26 de mayo de 2010

Llueve rojo



No es común una noche como hoy. Los dientes de león suben, como copos de nieve, puramente blancos, sólidos y evaporándose, como congelados en el tiempo y agitados en el espacio. Suben, suben muy alto, dirigiéndose cada uno a su cénit, como queriendo encontrarse en el infinito de la noche eterna, preciosa como sólo una cosa se me ocurre en este instante.
Cada diente de león tiene su voz. Cada diente es un recuerdo, con expresión y vida propias, tratando de dejar su último rastro en las consciencias, antes de desaparecer. Voz de dulzura, voz de ocaso, voz de tortura agitada en el viento, con instrumento suave e intenciones malditas. Dulces recuerdos, empeñados en hacer sufrir antes de morir. ¿Porque provocar dolor antes de caer por su hoja de filo infinito? ¿Porque, dulces recuerdos, se empeñan en matar antes de morir? Yo no pedí su existencia, yo no provoqué que el tormento de esa alma maldita ante la cual sucumbo haya derramado la última de mis lágrimas.
Cada diente de león, de energía poderosa, someten mi alma y mi cuerpo. Llagas que duelen, sulfuro que sofoca. Pero estoy excitado, pendiente a su tormento, deseoso de sentir su mano en mi garganta, apretando despacio, sutil y firme, esperando mi muerte y degustando de sus ojos mientras llega.
No tengo más lágrimas que darle. He llorado todas por su causa, toda la humedad y la locura del mundo ha pasado ya por mis ojos en forma de llanto sin sentido. ¿Es que aún queda algo por dar? ¿Que pasará cuando ya no pueda sentir desespero, pues mi pasión, mi amor y mi sed se acaban?¿Que pasará cuando muera entre sus brazos? ¿Me arrebatará la vida? ¿Que es la vida, sino un capricho bienaventurado? ¿Acaso tengo algo que perder que aún no haya visto?
Mira, en lo alto. Los dientes de león, la eternidad los ha teñido de rojo. Llueven gotas de sangre, cerezas, pasiones, caprichos, virtudes marchitas, perversiones insaciadas y desdenes amalgamados en la amargura de un final felizmente desgraciado.
Recuerdos teñidos de rojo, llenos de vida, pues han decidido asesinarme, asfixiado en su mar de galanura, de delicia rimbombante. El mundo siente la vida recorrer sus pulmones a cada respiro. El dolor sigue profanando mentes, pues el dolor es dolor, es autosuficiente y eterno.
Por eso tengo miedo de sus manos, atrayentes de dolor. Porque sé que aún tengo que perder, y sé que aún tengo que morir. En mis manos cae una cereza, la llevo a mi boca y sacia un hambre ficticia. Aunque por dentro, la asfixia de sus ojos y el vacío que me deja su alma me sujeten a su voluntad por igual.

25 de mayo de 2010

Azotando muros



Tres veces he tocado
a la puerta de tu exilio,
con cuchillo en mano
y un bote de tres litros,
tengo una sed terrible,
historias que no me llenan 
[... eres mejor vìctima
cuando sabes tu sentencia... ]
Llevo en mano un taladro
y una broca de media,
conectado a mi columna.
Perforaré tu escencia,
brotará tu insolencia.
Beberé de tu néctar,
guardaré un poco en mi bote.
Dopado, haré una mezcla
con tu jugo y con absenta,
un limón y hielo seco,
infusión de tus cabellos,
los nervios de tus dientes
y la sal de tus silencios,
añejando, en mi sótano,
mientras miro tu cadáver,
pues no se si te he matado
o me he emocionado
con un halo de belleza.
Grita con mano en boca,
quiero sentir tus dolencias... 

18 de mayo de 2010

... un capricho

Ya no es facil caminar los senderos de la incertidumbre.
Las grietas se han hecho grandes, o mis pies pequeños.
Mis alas han sido cubiertas del polvo de tu olvido,
impedidas de volar,
de explorar los mares de la muerte, de lo eterno,
de todo aquello que me parece bello.

Ya no es facil prestar atención a la música de los angeles caídos,
pues su música se apaga, mientras se apaga tu recuerdo,
te llevas la armonía contigo, dejando una traza de caos,
y mientras tanto, muero,
caigo en el terrible infierno
que tus ojos me mostraron alguna vez.

