29 de septiembre de 2013

Sobre los inmortales y sus deseos mortales

Me siento criminal, y te siento mi cómplice.

Mira, cómo nuestras pieles vibran al rozarse.

Las leyes y las normas se escribieron para nosotros, Madam.

Las leyes y las normas, apareciendo por generación espontánea,

sin ningún argumento válido, sin ninguna palabra coherente,

dispuestas en absoluto para que las rompamos.

Ven a mi lado y delinque con una sonrisa en la boca,

pues se que guardas muchas bajo ese rostro somnoliento.


Te siento instrumento de viento, y yo el percusionista.

Cada centímetro tuyo es un armónico distinto.

Es todo un arte saber combinar cada nota, en tu rostro, en tu espalda,

en las comisuras de las rodillas y en tus gratas mejillas.

Mis dedos están hechos para crear deliciosos temblores

que sólo tienen gracia al ejecutar tus sonidos.

No te resistas al designio del perfecto multiverso,

que también hay magia y belleza detrás de mis deseos.



Me siento señor del tiempo, y tú mi tesoro imposible.

¿Qué puede importarle lo eterno sobre aquello que no lo es,

a un ser ante el cual lo eterno es lo cotidiano?

En cambio eres frágil, eres tan hermosamente frágil,

que al paso de unos cuantos eones no te podré volver a ver...

Eres tú, aquí y ahora, lo que quiero hacer prevalecer.

Vuélvete eterna en mis brazos, te compartiré de mi inmortalidad.

Bebe fuerte, bebe hasta que la sed no exista más.

14 de septiembre de 2013

Quiero


Fundirme en tu piel como chocolate al microondas,
ser chocolate oscuro y pasearme en tu boca.
Bébeme de a poco, que tus venas sientan el calor,
que tu cuerpo no resienta de un golpe mi descordura.

Volverme loco cuando tus ojos miren los míos,
sea la locura tu pretexto, y también mi antídoto al olvido.
Que me siento cuerdo e invencible teniéndote cerca,
aunque lo notes, que necesitarás atarme una cuerda.

Adherir molecularmente tu mejilla a la mía,
pues no deseo jamás parar de decirte cosas lindas,
te escucho respirar y mi deseo, inevitable, se amotina.
Tu cabello quizá te estorba, a mí me cobija.

Arañarte la espalda, y que me hagas pagar,
pues hasta la más filosa de tus uñas tiene ternura...
Sentir cada instante de tu carne sobre mi carne,
pues has de saber que tu calor tiene un lenguaje,
y sus historias dejan en ridículo a las musas.