento, cuando estés curada,
te quitarás el anillo,
y lo volverás a arrojar al mar,
justo donde lo encontramos,
para darle vida a un soñador más,
y así permitir que cumpla su objetivo,
y que deje su huella en el mundo.

1 de octubre de 2011

Termíname



No vivo más, no en mi carne,
no en la lágrima de sabor añejo,
no en la densidad de esta niebla tierna
que alguna vez en mis mejillas se divirtió.
No, hoy no queda más calor bajo esta carne
que alguna vez ardió como hierro forjado,
en la que la pasión alguna vez posó.

En tus alas de muerte
encontré un exquisito alivio,
al fin pude cerrar los ojos
y mirar más allá del infinito.

Te entrego mis despojos, mi ser entero, 
mi única posesión que pudiera valer algo, 
renacen tus plumas de exquisito tacto,
renace el fulgor de tus ojos pardos, 
dame la vida al ser devorado
por el encanto de tus labios tiernos, 
que es mi anhelo por tí ser bebido,
y perecer tranquilo en tu regazo.

En tus alas de muerte
encontré un exquisito alivio,
al fin pude cerrar los ojos
y mirar más allá del infinito...

3 de septiembre de 2011

The flesh of a fallen angel






Quiero comerte la carne  debajo de tu carne.

Siento tanto deseo de embriagarme del aroma de tu cuello, contaminar mi perfume con el tuyo, sentir que me consumes poco a poco, al tiempo que yo me alimento de tu belleza, un intercambio de energías tan delicioso, tan seductor… tan erótico… tan saludable… tan tierno, que no hay lugar a la tregua.

Tengo tantos deseos de borrar todo dolor de tu espalda, absorberlos con mis labios, sentir cómo empiezan a arder mientras tu piel se hace más adictiva, más tersa… sentir tus delicados senos con mi mano derecha, mientras la izquierda se dedica a bailar por tu vientre, tus caderas, tu pierna y luego tu entrepierna, recorriendo ese delicioso camino una y otra vez, al revés y al derecho, sin que encuentres un momento de tranquilidad… deseo que sientas éxtasis, la sensualidad que sólo una mujer puede conocer en sí misma, usando mis manos como un instrumento… 

Quiero comer al unísono los labios de tu vagina y de tu boca, comparar ambos elíxires, deleitarme de ellos, beber sin cesar… beber sin parar… como si no hubiera otra cosa en el mundo que saciara mi sed, porque la única sed que tengo es de ti… quiero decidirme por sólo uno de esos brebajes, sólo uno, pues moriré eternamente en tus brazos si bebo un solo instante más de ambos… mi corazón estalla, tan sólo desea más… mis ojos buscan los tuyos, pero mi lengua busca tu calor más íntimo…

Quiero penetrarte, suavemente, sin desespero, no hay nada de que desesperarse… quiero sentirme dentro de ti, que me sientas dentro de ti, aguantando la respiración con sutileza… quiero sentir tus manos amoldando sus uñas y sus yemas en mi pecho y en mi espalda, preparándose para desgarrar toda la carne que puedan tomar de mí… quiero que no te preocupes en lastimarme, quiero que desesperes y enloquezcas cuanto sea necesario esta noche…

… porque esta noche soy solo tuyo, soy tu objeto de deseo, soy tu sumiso, quiero que me tomes, me humilles bajo el poderío de tu cuerpo, mientras mis ojos empiecen a revelar disgusto y sentimiento de revolución, y los tuyos, tan marrones y tan tiernos, me ordenan que siga, que obedezca, que me entregue… que coma de tí cada vez que tu comas de mí…


28 de agosto de 2011

Alimenta



Siento, absorto, la maldad oculta en tu ser.
Siento lujuria que enajena mis sentidos mortales,
que eleva mi raciocinio a niveles inimaginables.
Fuerza sobrehumana, percepciones dispersas,
la gotadora esencia de tu transpiración,
tan sucia, tan suave, tan femenina, 
el lenguaje de tus ojos al tocar mi espiritu, 
nuestras respiraciones entretejiéndose
en este telar, tu pintas el rojo y el dorado,
y yo el blanco y el negro,
la tela de el erótico vestido que viste esta noche, 
el whiskey acariciando nuestros labios, 
mi nariz fría descifrando tu espalda, 
se niega a bajar tan rápido, 
me niego a apresurar el saborearte, 
pues tan sólo bastarían tres eternidades... 
mientras tu voz mágica me cuenta en susurros
los secretos que no serán jamás descifrados.
No mires mis ojos con tu alma de dulzura, 
o me llevarás tan alto, tan alto,
que tendré que llevarte conmigo
donde el dolor no es más un pretexto. 



Para N.L. 

14 de agosto de 2011

Lágrima diamante



Hoy, la luna está retrasada.
Tiene miedo a ser tan blanca.
Tiene miedo a que los hombres lobo
se inspiren en su figura.
Quiere ser, por siempre, nueva,
que las olas sean pacíficas,
al igual que los hombres tristes
que por ella son poetas.

Miro atento,
con deseo,
con anhelo en este monte oscuro,
mis plegarias 
a tus haces
em mi rostro son lágrimas,
gotas finas,
diamantadas,
joya vasta de tus deseos...

El abismo entre el deseo
y la magna recompensa,
es cuestión de hipocresía
cuando miras las estrellas.
Vuela alto y toma todas,
roba toda su hermosura,
que tal vez no sean tan frías
como la femenina luna...

Siento ardiente
tus pupilas
suave rojo en las mias,
dejame tomar tu mano,
dejame sentir tu fuerza,
el vigor de la mentira,
seducción de luna llena

10 de agosto de 2011


Despierta, súbitamente, como si algo importante estuviera por acontecer ese sábado. No lleva calcetas ni medias, así que lo primero que hace su pie desnudo al buscar su sandalia es tocar el frío del piso marmolado, casi tan frío como metálico.

Se repasa su larga cabellera castaña oscura con sus manos, tratando de arreglar su entropía, producto de sueños infames, de sueños rotos, tan hermosos y tan bizarros como sólo una mujer joven puede tenerlos. Sus manos, firmes pero delgadas, buscan entonces esos delgados y pequeños anteojos que acabarán por tapar la hermosura de unos ojos tan claros como el fuego del infierno, y tan cautivadores como éste. Se incorpora, y una vez en pie, un pequeño ajuste a su playera de dormir la prepara para ir en busca del sagrado café matutino.

