25 de agosto de 2019

House cleaning

Decidí cerrar la puerta. No es que me hubiera cansado de esperarte. Más bien, es que ha pasado tanto tiempo, que imagino que cuando vuelvas, traerás tu llave.

Habrás de saber todo lo que se ha metido en tu ausencia. Toda clase de bichos, de entes, ectoplasmas con sus vidas justo en punto de derretirse. Incluso alguien pretendió tomar tu forma, y ser tú. Fue muy tentador permitir que eso ocurriera. Pero a pesar de tu partida, aún conservo un poco de ese honor que me inspiraste, ese respeto por las cosas puras y limpias. Así que tuve que declinar.

En serio, no es que me hubiera cansado de esperarte. Es más bien, que han pasado tantos vientos del norte y del este, que la turbulencia aquí dentro ya deshizo todas mis canciones. Hay fragmentos, en todos lados. Dudo que quien quiera que atraviese este recibidor pueda dejar de pisotear notas al caminar a la cocina. ¿Lo sabes, no? El primer lugar donde debes buscar es la cocina, primera puerta, a la izquierda.

Hazme un favor, y recoge algunas en tu camino hacia acá cuando te abras camino. Podré construirte algo bonito, algo que puedas llevarte a casa en cuanto termine tu visita. Ya ni siquiera recuerdo si estuviste aquí en esta vida o sólo te conozco de alguna pasada.

Hay mucho viento aquí. Pero aún podrás ver el candelabro. Y el piano. Aún vibran uno a causa del otro. Indistintamente. No es que esta morada sea muy entretenida, pero sabes que ese es un espectáculo que causa trance. Me gustará ver tus ojos luchando contra la contagiosa estática. Siempre tan beligerante, tan proactiva. No es que amase lo que eres, más bien, amo aún más esa solemnidad tuya, porque es brevísima, y porque no cualquiera puede guardarla para sí.

Cuando dejé de esperar a la puerta, y luego de dormir un poco, me puse a limpiar las ventanas. Mucha luz ahora. Ya no hay donde esconder esos feos jirones de recuerdos. Pero al menos están en orden, en un lugar, acomodados. Ya no nos molestarán si decidimos bailar. Aún hay un dejode sombra en el patio principal. Lo dejé ahí a propósito. Podrás refugiarte en él si lo necesitaras. Pero te aseguro, no querrás ir ahí seguido. Todo el lugar huele a frutas, a flores. Ignoro la razón. Pero le quita lo lúgubre a lugares de aquí que no sabías siquiera que existen.

Y en la noche, cuando la luna nos grite a la cara su felicidad, podremos salir a cazar esos sueños escurridizos. Sólo no olvides que no son tuyos, y un día se irán. Así que cada día, simplemente, nos volveremos mejores cazadores.

He cerrado la puerta. No tengo muchas visitas. Las que tengo no suelen quedarse mucho. Estoy bien con eso, ya no tolero a la gente como antes. No sé siquiera si tu rostro lo ignoro porque siempre lo he ignorado o porque ya no lo recuerdo. Y me temo que estoy experimentando mucho en la casa, por lo que puede que no me de cuenta cuando llegues.

Pero cuando llegues, si puedes pasar, no toques. Sólo pasa. Creo que hay mucho que hacer aquí. Podrías encontrarte a un monstruo deambulando por ahí. No te espantes, soy yo. Es que me acostumbro transformar en lo que me rodea. Pero ahora que llegues, disculpa mi atrevimiento, dejaré de ser feo.

Y siempre tengo galletas recién hechas. Si pasas y no te veo, no olvides llevarte aunque sea una. Para el camino.