30 de abril de 2009

Shock Culture

Con motivo de la influenza, me llegó un correo que reniega de la epidemia y la expone como una "cortina de humo" ante problemas más importantes que están ocurriendo aqui en México. No pongo el correo, porque es una cita de blog (el cual pueden consultar aquí). Sin embargo, el video es sumamente interesante, se los recomiendo.

P.D. Roger, tienes razón. Gracias por tus palabras. Gracias a todos. Pronto...

25 de abril de 2009

Una despedida que no es una despedida

Diseñé (si se puede decir asì) este blog para remover sensaciones en quienes me leyeran. Y lo hice para explotar esa racha de creatividad que todos tenemos alguna vez en la vida, y màs si se trata de artistas.

Pero resulta que yo no soy artista, y aunque alguna vez pretendí serlo, no puedo sostenerlo. Porque no lo soy.

Mi "racha creativa" ha terminado. De vez en cuando se me ocurren ideas descabelladas para letras de canciones (estoy trabajando en un proyecto de música, a ver que resulta), pero la poesía y los cuentos tontos ya no surgen de mi podrida mente. Quizá dejó de echarse a perder para ser sólamente polvo de neuronas secas diseminándose en el éter.

Usaré este blog para plasmar mis ideas, como siempre. Simplemente digo que mi faceta de escritor, si hubo alguna, ha terminado. No le debo nada a la vida y no me importa si ella me debe algo. Esperaré a mi amada la Muerte como la gente normal, sin soñar sobre cómo será su llegada ni estar a la expectativa como niño con los brazos abiertos. Degustaré del hedonismo, la herejía conceptual y el BDSM como el primer día que sucumbí ante ellos.

Pero la escritura, como arte, ya no tiene sentido para mí. Me consideré bueno, y por eso seguí, pero eso se acabó. Pruebas de ello son el hecho de que casi no subo ya nada y que mi proyecto con Asrham, mi amada dama de las buenas letras, se ha quedado en el olvido. Eso es mas que suficiente para "darme de baja" de esta actividad que tanto he amado y tanto me ha hecho sufrir deliciosamente.

Mejor terminar con mi farsa aquí, antes de que el ego me corrompa y me dedique a crear estupideces de peor calidad a lo que estuve haciendo estos últimos días.

Si alguien lee esto, que francamente lo dudo, por última vez les digo que son libres de mentarme la madre. Llàmenme cobarde, idiota, insolente, paria de la literatura, oveja negra, hereje pedero o desprotegido de Dios.

Pero prefiero dejar de mentirles a todos ustedes. Yo no escribo. Y si alguna vez en verdad lo hice, dudo volver a hacerlo.

Estoy vacío.

Como sea, no voy a dejar de leer a todos aquellos que me leyeron alguna vez, y aquellos cuyas letras me encantan. Siempre me daré oportunidad de lerlos, porque amo leer y admiro más lo que yo no soy capaz de hacer.

Gracias, si has leído esto, por regalarme segundos de vida. En serio, gracias.

15 de abril de 2009

Sobre la perfección



Alguna vez me dijeron que moriría viendo mi pasado correr en camara lenta, pero todo en una fracción de segundo.

Alguna vez estuve cerca de la muerte, y esperé ver toda esa mierda de vida, aunque bien vivida, que llevo a cuesta mía.

Alguna vez saludé a la Muerte, mi única amante, en uno de esas visitas fugaces que me hace a diario.

Esta vez, mientras yo la miraba a los ojos, sin esperanzas, me dijo: Si te dejara entrar en tu hiperreal vida, vivirías todo lo que ves, de nuevo. Tus caídas y tus logros, y todas esas cursilerías. Pero llegarás al momento en que, en esa vida hiperreal, vuelvas a soñar con tu vida en el instante de tu muerte. Y ese sueño, a su vez, vivirá entera tu vida. ¿Te das cuenta que si yo te dejo vivir una vez, vivirás eternamente, como una ecuación exponencial con límite tendiente al tiempo de tu muerte?

Alguna vez se me ocurrió entender matemáticas para resolver lo que me dijo. Ahora que lo sé, sé que la perfección es imposible, porque la vida tiende límites. Los límites de la muerte.

Y sólo cuando estemos a punto de morir, estaremos cerca de la perfección, rozándola con los dedos mientras caemos en la nada.

