18 de enero de 2011

A la última asesina del planeta



La decadente osadía de tus párpados, húmedos, cubiertos en sudor
tu mente se evapora, ideas transgénero, subes y bajas en el infierno, abres canales,
subes manantiales de sabor, placer, carne molida y carne viva,
no me mires, solo desgarra mi vientre,
sacame el odio, come de él,
sacame el llanto, vistete de él,
sacame el amor, secate el sudor, sacúdete el polvo
y tíralo a la basura
como pañuelo desechable, una y otra vez.
... y con mi cuerpo, solo haz lo que quieras, que al final el alma es solo producto de la imaginación
de alguien maléfico que ha terminado con toda la felicidad
y me ha creado en sueños banales, para arrebatarme lo poco que tengo,
y dejarme a la suerte de los cuervos de su destino, mi destino.

12 de enero de 2011

El plomero y la MILF



Ella se lavó las manos.

Bajó las escaleras, entró al zótano, encendió un foco ahorrador y una luz blanca empezó a difuminar, a la velocidad de la luz, las sombras que aún se proyectaban de la luz del pasillo de su puerta. Al fondo, metálica, yacía la puerta adornada con un candado de siete segmentos. Tomó el candado y giró las perillas. Cinco. Tres. Ocho. Cuatro. Dos. Cuatro. Dos.

Una mirada empezó a recorrerla. Era su esclavo de la semana. Su figura atlética y su piel morena se vieron severamente afectados por la inanición, así como su rostro, desencajado, que claramente pedía clemencia durante veintitrés horas y media del día, y orgasmos múltiples el resto del día.

Ella se acercó, con una cubeta de agua y un trapo, y empezó a limpiarlo. Repasaba con su mano todo el cuerpo del tipo, que no hacía mas que mirar al suelo, avergonzado de no poder defenderse, de ser sometido por una mujer más fuerte que él. Una mujer demostraba su poderío sujetándolo de brazos y piernas a través de grilletes, que no eran grilletes, sino extensiones de sus frágiles pero poderosas manos.

Se paró enfrente de él, acercó su cuerpo desnudo, y empezó a separarse nuevamente mientras deslizaba con lenta furia sus uñas en su pecho, en su abdomen, en su miembro, en sus piernas. Viejas heridas de la sesión de la noche anterior volvieron a abrirse. El aroma de la sangre la ayudó a excitarse, a tomar el taladro y empezar a rasguñar su carne con una broca para concreto de tres octavos.

La habitación secreta, tan metálica como de costumbre, empezó a tomar calor, la energía de los gritos del custodio. El cuerpo de la mujer estaba bañado en piel y carne, en sudor y sangre.

Cuando terminó de limpiar, se llevó ciertas menudencias, riñones, hígado y tripas arriba, a la cocina, para la comida del día siguiente. Su marido llegaría de Londres en la noche, así que debería estar hambriento de comida casera y barata. Los huesos, medio triturados, estaban guardados en una bolsa detrás del refrigerador, listas para cuando no esté el, se tape "accidentalmente" el fregadero y haya que llamar a un... plomero.

1 de enero de 2011

Escritorio

No quiero tus labios.
Sólo quiero su sabor,
su calor, su aroma,
su textura en los mios,
tus palabras hermosas,
tu corazón palpitando,
diciendo que me amas.

Aunque sea mentira.

Tus ojos clavados en los mios,
buscando una manera de esclavizarme,
dandome un motivo para vivir,
y para morir, y para no morir,
siendo la razón de mi ser,
el calor de tu espalda en mi pecho,
respirando este aire
tan profundo y contaminado
de seres nefastos, de bellezas mundanas...

Yo todo lo que pido
es que seas... es que seas...
por ti y solo por ti...
que puedas romper las cadenas
con la misma facilidad
con la que has forjado las mias,
que no tengas que voltear atrás
al momento de tu partida,
que no tengas que olvidar
lo mucho que me significas...
Quiero el calor de tus labios.
Pero no quiero tus labios.