Y mis manos danzan, pues recuerdan tu silueta.
Y mis labios te buscan en el fin de la agonía.
Y mi pecho tiembla al respirar tu aroma,
mi cuerpo suda de emoción terrible,
pues esta noche tu ausencia es triste,
¿Acaso mi alma reclama algo imposible?
Te anhelo con ansias, te anhelo con descaro,
anhelo la sonrisa que decora tu encanto,
anhelo sentir tu alma entre mis brazos,
sentir tu cuerpo invadiendo mi espacio,
morir sabiendo que fuiste mi ocaso,
y que no ha sido vano el quererte tanto...

17 de mayo de 2010

Hacked down



Tormenta de oscuridad
Sacudirás mi alma,
no haz paz en mi ser, nunca más, 
soy máquina de odio, 
la belleza sólo es circunstancia,
palabra etérea, 
palabra vacía,
no hay dolor, no hay amor,
solo odio...

Engranajes lubricados en sangre,
no hay combustible que no pueda agotar,
no hay materia que no pueda aniquilar, 
la belleza es solo tragedia,
acto de entrega
inapreciada y necia,
no hay dolor, no hay amor,
solo odio...

solo odio...

Disfruta mi odio...

¡Tragate mi odio!

Desea mi muerte
y desea tu tranquilidad,
pues me desnudaré ante tí
y tus ganas de vivir se irán,
los demonios te perseguirán
mientras mi aliento penetre este mundo,
volaré a tus sueños,
te mostraré ternura,
te mostraré mi debilidad,
te haré vulnerable
y te aniquilaré,
pues no tengo amor, ni tengo dolor,
tan solo ODIO...

tan solo odio...

tan solo odio... 

11 de mayo de 2010

Oniria



En sueños me enamoré,
En sueños te asesiné,
Locura y sed

En sueños eras cliché,
Eras canción, eras mujer,
Locura y sed

La lluvia quema mi piel, 
Va susurrando tu calor,
Las olas se estremecen con tu voz...

En sueños te respiré,
En sueños te incineré,
Ceniza y miel

En sueños viví tu ser,
Jinete andando en placer,
Ceniza y miel

La lluvia quema mi piel, 
Va susurrando tu calor,
Las olas se estremecen con tu voz...

10 de mayo de 2010

Mi andar no ha encontrado freno en este bosque insolente.
Hago marchas forzadas, mis pies descalzos, lastimados
incluso bajo la débil y crujiente hojarasca.
Me persiguen los alientos de la noche y de los pinos,
trazando mi camino como si fueran ley natural.
Sin embargo, sólo boy en busca de un aliento.

Las bestias noctámbulas hacen acto de presencia.
¿Como pueden estar presentes, si son incorpóreas?
Fantasmas tuyos me mutilan, me provocan horrores,
azotando sus brazos de nihilo contra mi rostro.
No siento tus bofetadas, sin embargo lloro
mientras hilos de sangre resbalan de mis labios.

He elegido dejar que corras, huyendo de mí.
Te he enseñado mi hoz de dolor, empero, inocua.
El ímpetu de la noche me hizo admirar tu partida,
con ojos de esperanza y hambre descarriada.
Y ahora que te encuentro, me doy cuenta
que quiero ser cazado, mientras te sigo cazando.

Las notas recias del viento atocigan mi mente,
pretenden frenar mi búsqueda exacta.
Hace tanto tiempo que conozco la fuerza de tus dientes,
la ternura de tus ojos, dadores de vida.
Estoy, pues, lleno de vida, y una vez que te encuentre
y me mates
me matarás dos veces.

6 de mayo de 2010

Ángela





Ángela ha estado esperando por este momento todo el día. Se cepilla los dientes, se quita la blusa y el pantalón de mezclilla, prendas tan simples como su vida. Examina su vientre, sus pechos, sus piernas, su rostro. Da media vuelta al cuerpo y examina su espalda, su trasero, a través del enorme espejo. Todo está en orden. Su cabello, rizado y negro como la selva, aún huele a esa crema para peinar de sandía y fresas. Vuelve a mirarse de frente, esta vez a sus ojos. Lo intenta, se notan las arrugas en su rostro, y no lo logra. Es un hecho. A Ángela le han robado su sonrisa.

Desliza sus pies llorando, hacia su cama, y antes de quitarse las pantuflas se sienta en la cómoda de al lado, quitando primero el Zaratustra. Se sienta a llorar.