Camina lentamente, pero no con pereza, más bien con paciencia, pues sabe que todo lo malo del mundo puede ocurrirle precisamente hoy, pero también sabe que la vida no está para vivir con temor, hay que enfrentar lo que sea, en el momento que sea. La vida es una guerra, y no importa cuán rápido te muevas, mientras ella se sienta determinada a ganar.

El agua hirviendo. Abre una gaveta para sacar una taza, y brinca un libro que llevaba escondido ahí tres días. Algún título tan históricamente relacionado, como Porqué perdí la guerra (una genial narrativa de los últimos momentos de Hitler), o La hora 25 (la otra cara de la moneda, la del proletariado oprimido). Un bonito libro de pasta dura de esos que a poca gente le apasiona, excepto a nuestra protagonista. Toma el libro con una mano, pues sabe que es momento de continuar leyendo, y con el otro toma la taza más negra  que se encuentra. Sabe que en una mañana fría es delicioso ver cómo la espuma se clarifica y dibuja formas en la superficie del café... fantasmas mutilados, rostros con pesares humanos, dragones guapos, emoticones aburridos pero de uso obligatorio,  cuchillos clavándose en la carne... cosas tan caprichosas, tan insalubres...

Pero al momento de beber el primer sorbo, la calma llega a su bronceada piel: el color se recompone, una sonrisa sincera se dibuja en ella. El sabor invoca en ella recuerdos aprisionantes que sabe que no deben volver, lágrimas provocadas por los errores del pasado, la oscuridad invadiendo sus sentidos... siente dolor, pero sabe que no puede sentirlo igual que otras personas, sabe que la mayoría de las veces es necesario transformarlo, hacerlo digerible. Y en ese momento, su mente volátil se convierte en hedonista. Al final, el placer es el único remedio ante la pesadez del alma y del ser. Sigue bebiendo, entonces, como si su vida pendiera de ese sabor tan delicioso... pero sabe que no bastará. ¿Sexo? ¿Drogas blandas? ¿Ejercicio? ¿Embriagarse en una lectura? ¿Bailar diabólicamente con algún disco de 69 Eyes, o exaltar su feminidad con alguno otro de Depeche Mode? Sólo ella lo sabe. Pero esa tarde solitaria debe ser bien aprovechada. Porque la soledad también es un momento tan íntimo, tanto como lo es estar con su amante favorito, como lo es irse de copas con sus amigas feas (seguramente muy feas en comparación a ella misma), como lo es enamorarse de alguien imposible, como lo es confesar su fetiche más oculto.

En la mesa ve un pequeño alfiler. Lo toma, y empieza a jugar con él en su brazo. Se pincha con él. no pretendía herirse. Sin embargo, la creciente gotita de sangre le empieza a llamar la atención. La mira, atenta, se pierde en su rojo amarillento. Ya puede sentir su aroma, distinguirlo sobre el de la infusión. Duda acercarse, duda contemplar ese precioso elíxir que de ella misma nace. No puede nadie atreverse a llamarle narcisismo, porque ese ser interior que en su sangre se expone es otro ser, totalmente distinto al que ella contempla en el espejo cada vez que se desmaquilla para visitar a Oneiros.

No. Se trata de otra naturaleza. Una naturaleza prohibida, más allá del bien y del mal. Una naturaleza a la cual yo mismo, quien describe, siente un sometimiento terrible, una obsesión enfermiza por probar la exquisitez de esa vibra roja, una exquisitez a la cual el mundo material me restringe...

Pero a ella no la restringe.

Finalmente, se atreve a posar esa sustancia en su lengua. Sus ojos se cierran, su corazón late más rápido, pero también más preciso. una sonrisa maléfica se dibuja ahora. Tierna, pero maléfica.

Y yo, en mis sueños, le digo: Nunca es suficiente. 



Para Jenny.
Cualquier concepto alejado de la realidad debería usted aclarármelo. 

4 de agosto de 2011

Conciencia hecha ser

Abriste la puerta de la libertad,
la luz escapa,
no quiere estar cerca
de los seres que aman,
no quiere estar cerca de mí,
y este calabozo enfermizo,
tan frio como el alma que me presumiste,
se dedica pretenciosamente
a matarme un infinito
numero de veces.
No puedo,
no puedo perecer
tantas veces
ante todos estos castigos,
tu indiferencia,
este terrible sentimiento oscuro,
y mi eterna cárcel que comprime
mi cuerpo,
bondage perfecto,
donde el color de la sangre
es un elemento prohibido
en la decoración tan soberbia
de tu palacio de oscuridad.
Me concedes libertad,
y lo único que consigo
es que el poco calor que queda
se vaya, lejos de mi,
a perderse en el ocaso,
mientras miro tu sonrisa
al percatarte que mi ser
no es mas que jirones,
inertes, expuestos,
presos de la devoción
que alguna vez te profesé.

2 de agosto de 2011

Sobre la entrega



Puedo sentir.
Aún están ahi. ¿Los sientes?
Son los poetas, que buscan entregarse.
Al amor, a la desdicha, al descaro y al desdén.
Podría decir que son los siete Eternos de Neil Gaiman,
aquellos entes a los que se entregan los poetas.
Como si fueran las amantes perfectas.
Qué afán de sentir destruir y ser destruido de todo aquel
que se hace llamar poeta.
Que afán el mío de, alguna vez, quererme también autonombrar así.
Puedo escribir mucho,
sobre mis sentimientos, sobre los de los que me rodean,
sobre la rabia, la ira.
Y todo eso que se plasma en un caracter sin significado,
todas aquellas palabras formadas por cadenas discretas de bits,
de corrimientos de tinta sobre un papel,
todos no hacen mas que simbolizar
el sentimiento último del ser humano:
la entrega.
Cada poesía, hasta la más absurda,
posee algo de entrega.
Quiero, incluso, entregarme a tí,
con este texto que en realidad no trata de nada.
Quiero sentir que muero, que amo, que lastimo y soy lastimado.
Quiero sentir que me acompañas y me imitas en todas esas sensaciones,
enclaustradas en un cuerpo, en un grito, en una idea, una perversión.
Este texto parece discurso para comercial de whiskey,
podrías leerlo con esa misma entrega
con la que te lo presentan en televisión.
Pero abre los ojos, lector, y dime
realmente qué es eso
a lo que te estás entregando.
A qué le cedes tu ser... o a quién.
Yo me entrego a tí, quien me lees,
si es que me lees,
si es que te animaste a leer hasta el final,
pues gracias a tí una poesía es una poesía,
aunque el poeta no sea un poeta,
aunque el poema no tenga temática,
ni fin aparente.

