11 de diciembre de 2013

Penitencia voluntaria


Somos presos. Somos presos y quizá lo merecemos.
No en vano escribo este poema siendo tú y yo los protagonistas.
¿No lo ves, que en tí divago, que te pienso en exceso?
Que alguien, algún día, se dedicará a buscar culpables,
y de ninguna manera podré ser el único responsable,
que tu aroma de estrellas está aquí, y en todas partes.

Somos presos, y es muy tonto que ya no quieras que juguemos.
Siento tu fuerza en el cuello, pues tus labios no son todo ternura.
Trato torpemente de escribirte esto con estructura,
pero el sólo recordar el fino filo de tus ojos
penetrando los recovecos que yo mismo desconozco,
me recuerda que no hay ritmo que pueda contener tu verso,
que mis latidos son prosa al tenerte aquí, en mi pecho.

Somos presos del amor que pulula en los cuentos,
de caricias, feromonas, de canciones susurradas,
de nuestras almas amalgamadas, de la mas tierna mirada,
de morir entrelazados y de vivir en la nostalgia
cada vez que el mundo conspira y nos mantiene a la distancia.
pero si hay algo magnífico de esta penitencia voluntaria
es que aún somos presos de desear sentir al sol en nuestras caras...