Ángela mira al piso, y mira unas tijeras, con mango verde, como las de los estilistas. Se agacha a recogerla, y de pronto, un brillo surge en sus ojos. No puede sonreir, pero sí puede sentir la voluntad en su sangre. Quizá, después de todo, aún queda una esperanza. Guarda las tijeras en la cómoda, y se acuesta a dormir.

Ángela ha despertado. Se siente ligera, y comprueba que puede volar. Lo sabe aunque hay un enorme vacío blanco a su alrededor. A lo lejos ve un puntito negro, y vuela hacia él. Vuela, a la velocidad de la luz. En unos minutos, una mancha negra se convierte en un plano, y cuando el cabello negro de Ángela, rizado y oscuro como la selva nocturna, deja de moverse, el vacío se convierte en negro. Ángela voltea, y mira el punto blanco que ha dejado. Voltea, de nuevo, para seguir su camino.

Después de un poco de andar, aparece su Placer, sonriendo, como si hubiera acumulado su sonrisa todo el día para desahogarla enfrente de ella.
Ángela la mira, naturalmente, con envidia. Huele a incienso de vainilla, a muerte, a chocolate blanco, a sexo, a café, a sangre, a duraznos, a llantos. Sus cabellos no son rizados, ni siquiera son cabellos, sino un montón de enmelenados negativos de cintas de video. Ángela sabe perfectamente a qué película pertenecen. Son restos de sus recuerdos placenteros, plasmados en una metáfora viviente, para toda la eternidad. Recuerdos que no pueden ser devueltos al mundo de la vigilia, pues su Placer se ha consolidado en un mundo donde no tiene límites, donde no es necesaria la sensibilidad de la materia.

La chica pone su mano en su muslo derecho. Piensa un poco, disipa su pensamiento alrededor suyo, y logra aparecer unas tijeras, entre su palma y su muslo. Unas tijeras verdes, como las de los estilistas.

Se acerca a su Placer, este ser desnudo, orgulloso y delicioso. Abre un poco las tijeras. Sus ojos dicen haber encontrado una respuesta. Clava las tijeras en el esternón de su Placer. Toma un mango con dos dedos, y el otro con la otra mano. Abre las tijeras.

El Placer gime por el dolor.

Ángela lo mira a los ojos. Placer sonríe. Ella se enoja, al ver que a su víctima le agrada. Placer grita, embebido en sí mismo. Su aliento es el de una jugosa pera, a la expectativa de ser mordida. Ángela gira las tijeras, se coloca detrás de placer y empieza a asfixiarla con el brazo derecho. Placer no para de gemir, deliciosa y lastimeramente, embebido en sí mismo. Una gota de humedad empieza a correr en el antebrazo de la chica. Es una lágrima: Placer, ese precioso ser tan andrógino y sensual como la sensualidad misma, empieza a llorar.

Ella muerde su hombro, y lo hace con furia, con la ira del traicionado, y logra arrancarle un trozo de carne. Su carne sabe a vainilla, a chocolate blanco, a muerte, a sexo, a café, a sangre, a duraznos, a llantos. Ángela está embebida de Placer. Toma su rostro con ternura, le da un beso, sorbe un poco de la sangre y la saliva que quedaron en sus ya muertos y finos labios, y deja caer el cuerpo, sin más, al enorme vacío que acontece al final de los tiempos.

Cuando despertó, Ángela tenía dibujada una enorme sonrisa en su boca. 

Apestaba a realidad, y se fue a bañar. 