25 de julio de 2011



Después de andar muchos pasajes oscuros
he decidido dar una larga caminata
en ese que le llaman... el camino de la luz. 
Sentí tu mano todo este camino,
sentí cómo tu sonrisa suspiraba,
tergiversando la realidad que siempre he conocido, 
enmarañando con tus caricias mi cabello,
susurrando que lo mejor estaba aún por ocurrir...

Y ví hermosos paisajes, la bruma del mar,
acantilados que por primera vez no me invitaban
a lacerar mi cuerpo y morir en sus fauces,
pude ver el sol directamente, 
sin arder en sus llamas como en mis vidas pasadas.
Perdí el miedo, a tu lado, a ser tocado por estos haces
de realidad profanada por mi sola presencia.

Y cuando estaba listo, tomaste mi rostro,
lo dirigiste hacia el tuyo,
invitándome a que ocurriera
eso que siempre ocurre en los cuentos de hadas,
a mirarte tiernamente
y darnos el statu quo de nuestras sensaciones,
a sentir el aroma de tu cabello
entintado en flores muertas y brillos lúcidos,
a escuchar la vibración de tus palabras
más dulces, más eternas, más hermosas
que la más fina de las mieles egipcias... 

Ahora que he hecho eso,
todo eso y más, en este mundo de luz hermosa,
no me siento digno de quedarme,
pues yo pertenezco a otras tierras,
soy extranjero en esta tierra maldita,
y soy extranjero en mi propia tierra,
las garras de la desdicha me persiguen
justo ahora que no quiero ceder,
y aún me pregunto, ingenuamente,
si estás dispuesta, alma de bien
a interceder por mi en este valle de luces sofocantes... 

18 de julio de 2011

Dein blut, mein heil



Llega la noche, como siempre, aletargada
bajo los efectos sedativos del Sol.
El ocaso reflejado en esta laguna dulce
luce perfecto al teñir tu cabello.
Las bugambilias, desprendiendo su deliciosa fragancia,
combinan sistemáticamente con la fragancia tuya.
Y ahora, preciosa dama, que lees los poemas
descritos en el firmamento, famélico de sueños
y de extravagancias terrestres,
es cuando más encantado quedo de tí.
Tus dedos, bailando, acariciando al viento
como si fuera mascota moribunda,
tus dedos trazan muerte en mi pecho,
en mi rostro,
en mi espíritu.
Percátate, silueta moldeada en poesía,
que cada segundo que permanezco iluminado
por la refracción de la luz reveladora en tu piel,
debo otro segundo más a la Muerte,
y me cobrará caro el permitirme
estar contigo, así, tan... cerca.
Y ahora,que debo partir,
hacia donde los sueños y las realidades convergen,
donde ser un alma maldita es el menor de los pecados,
donde desearle el bien a alguien como tú es motivo de castigo,
te pido el tesoro más preciado que te puedo pedir,
lo más íntimo que puedes dar de tu ser,
para atesorarlo eternamente
en lo más oscuro de mi corazón.
Tomaré tu dedo, tan suave y curioso,
y lo pincharé con esta daga sagrada.
No me atreveré a corromper esa bebida
ni con mi saliva ni con mis labios
bebiendo de ella, aunque
se que su sabor, su sensación en el paladar
sería la más deliciosa que jamás haya probado.
No, en vez de eso,
la depositaré en este medallón,
cerca de esta orgánica caja de ritmos,
donde pueda sentirla
cada vez que ande mi camino.
Y cuando sienta que esté a punto de partir,
podré abrirla, y beberla,
para hacer ese amargo sentimiento
la más dulce de las despedidas...
una despedida con una sonrisa
y sabor a tí.



12 de julio de 2011

No mereces



Hace poco me miraste a los ojos. 
Y cuando eso pasó,
me desvanecí por un momento... 
para pedirle a la Luna
que te robara un poco, 
solo un poco
de toda esa alegría
y esa hermosura,
pues a veces creo que
simplemente, 
no mereces tanta. 

Hace poco fue, mi dama melancólica, 
que me regalaste una bocanada
de tu aliento,
reflejo de una energía
que no parece marchitarse. 
Me desvanecí, para pedirle a la Naturaleza
que te arrebatara
un poco de esa energía tan sublime,
pues a veces creo que,
simplemente, 
no mereces tanta. 

Hace poco aspiré
de tu aroma tan trágico,
tan mortal, y tan delicioso
de naturaleza muerta.
Frutos cosechados, flores cortadas,
es vida aniquilada, al final de cuentas,
vida que aniquila tu ser,
vida que te da más vida. 
Me desvanecí, para pedirle a la Muerte
que te arrebatara
un poco de esa vida impetuosa,
pues a veces creo que, 
simplemente, 
no mereces tanta. 

Hace poco sentí
el ardor de tus palabras, 
tu voz tan preciosa, tan aniquilante,
no importaba si lo que decian
era alegría o llamas hirientes,
pues igual me dolían,
las sentía muy profundo
en mi cabeza, en mi corazón. 
Y entonces retorné al mundo real, 
recordé mis plegarias
a la Luna, a la Muerte, a la Naturaleza, 
y me arrepentí de ellas
con toda mi alma.
Todo lo contrario, ahora deseaba
que esas virtudes, tan tuyas,
emanaran de tí de manera inagotable, 
para poder maravillarme
eternamente de ellas.
Pues a veces creo que,
simplemente, 
el misterio te pertenece. 

Para N.L.

Helado de guanábana

Ha salido de la paletería con un helado de... sí, es correcto, ávido lector. Las deliciosas semillas negras entremezcladas entre la cristalizada solución verde hacían magia en sus papilas gustativas... a la vez que la suave luz grisácea del ambiente húmedo y lluvioso de la calle hacía maravillas en las pupilas de sus ojos café silencioso...

Se atrevió a quitarse el gorro del jersey para sentir la lluvia en su cabello, mientras ésta también se mezclaba con su helado, suavizando su dulzura. Las calles solitarias invitaban a nuestra joven protagonista de cabellos dorados a cantar, a bailar, como en un cuento de hadas. Después de todo, ¿que no iba perfecto ese magistral sábado por la tarde? Nada podía mejorar ese delicioso momento.

Bajó la calle, pues, cantando Bad Reputation, y en lugar de entrar a su pórtico, se dirigió directo al sótano, por la entrada trasera. Cuidó que la vecina no anduviera jugando con los perros o regando los claveles, y abrió sigilosamente el candado. Era hora de divertirse un poco. Entró bajando las escaleras de madera, un paso a la vez.