7 de abril de 2009

Afrodisias (Parte III)

gothico =)

 

Circe, quien no terminaba de acostumbrarse al lugar ni de reconocer la figura que tenía ante sí, asintió con la cabeza de una manera muy tosca y nerviosa.

- Se que vas a ser la nueva reina de las reuniones orgiásticas y de las decisiones del pseudogobierno griego allá en la tierra de Platón – Dijo de manera inquisidora -. Así que debes saber unas cuantas cosas antes de salir a gobernar el mundo real. No fuiste expuesta antes para que no fueras conocida. Pero ahora que eres madura y estás por cumplir tu destino, tu belleza guardada irradiará tanta luz que todo mundo te reconocerá con solo verte a los ojos, y les inspirarás paz, pero tu rostro no será recordado cuando mueras. Así tu sucesora conservará tu vitalidad, y el personaje de Persefonia. Tu lema será “El placer a costa de la muerte”, y deberás vigilar que esto sea así.

Persefonia no entendía que era la nueva voz del inframundo (una voz muy hedonista, por cierto). Así que Astaroth continuó:

- Debes dominar tu tierra con un concepto muy preciso en la mente: Este mundo en el que te encuentras ahora, que es tu tierra natal, se rige por cuatro partes principales, que responden a las cuatro preguntas principales de la existencia del ser. La materia, que responde al qué. La ciencia, que responde al cómo. El tiempo, por supuesto, responde al cuando. Y el arte, que responde al porqué. Si eres capaz de responder a estas preguntas en todo momento en que se te formulen, tu autoridad será permanente, invulnerable.

Por unos instantes, la ahora Persefonia intentó contestar a las preguntas elementales. Astaroth se dio cuenta, y la interrumpió:

- Ya tendrás tiempo de hacerlo cuando regreses a tu mundo. – Se acercó, y tendió su mano hacia la joven – Toma mi mano, y te llevaré a dar un paseo eterno, antes que regreses a la temporalidad terrenal. – Ella obedeció.

La bestia jaló su brazo hacia arriba, de tal modo que su feroz hocico alcanzó el vientre de la dama, y sin siquiera bufar de exhaltación, trozóla de un mordisco. Una vez que sus entrañas estuvieron expuestas, Astaroth disminuyó su tamaño, y mientras mágicamente cerraban de nuevo las heridas de la joven, él se introdujo en ellas. Para cuando Persefonia se hubo de recuperar, Astaroth se había diluído en su sangre. Una burda pesadez cerró sus ojos y tumbó sus piernas, y cayó en un profundo sueño, tan sólo turbado por el dolor minúsculo de la caída.

En su sueño vió formas y colores que nunca había visto antes. Pudo, de hecho, volar entre ellas, admirando cómo todo el mundo se distorsionaba con unos simples ángulos de diferencia. Apareció un suelo negro, y ella se puso en pié sobre él. Luego voló sobre su cénit, y los colores y las sombras se volvían exactamente sus negativos y luces, todo lo contrario a lo que se puede ver con los pies en tierra, “incluso en el mundo irreal”, pensó para sí.

De nuevo cayó y azotó en el suelo salvajemente. Esta vez no tuvo tiempo de sentir el dolor, porque ya estaba de vuelta en el mundo real, envuelta en la humedad de la belladona mezclada con ella misma, encadenada, manoseada, masturbada brutalmente por esas doncellas que ya no tenían el mismo angelical rostro que cuando las conoció.

Entonces lo entendió.

Ella no podía gobernar al mundo con una filosofía hedonista si veía entre ella bondad y paz. Estos conceptos sencillamente van en contra del hedonismo. No se trata de luchar para ganar, sino lo contrario. No se trata de matar, sino de quitar la vida a quien lo desea, a quien considere que ha vivido suficiente. No se trata de la guerra, sino del porqué de la guerra. No se trata de hacer el bien a los demás, sino de procurar a los demás a través de uno mismo. No se trata de castigar el mal, sino de castigar la falta de raciocinio. Sólo entonces se puede gobernar con el poderoso brazo del placer.

Y esto no lo hubiera podido lograr viendo lo hermoso del mundo.

Cuando salió de la cueva, el sol calentaba su piel con coraje. La multitud al pie del monte la observaba con alegría. Ella no veía mas que corrupción y ultraje humano.