 Fotografía de Ralph Eugene Meatyard

4 de mayo de 2010

PRO SCIENTIA

Tomarte entre mis brazos.
Arrancarte el labio superior a mordidas, y chupar el inferior.
Extraer el aroma de por detras de tus orejas. Recorrerte entera.
Tomarte entre mis brazos y azotarte contra un muro. Proteger tu cabeza mientras lo hago.
Besarte como si fueras una prostituta de los años veinte en cantina mexicana, pero sin ofenderte ni agredirte.
Mirarte a los ojos y decir que te deseo sin decir que te deseo. El amor viene despues, es una consecue ncia.
Arrancarte la ropa. No lo notarás siquiera. Tan sólo sentirás mis dedos recorriendo lo que recorrerá mi boca después.
Tomar la botella de jarabe de chocolate que está en mi maleta, abrirla y vaciarla toda en tu espalda. Lo siento, debo limpiar todo. Lo haré con mi lengua. No quedará ni rastro.
Vaciar el resto en tu pecho, tus senos y quiza tu ombligo. De nuevo, limpiar todo con meticulosidad.
Navegar entre la selva de tu vello púbico. Pronto me adentraré en esa selva.
Cargarte de nuevo contra el muro, y explorar tus piernas. No se, hay algo que no me cuadra. Debo encontrarlo. Tengo todo el tiempo del mundo para buscar ahi y en el resto de tu cuerpo.
Morder tus glúteos, despacio. No quiero maltratarlos, tan sólo debo probar que todo esté en orden. No me gustaría encontrar un defecto del cual me sienta realmente culpable o insatisfecho. Porque sí, los defectos bien logrados conllevan satisfacción ante los ojos del amante.
Moverme entre tus labios, en tu monte de Venus, con mis labios, con mi lengua, con mis manos. Esta área es muy peligrosa. Debo examinarla con especial cuidado. Debo recopilar información sobre cada contracción, cada suspiro y cada espasmo que salga de tu ser. No puedo dejar de tomar notas mentales sobre la manera en que reaccionas ante mis dedo húmedos entre mi saliva y mojados por tus propios fluídos. Podría pasarme toda una eternidad ahí. Pero no puedo. Hay mucho que hacer.
Recostarte sobre una mesa. Lo sé, puede ser incómodo, pero compensaré eso.
Penetrarte despacio. Mirarte a los ojos mientras lo hago. Intentas sonreir, pero no puedes. No tienes ganas de sonreír. Tan sólo quieres entrecerrar los ojos. Lo entiendo. Las endorfinas de tu cuerpo ya han saturado tu sistema.
Cabalgarte a ritmos cambiantes. Tengo que volver a examinar tu cuerpo con mis manos mientras lo hago. Quizá algo ha cambiado desde la última vez que lo hice.
Darle media vuelta a tu cuerpo.
Darme cuenta que esto ha ido demasiado mecánico. Las mujeres suelen ser muy fáciles.
Regresar a mi maleta sin dejar de cabalgar, y tomar el tenedor. Clavarlo entre tus costillas. Una, dos, tres, cuatro puñaladas. Preguntarme cuanto podría tardar un médico en cortar esos tres tramos de intestino que te acabo de dañar. Sostenerte fuerte, para que no escapes. Correrme dentro de tí., mientras te doy otra media vuelta.
Contemplar cómo tu respiración se apaga. Correrme de nuevo. Mirarte a los ojos. Se te cortó, lo siento. Pero sólo así me darías tu verdadero rostro. Acercarme a tu rostro y lamer tus lágrimas. Sabn especialmente delicioso.
No lo tomes a mal, no soy un misógino ni mucho menos. Todo es en pro de la ciencia.

Deshacerme de tu cadáver y anotar todo meticulosamente en mi cuaderno de notas. Elaborar los reportes pertinentes y entregarlos a mi organización, incomprendida por la sociedad actual. Llevarte en mi corazón por el resto de mi vida, hasta que tu demonio me atormente. Creo que se llama culpa, o algo así.

2 de mayo de 2010

Me rasqué las uñas y salieron libélulas

No es la primera vez que el conejo plateado brinca sobre mi cabeza. Me molesta en gran medida su enorme cola, pues el condenado conejo me acecha por la espalda cuando estoy en la cocina, y usando mi cabellera de trampolín salta hacia la alacena, toma una galleta con chispas y se larga, sin dar gracias siquiera. Pero es muy amable, después de todo, el otro día llevaba un helado de pasas con camarones entre sus orejas. Notó mi interés, y me convidó un poco. Era crujiente, las cáscaras de los camarones estaban frescas y pululantes de jugo. Era tan brillante que mi dentadura rechinó y mis ojos brincaron de sus órbitas cuando terminé de degustarlo. Tomé un tenedor, clavé mis globos oculares con él y pude reinsertarlos en su lugar. Luego, con los residuos grasos que quedaron entre los trinches, le hice un taco de tuétano a mi amigo el conejo. Se lo comió con un tallo de apio y se fue.

Es muy extraño, pareciera que supiera que las galletas no son mías. Mañana comeré algunas con riñones de cordero del Amazonas. Es una especie muy exótica, con sabor muy dulce. Espero que el conejo se aparezca con el aroma, debo preguntarle sobre la catsup que usan para los hot-dogs de New York.