No quería despertar a los huéspedes...

Se quitó el jersey. Debo admitir que, como relator de este cuento, sé que la silueta de la chica era desesperadamente seductora. A un adolescente le habría encantado observar sus senos. Yo me quedo con lo que vi, con su espalda, tan bien torneada, tan blanca de inicio a fin... tan lisa, y práctica, para lavar rápidamente los accidentes de sus juegos.

Tomó el matamoscas y azotó a los dos huéspedes en la mejilla, literalmente. Ellos, sudando, nerviosos, despertaron abruptamente de su sueño, intentando vociferar a través de sus bozales, intentando liberarse de las cadenas que los ataban a sus cruces de San Andrés.

Tomó lo que quedaba de su helado, aún la mitad, y lo dividió en dos. Los hizo unas jugosas bolitas de hielo saborizado, los puso en sus manos, y las restregó en los pechos de los dos tipos, que estaban uno al lado del otro. El ambiente de cloaca en el que se mantenían presos se endulzaba groseramente con el aroma de la guanábana. Ella, excitada, por turnos, frotaba su cuerpo contra el pegajoso cuerpo de los sujetos, aumentando el deseo. Ellos, aunque aterrorizados, acrecentaban su erección tímidamente. Pues ella era deliciosa, y el sadismo en una mujer es atractivo, por muy mortífero que sea. Siempre lo es. Ley de vida, creo que se dice así.

Cuando ella ya estaba suficientemente excitada, cerró la puerta trasera del sótano por dentro, y abrió la que da a la casa. Fue a la cocina, y de regreso traía una bolsa con picahielos, azadones para salchicha, y cuchillos de distintos tamaños, además de una cajita de condones, y bolsas de basura, trapos limpios, una cinta adhesiva para reparar plomería y unos limones ya cortados.

Luego desperté de mi sueño. No recuerdo el resto, pero estoy seguro que esa mirada, tan sedienta y tan firme, denotaban pasiones febrilmente prohibidas por la sociedad. Invito al lector que imagine cómo terminó la historia de la chica del helado de guanábana.

26 de junio de 2011

Una enferma canción de amor



Bailo a tu ritmo, cadaver en decadencia, 
miro ansioso la pornografía de tu demencia, 
huelo pervertidamente el azufre pestilente
cuando tus pupilas necrosas atraen mi ser... 
Pero no estás muerta, sólo lo pretendes,
aunque tu horrible magia sea tan eficiente
y tus intenciones laceren mi inconsciente
eres hueso, carne, y fuente de placer...

Padezco de insomnio,
cobijado en este velo 
aterciopelado...
es un sueño hermoso
cada vez que mueres 
entre mis brazos.

Contagiandome de la mentira de tu cuerpo,
deseo más fuerte que whiskey de aniversario,
alucinaciones vivas, te violo y me violas
mientras en mi oído susurras miel...
Probablemente perezcamos muy juntos, 
tu por despreciable y yo por mártir fiel,
en el infierno seremos adorados, 
no hay mejor pecado que el nacido del placer!


Padezco de insomnio,
cobijado en este velo 
aterciopelado...
es un sueño hermoso
cada vez que mueres 
entre mis brazos...


En la imagen: Mila Kunis, en una escena de Black Swan

20 de junio de 2011

Forjando un alma

El hierro ya está candente.

He pasado largo tiempo frente a este fogón, pintando de rojo este azadón ante el fuego. Está listo para acercarse a tí... a forjar en tí todo aquello que deseo de un alma, de una mujer, de un cuerpo y de un suspiro. Hecha a mi gusto, al compás y temperatura de este instrumento maldito, con el que tanto me he herido...  barata analogía de un alma y un corazón rotos, seguro piensas. Pero ya verás cuando la ardiente punta toque tu mejilla, verás cuando el humo de la carne quemándose empañe tus ojos...

Acércate, criatura. quiero contemplar ese bonito rostro, antes que le haga sonreir de más. Tengo también alcayatas, un martillo y un cincel, para pulir las asperezas que me encuentre mientras acaricio tu frente y destrenzo tus dorados cabellos...

Eso. Siente este poderoso azadón, lleno de la energía de mi pasión y de mi furia, siendo clavado en tu cráneo, una y mil veces, hasta conseguir la forma que deseo...

... y mientras el instrumento penetra el ectoplasma de tu ser, tu sonríes... pues sabes que no podré hacerte daño... quizá jamás. Esa sonrisa era justo lo que quería dibujar en tu rostro... tu rostro de malicia encantadora. Mi cuerpo siente el frío de tu ser, al igual que el azadón. Cierro los ojos, siento esa caricia tuya, tan fantasmal... y siento como mi ser se pierde por ella.

Puedo ser un herrero de una y mil almas, pero es la tuya la única que jamás podré siquiera ablandar. Ni es mi voluntad hacerlo. Despierta en mi esa inspiración para hacer arte, mi princesa volátil, como lo has hecho hasta ahora. Pues sigues atormentando mi corazón, y de la desgracia es de donde proviene el arte más puro.

Para tí cada herraje, cada unión, cada fundición enblandecida, cada escudo de sabiduría y fortaleza. Cada candelabro cuyas sombras provocan pesadillas en los temerosos, cada daga que le da valor a los asaltantes nocturnos, cada espada que defiende del mal al indefenso en este reino olvidado... y el molde de la corona que quizá algún dia portarás...

No necesito forjarte. Ya eres esa pieza única y perfecta en la que tanto soñé.








Uno está enamorado cuando se da cuenta de que otra persona es única. Jorge Luis Borges

11 de junio de 2011

Mar dulce

No llames a mi puerta hoy.
Estoy escribiendo, estoy ocupado.
Estoy ocupado tratando de escribirte un poema.
Un poema que exhalte tu belleza,
que eleve a los ojos de los dioses
todo aquello que amo de tí.

No abras esa puerta,
no contamines con tu preciosa prescencia
este vil intento de literatura profana.
No engalanes mis ojos con tus ojos,
no endulces la delicia de este aroma a flores marchitas
con el aroma de tu cabello agitando la habitación.

No te acerques, te lo imploro,
no te acerques, no roces tu piel con la mía,
no borres de mi mente mis deseos perversos,
no los conviertas en sentimientos puros,
no me hagas proferirlos hacia tí,
sentir que en carne y alma te necesito.

No me mires a los ojos, silenciosos,
no exprimas cada gota de mi vida,
esta pluma ha dejado de escribirte,
pues mis dedos solo quieren tocar tu rostro
mientras lo acerco al mio, encarando
aquella energía febril que me sofoca.

No me beses, por favor, no me beses,
no me des de tu sabor el tibio suspiro
que me hace languidecer frente a tu porte,
no quemes mis mejillas con la suavidad de tu pelo,
pues no puedo hacer poesía sobre hermosura
si la hermosura misma me embriaga en su locura.

No me tomes, ahora no, elíxir benigno,
no me hagas beber de tu piel llena de vida,
pues deseo sumergirme entre tus aguas,
pero se que en esos mares no hay dolores,
rabiosos mares de agua dulce y lágrimas tersas...
si lloro en ti, mi poesía toda estará muerta.

29 de mayo de 2011

Una de tantos poemas inspirados en una imagen fantástica..


Poesia, tatuado tiene tu cuello

Poesia para que me alimente de ella, y la recite

Como si tuviera que devolversela al mundo

Poesia para ser ultrajada en un cafe parisino a media noche, antes de que los amantes hagan lo suyo bajo el velo nocturno

Poesia para ser honrada directamente bajo la luz de la luna, o bajo la luz de tus ojos, igual de hermosos
cada letra exprimiendo mi ser, cada letra a su manera

Mi sangre bailando al ritmo de tu corazon, como si fuera tu musculo quien tira y bombea de ella,

La humedad de mis labios pidiendo un poco de ese sabor tan tuyo, antes que el viento se lo lleve para siempre

Poesia brincando en tus vertebras todas, invitandome a perseguirlas, como si fuera un minino, como si fuera una feroz bestia buscando la manera de salir de su encierro, tan humano, tan atroz...

Y justo cuando tu boca empieza a proferir palabras, a revelarme ese odio febril que me profieres... la poesía desaparece de tu nuca,

Para impactar mis oídos, con hermosura, y con desdén.


Para N.L.

26 de mayo de 2011

Necrante

¿Que hace el? ¿Que hace ella?
Amándose en carne más allá del bosque maldito,
odiando sus almas más allá del infierno de azufre y whiskey.
La luna los mira con envidia.
El demonio hace jirones y cenizas sus cabellos blancos...

Luna y Demonio envidian al hombre y la mujer.
Piden permiso al aire para amar,
y piden perdon a su dios para yacer juntos.
Luna y Demonio no tienen amantes,
y se miran a los ojos... Ella quema con su luz
la piel del capricornio. El gime de placer
ante semejante muestra de poder...

Luna y Demonio crean, de la pasión de la venganza
y de la unión de fuerzas eléctricas,
una criatura, que se encargaría de hacer infelices
al hombre y a la mujer...
una hermosa criatura
con fuego en los ojos y hielo en la piel.

Necrante creció, alimentado
de la ira de sus padres y la comida de sus enemigos.
Creció cultivado en la magia de la Luna
y la astucia del Demonio...
pero tambien, en la sensibilidad de los hombres.

¿Que hace el? ¿Que hace ella?
Preguntose cuando los miró,
frotando sus pieles y lanzando cánticos de calor,
preguntose cuando se acercó,
percibiendo el aroma del caos
y de algo que los hombres llaman amor.

Necrante se acercó, y embrujó a los dos amantes.
Tomó al hombre, lo hizo suyo encima de la hojarasca.
Tomó a la mujer, y la hizo suya, escondidos de la luz nocturna.
Miró sus ojos, estáticos, intentando sentir
eso que sentían los hombres
cuando se... amaban.
Pero ellos se pertenecían, al menos mientras
el clima cediera y sus aromas los atontaran.
Él sentía esa energía, pero no podia asimilarla.
Pues no era capaz de sentir como los hombres.
Solo recelo, desespero, odio y tentación.

(Tan lejos de sus padres, oh, criatura sin igual...
Pero sólo de hombres malos te podrás alimentar )

Bebió de sus fluídos, de su sangre, de su vida,
los dejo tirados en su recinto, ambos cuerpos
compartiendo el calor que les quedaba,
cantando cánticos de calor mientras aún respiraban.

Necrante, criatura negra y sucia,
no limpiarás jamás tu alma
con la purga de almas puras...
busca ese tesoro
al cual los hombres llaman amor
entre la podredumbre humana,
busca entre los violadores, asesinos,
traidores y estafadores,
busca entre aquellos que mienten,
los que desean y corrompen
más allá de la voluntad ajena,
pues entre los amantes verdaderos
jamás hallarás ese tesoro que buscas
en cantidad suficiente
para hacerte morir en paz...


Beso a beso, caricia a caricia
fuiste deslizandote entre la piel
de la dama, y llegando hasta
su ombligo, paso a paso lentamente
en una pausa instantánea, miraste
sus ojos, al darte cuenta de lo
que veían, continuaste tu recorrido
aún mas abajo y al llegar a tu
objetivo bebiste de tan pura
y mágica bebida, una y otra 
vez, sin quererte detener, 
bebiendo y solo bebiendo,
mientras tus manos seguian
acariciando la piel de aquella
dama, con suaves besos entre
sus piernas tus labios
pronunciaban las palabras,
y pasando mas arriba de su ombligo
las palabras que pronunciaban tus labios
ahora eran te quiero,
terminaban en un te amo
en el oido de ella...

Escrito por N.L.

14 de mayo de 2011

Una frase

Al grano:


Los fluídos corporales, y sobre todo los de índole sexual, son como los mariscos: son deliciosos en tanto estén frescos.


Lo dije yo.

25 de abril de 2011

Escarlata

Miro, al cielo, miro tus ojos.
No es justo, a veces me digo,
pensar siquiera en que me acompañes
a este mundo, donde ya no hay
sombras que te protejan...
sólo furia y sangre, teñidas de escarlata,
sangre hermosa que puede aliviar
cualquier dolor, cualquiera,
a cambio
de restituirla, por la tuya,
cada gota por una de tus arterias.

En este mundo, teñido en caos,
donde el morir y el vivir es natural,
donde ríos hermosos de plasma
guían hasta el corazón de la pasión,
el corazón que nunca muere,
el que es más grande que el amor...
en este mundo yace mi alma,
navegando con todas mis fuerzas,
pues ese corazón es mi destino,
pero el río sopla, sopla contra mí...
y no importa cuantas veces coma
de ese fruto tan nutritivo,
mi hambre tan sólo crece,
mi alma perece sin consuelo,
pues parece que en ese gran fruto
tu reflejo dice que estás ahí...
a veces es tu carne, a veces es tu arte,
a veces son sólo terribles ganas de odiarte,
pero nunca, nunca, nunca es suficiente...


Tu anhelas el azul frío, yo cazo el rojo ardiente.
Yo quiero andar mil veces en el camino de fuego,
pero temo mucho que no puedas acompañarme...
pues no hay retorno, te aseguro,
estas aguas son adictivas,
no podrás alejarte de ellas, ni con tu luz ni con tu fuerza,
y temo mucho que te canses zurcando contra marea...

No quiero que manches tus alas blancas
del rojo de mis batallas...
son de rojo indeleble, y aunque podrás seguir volando
aún muy alto, sentirás verguenza.

20 de abril de 2011

Súplicas a mi Amante



Llevo dias vagando en este desierto de luz, 
en busca de tus preciosos ojos marchitos,
pues de tus sombras me siento tan ausente...
pues de tus uñas deseo sentir el filo...

Necesito sentir tu caricia en mi mejilla,
absorbiendo la última gota de mi vida, 
Necesito sentir el aroma de tu sexo
reclamando degustar de mi semilla,
antes que tu hoz tome mi cuello
y como mantis inmole mi sonrisa...

Mi amada Muerte, te siento tan lejos...
para tí, este intento de poesía.

Imagen de Togusa

13 de abril de 2011

Reines Blut



Volaba, buscando sueños en el reino de Oneiros, sueños que robar
para entregártelos como tributo... tributo a algo que alguna vez
ví en tus ojos...

y mientras viajamos zurcando las hermosas sábanas de seda negras
de esta tierra infernal, donde todo placer es veneno,
me miras a los ojos, buscando venganza por un crimen
que francamente ya no recuerdo si fue tu iniciativa...
o mi descaro.

Vimos hermosas rosas negras, con el corazón tan rojo como el nuestro.
Vimos seres cayendo en la amargura de la pasión, incapaces
de tocar esas fronteras de las que ahora nosotros somos habitantes,
víctimas de la locura, del desenfreno, del amor, del sadismo,
de verte caer mientras te empujo al abismo,
mientras sentir tu mano asirme, para llevarme contigo...

Vimos armas de fuego acribillándonos con estacas plateadas,
nuestras almas destrozadas por el dolor, resucitando
una y otra vez, sin dejar de aferrarnos de la ingenuidad,
pues cada vez que intentaba acercarme, me asesinabas,
y cada vez que lo lograba, te asesinaba...
y sin embargo, seguimos vivos. Y muertos. Por infinito.

Ví tu corazón, tan ácido, tan amargo y dulce,
y yo me embelesaba de él, mientras sentía tus latidos...
y tus latidos eran música, y tu respiración era aire,
y yo bailaba y vivía embebido en tu ser, descubriendo secretos,
olvidándolos en ese dolor que también me compartías,
y recordándolos cuando entre mis manos te tenía...

Y despegué mis colmillos de tu antebrazo.
Aún estabas viva. Era, pues, perfecto.
Pues no es tu momento de morir, ni de vivir eternamente.
Deseo que vivas, mi preciosa víctima,
pues por tu vida es por lo que me estremezco...
hasta que me acompañes en este engalanado mundo de sombras,
o decidas engalanar tu propia partida.

Para N.

23 de marzo de 2011

Blut gegen Magie



Cuando Julian caminaba entre los bosques nocturnos, esperando encontrar la paz que no podía encontrar en las almas humanas, escuchaba el ruido de las ramas secas de los arboles bajo sus pies descalzos.
Llevaba más de cuatro horas internándose entre las coníferas, sin más compañía que las lechuzas y los grillos que cantaban junto a él, y que guardaban silencio conforme sus poderosos brazos rompían las ramas de los arbustos que impedían su camino.
de pronto, encontró una pequeña cueva, y decidió que era tiempo de descansar, se refugió a la entrada de esa cueva, en silencio, con cuidado de no espantar cualquier animal que viviera dentro, algún zorro, una persona o incluso otro vampiro solitario como el.
Así que como no tenía hambre ni mamíferos que pudieran corromper su ansia de sangre cerca, decidió detenerse a meditar, como lo hacía cuando solía ser humano.
Se dejó caer de lado al pórtico de la cueva, uso sus poderes para hacer crecer su cabello y cubrió con el su pecho y la mitad de su rostro, como si fuera frazada. Aun recordaba como dormir como humano, y como pensar como tal, aunque cada vez más sus instintos naturales le impedían en mayor medida hacerlo, además de su relativa y bulliciosa soledad de bar nocturno.
A la entrada de la cueva, una vez que Julian estaba concentrado en su pseudosiesta, unos enormes, brillantes y hermosos ojos salieron a relucir de entre la oscuridad de la cueva.
Julian lo noto, pero no podía moverse. Ni siquiera sabía si esa falta de capacidad de movimiento e indagación se debía a su propia voluntad o a alguna fuerza externa que se lo impedía.
Ni siquiera pudo abrir los ojos, pero escuchaba el sonido de unas pequeñas manos crujiendo entre la hojarasca desde dentro de la cueva, el suave aroma de piel humana, hembra a juzgar por la galanura del cabello, pequeña debido a la pesadez del sonido de sus movimientos.
Y entonces salió una niña rubia, con apariencia de típica refugiada rusa resignada a perder a sus padres en batalla, ataviada con gruesas ropas de invierno y ojos verdes que combinaban idealmente con su sonrisa y la dureza de sus manos.

...
Salió Astarté de su cueva, con mucho sigilo, al haberse percatado que una sutil sustancia corpórea se había acurrucado a la entrada de su hogar. Pensaba que era, quizá, un oso hambriento cansado de buscar un riachuelo donde cazar truchas, y de corretear animalitos en medio de la nada taciturna.
Pero cuál era su sorpresa cuando una forma humanoide se presentaba ante ella, tan quieta como las almas inocentes, tan reluciente su espalda al igual que su cabellera. Pero su alma no despedía ese color rozo característico de los humanos.
No, su alma era distinta, su aura reflejaba dolor, un dolor que el mismo había pedido y ahora estaba arrepentido, un color marrón con tintes violetas y azules, característico de las almas vagabundas.
Aspiro fuerte para confirmar su sospecha: no era la sangre de una persona la que podía percibir, sino la de varias personas, aisladas, sin vida, todas alimentando el alma de ese ser atormentado por elección.
así que en el acto, sabiéndose segura, y tomando su pendiente de ojo de cuarzo, abandono su forma de halcón y se convirtió en niña, para pisar con mayor cuidado, salir sin molestar al vagabundo y poder observarlo de frente, apunto su cuarzo a Julian para inmovilizarlo, y salió en el acto.
Una vez fuera, se preguntó "¿qué demonios hace un chupasangre semidesnudo enfrente de mi hogar?" tomó una varita que estaba cerca, se pinchó el dedo con ella, y en lugar de salir sangre, salió un extraño liquido azul, pareciera algún gel con brillantina.
Froto la frente del vampiro con ella y finalmente retiro el cuarzo, y en el acto Julian despertó y se reincorporo.
Ambos, de alguna manera, se sentían comprometidos.
Se miraron a los ojos, fijamente, y el odio que se proferían por su encuentro tan furtivo se convirtió en pasión... una pasión que debían consumar de alguna manera, una pasión al que dos seres de distinta naturaleza se ven, de cierta manera, restringidos. Una pasión a la que, de dejarse llevar, podría atribuírsele todas las desgracias del planeta, toda la ira de los dioses caídos...
Todas aquellas ofensas contra la naturaleza.
Y así, se quedaron congelados hasta el ocaso, mirándose el uno al otro, acercándose muy lentamente.
Utilizando todos sus poderes mentales para intentar convencer a su rival de no ser su rival, de perecer en la eternidad juntos, sin otra frontera que aquella que separa la magia de la sangre, a una bruja de un vampiro.
Ella, sin querer, hacia crecer su cuerpo, para convertirse en mujer, para ser más fuerte ante la tempestad de ese deseo esotérico. El sacaba garras de sus piernas y brazos, parecía querer asirse más fuerte del suelo que pisaba.
El amanecer se acercaba, y debían retirarse pronto, pues los dos perecerían a la luz del sol.
Pero la pasión era inmensa.
Así que en un acto brutal de entrega, se acercaron, sin más, con los cuerpos besaron sus almas, y con las almas alimentaron sus espíritus, vagabundos por siempre en la tierra de los hombres.
Julian puso su boca en el cuello de Astarté.
Astarté puso su mano lacerada en la frente de Julian.
Julian bebió hasta acabar con la vitalidad de Astarté, y la bruja extrajo cuanto pudo de energía del vampiro... quedaron casi muertos, aun de pie, y cayeron desmayados uno sobre el otro.

...

Dicen que cada eternidad, antes de salir el sol, se escuchan dos almas perdidas amándose, en una carrera contra el sol, una carrera que nadie gana, pues cuando la fuerza de la noche regresa, dos siluetas, una femenina y una masculina, salen a cazar almas en pena.
Para volver a unirlas en un acto de amor prohibido.
Y liberarlas en el éter, como ellos desearían ser liberados.


Imagen de Zeana Romanovna

14 de marzo de 2011

Ritmo de la sangre (por Norma Manduleon)


Tengo algo que escribir,
tengo algo que decir,
tengo un sentimiento que es tuyo y no estas aquí para escucharlo, pero aun así
tengo fé, creo en tí 
y se que estarás pronto aquí para sentir 
escuchar lo que siento...
 
Y luego mi ojo empieza a brillar,
y mi mano a escribir,
y mis dedos a moverse con el ritmo en mano,
y el oído puesto dentro de las vibraciones,
que penetran dentro de tí,
recorren tu sangre
por el largo camino de todo tu cuerpo,
penetrando todo espacio dentro de tí,
provocando cada sensación distinta...
 
Llevas el ritmo de tus latidos, cuando logras sentir ese corazón
latiendo, llevando tu sangre a todos los rincones
de tí
por todo tu cuerpo fluye la vida
vida llena de ritmo 
por ese son que toca tu corazón 
ese latido tan especial que al juntarlo con otro 
melodía dulce, suave,
y que produce vibraciones hermosas
dificiles de percibir por los ojos 
pero no por
el alma
tan solo quedate un momento en silencio
tan solo respira lentamente
tan solo deja que de ti salga esa lagrima dulce que endulzará tu cara
y llegará a tu pecho, se hidratara en tu corazón
y  una hermosa sonrisa te saldrá
entonces verás el mundo de color azul hermoso 
brillo penetrado en esa mirada
que puede salir desde lo más profundo 
podras observar el universo en tí
pues tu eres vida y la vida nace en tí...


Este texto fue extraído de una conversación MSN y editado por mí, con la autorización de la autora. Un poema distinto a lo que suele aparecer por aquí. 

13 de marzo de 2011

Trescientas estacas



A veces quisiera morder firmemente tu cuello

A veces quisiera decir que es menos que deseo

Quisiera juntar tus lágrimas y hacerles sepelio

Tragarme tu orgullo y morir bajo tus venenos

Dejar de aspirar cada aroma que contiene tu encanto

Dejar de tocar tu locura con dedos lascivos

Dejar de clavarme en las manos momentos tan tiernos

Conjurar palabras de amor, sin creer en su magia

Dejar de sentir trescientas estacas hechas de tu mirada

Asesinarte a la luz de la luna, y dejarte humillada

Beber tu sangre y tu éxtasis, dejarte desamparada

Sentir el dolor, pero ya no el mío... sino el de tu alma

Dejar de versar en tu causa, fijar mi atención en la nada

Merecer tu corazón, y perderme en él en un instante

Arruinar el poema presente, navegando entre tu cabello

Deseando descubrir tu espíritu a través del susurro de tu voz

Cubrir cada gramo de tu piel con mi solemne perdición

Sentirte tan cerca, tan cerca como una muerte atroz

Ver partir tu cuerpo lejos, mientras tu corazón

me odia sólo un poco a la vez, como lo hago yo.


Succubus

Caminaba como suelen hacer los personajes de sketches de terror. Una noche fría, con niebla muy húmeda,  donde no cabe la música de fondo de thriller, ni los sonidos de cantina de media noche. Quizá solo el susurro del helado viento que se colaba entre sus cabellos rojizos, tan gruesos al tacto, pero tan finos a la vista. Un cabello saludable que denotaba un cuerpo saludable. Era, pues, una soñadora nocturna, paseando entre las calles buscando emociones, como si fuera prostituta recién iniciada, pero sin serlo.
Acababa de salir de una discoteca, ataviada con un abrigo de cuero negro que brillaba deliciosamente bajo la luz de las luminarias y las mamparas de las calles, repletas de publicidad que anunciaba servicios publicitarios. Además, esa era una noche dedicada a sí misma, la noche, a cultivarse, a divertirse entre sus galas, apenas decoradas de estrellas y jirones de reflejos de arquitecturas coloniales, que poblaban la ciudad. La redundancia cobrava vida junto con los pensamientos de nuestra protagonista, que pensaba en ganar dinero para divertirse para ganar dinero para divertirse para ganar dinero... y así consecutivamente.
Detrás de la discoteca había un pequeño corredor, donde se encontraban las salidas alternativas del lugar. Un lugar oscuro, ideal para hacer el amor en tres minutos, empezar a romperse con ácido o hacer negocios turbios. Más al fondo, sin embargo, se encontraba un tipo que se notaba que no frecuentaba la vida nocturna. Vestía de viernes ejecutivo, y aunque muy arreglado y decente, en su rostro sudoroso había evidencia de exceso de escoceses y humo de cigarro. Tenía toda la finta de que estaba esperando alguien o algo, o que lo habían dejado plantado. Al final, es la misma angustia, igual de presente.
Nuestra pelirroja se acercó hacia él, cruzando un guardia orinando una botella de ron, una chica hasta arriba de coca, sentada sobre el suelo, temblando, cerrando sus ojos como niña regañada a punto de explotar, un trío gay que no aguantaba las ganas o la cartera para entrar el menage, un sujeto con traje, gorra, gafas oscuras y un portafolios de marca, y finalmente, el ejecutivo.
- Te hacía dentro, bailando con mis amigas - decía la pelirroja, convencida ella misma de que no mentía.
- ¿Te conozco? - Preguntó el sujeto de cabello negro y lacio, mientras una marcada y venosa mano se restregaba la cara para quitarse una ligera capa de sudor de la frente y de la nariz. Estaba tenso, y era necesario hacerle relajar para que se levantara
- Que modales... si no me recuerdas esta bien, solo queria pasar el rato con alguien no tan desconocido. - Dio media vuelta y se disponía a irse.
- ¡Espera! - dijo, parándose tan inesperadamente - No te vayas, es que en verdad no te recuerdo de ningun lado.
- ¿De verdad? Volteó de nuevo la pelirroja, esta vez más seductoramente, tanto en su voz como en sus movimientos. Continuó - ¿Sabes lo que es la petite-morte? - Leyó, al fin, en su mente, mientras el trataba de buscar en su memoria a esa chica, que jamás iba a encontrar. Su nombre era Carlos. - La petite morte, chicuelo, es la muerte más divertida de todas. - Se le acercó, mientras recreaba en sus sueños una brutal y deliciosa escena de sexo casual que ella misma había tenido hacía un par de días. La idea era, pues, hacerle a él imaginar esa escena, para que opusiera la menor resistencia.
El sujeto inmediatamente tuvo la erección de su vida. Ella se le acercó, y mientras sus labios atendían al cuello del extraño, sus manos atendían la entrepierna, con caricias, bajando el zipper del pantalón, y haciendo lo propio con su minifalda de cuero negra, apenas disimulada por sus botas.
Cuando Carlos cerró los ojos, la chica supo que era el momento ideal. Se puso de puntillas para poder ser penetrada, y empezó el ligero ejercicio callejero. No había sobreexcitación, tan solo el debido frotamiento, como si la escena debiera ser aprovechada al máximo en cinco minutos antes de que dos enormes doverman llegaran a desalojar el pasillo.
Gemían. Jadeaban. Graznaban en susurros y en silencio mental. Metían sus manos donde cupieran, entre las axilas, entre sus espaldas, sus nalgas, sus senos, sus cuellos, todo lo que pudiera ser tocado bajo los límites de la ropa y sin llamar la atención. Entonces ella buscó la mirada de Carlos. El se negaba a dársela. Era sexo casual, no un encuentro pasional. Estaba relajado y ella tensa. Quería disfrutarlo. Pero finalmente no pudo. Cayó, y sucumbió ante los enormes y bellos ojos color miel de la chica.
Dicen que el enamoramiento de los frívolos entra por los ojos. Ese encuentro, tan casual, era muy frívolo. Por lo tanto, podría decirse que Carlos se enamoró al instante de nuestra chica. Si, como en las películas, una canción pasional estilo María Barracuda featuring Yanni o reencuentro de U2 despues de dos años sabáticos, si es que eso llega a existir. Una canción visceral de amor, pero tambien de mucho deseo. Así se podría decir que se enamoró Carlos. Desesperado, sin ver al pasado ni al futuro. Sin importarle la reputación, el que dirán, los pleitos familiares. Sí, casi mirando de frente al destino, con disposición a enfrentarlo, a "llevar una vida juntos". Ella reclamaba su rostro. Lo miraba. Dejaba de manosearlo con la mano derecha para tocar su rostro suavemente. Y a él tan solo... su mente... se desvanecía.
Hasta llegar al orgasmo.

A la mañana siguiente los guardias de la discoteca encontraron a Carlos, tendido en el suelo. Respiraba, estaba consciente. Seguía con la mirada a las personas que lo atendían. Lo ayudaban a reincorporarse. Puso una mano en el suelo, y le cortó un pedazo de vidrio de alguna botella rota. Se cubrió la mano, pero no sentía dolor. Miró su cortada, sin mostrársela a los guardias. No sangraba. No sentia ni frío, ni calor. Trataba de sentir odio por aquella chica pelirroja, por haberlo dejado en ese estado.
Pero ni siquiera supo en que estado se encontraba. Por el resto de su vida.
No tenía cartera, y no recordaba quien era. No recordaba como había llegado ahí. No recordaba que esa chica le hubiera drenado la sangre. No recordaba cómo es que sus boxers estaban pegados a su miembro. Solo recordaba los ojos miel de la chica. Una sonrisa diabólica, un aliento de deseo ansioso de ser saciado, un sexy cuerpo brincoteando sobre él, mientras ella manoseaba su trasero, mitad en busca de sustancia carnosa, mitad en busca de un buen fajo de billetes y tarjetas de crédito.

Dicen que él está en un albergue del Estado, esperando recordar su nombre, y esperando sentir al menos ira por sentirse tan vacío.

Una chica rubia pasó a la oficina al lado de la mía, la oficina de Carlos Rivera, el sujeto con el que solía salir de noches de alcohol, a recoger unos papeles importantes. Quizá acciones de bolsa, o quizá estados financieros muy importantes. Las esposas entre su muñeca y su portafolios lo denotaban.

Pero pude ver debajo de su peluca. Una chica pelirroja, tan jovial, como si en ella el tiempo retrocediera al revés, pero eternamente.