Pero todo cambió cuando levantó su mano derecha y todos callaron. Vio gente que gozaba del placer, pero no entendía porqué.

El acto de Persefonia había comenzado.

 

Imagen encontrada en ImagenesGoticas

Afrodisias (Parte II)

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Finalmente llegó un día en que Circe iba a ser liberada. Ella no lo sabía, pero estaba destinada a ser la autoridad máxima de todas las mafias griegas: la mafia religiosa pagana (porque, por supuesto, también había herejes entre ellos). Llegaron sus doncellas, previamente instruidas, para prepararla para la venida de su nuevo y único rey, Astaroth.

Le prepararon un baño de zarzaparrilla y belladona, a manera de infusión. La llevaron a la cueva de la combustión cognitiva (que no tenía de particular mas que una densa carga de oxígeno) para prepararla frente al desgaste físico y la exaltación que le produciría el poderoso enervante penetrando su torrente sanguíneo a través de toda su piel. Sus doncellas la amarraron con cuerdas forradas de seda, de pies y manos, a ellas mismas, para que no se resistiera cuando llegara el Grande.

Así, las doncellas ayudaron a Circe, cada una sosteniéndola de un brazo, a subir los pocos pero empinados escalones que volvían a bajar a una elegante bañera de mármol y cerámicas decorativas, con dibujos alusivos a la intervención del poderoso Astaroth sobre los actos de la cotidies humana. Esos dibujos llenos de símbolos extraños figuras disconexas de la realidad tendrían al fín, quizá, sentido para la joven, que años antes trataba de imaginarse el mundo exterior por medio de las pocas pistas que se le proporcionaban. Quizá tendría ahora la fuerza suficiente para escapar, aunque naturalmente, lo dudaba mucho, pues una vez fuera el siguiente paso a la libertad le resultaba totalmente desconocido.

El agua estaba tan caliente que los ojos de la pobre muchacha se giraban por completo, mostrando un desesperado y demacrado rostro necroso ansioso por descubrir el placer.

Pero lo que no sabía era que esta era la última vez que alguien la penetraba con un objeto punzocortante para realizar un ritual.

Una vez que todo su cuerpo, colorado como las zarzaparrillas, hubo entrado completamente hasta el cuello en la infusión enervante, las doncellas tomaron tres varas de madera, cuya punta era tan filosa como lo sería el cabello humano. Una por cada mano, y la sobrante sosteniendo el libro de oratorias. Así, mientras ambas perforaban la debil y tierna carne de la sacrificada, una voz, la de la oradora, resonaba terriblemente, retumbando sobre los muros de la cueva, creando un eco sobre otro, una endemoniada armónica sobre otra, tan sólo interrumpida por el golpe de las consonantes.

El agua de la tina, violácea, se volvió ahora roja. El hedor era rarísimo. Pero Circe se sentía excelente. Su mente flotaba. Nunca lo había experimentado sin estar sedada. Pero ahora era delicioso.

Abrió los ojos y se encontraba en un raro cubo. No sabía de que se trataba hasta que recordó las viejas escrituras que leía de niña: era el Teseracto. Había leído que se trataba de una prisión especial para criminales que se encontraban en un nivel de conciencia más alla del que suelen percibir los humanos. Aquí no era el tiempo el que regía el comportamiento de la materia. Naturalmente, no sabía qué.

Angustiada por sus raros recuerdos, y temiendo encontrar algún ser extraño que le pudiera hacer daño, corrió a lo largo del teseracto, donde las paredes al principio la confundían por su apariencia tornasol. Cuando pudo visualizar el único color que las componen, y las texturas atabicadas que se podía sentir en ellas, buscó cada una de las esquinas, para ver si el equilibrio se había fragmentado con su presencia (o, mejor dicho, para buscar el lugar por donde pudo haber entrado).

Mediante un razonamiento matemático elaborado logró comprobar que ninguna de las dieciséis esquinas ni los treinta y dos bordes habían cuarteado su poderosa unión. Circe se sintió a salvo, pues si no había entrado ahí por ningun lado entonces se trataba de una fantasía, de un sueño. Aunque no tenía conciencia, aún, de la piscina rojioscura ni de las cuerdas forradas de seda que la sujetaban a los arneses en el fondo de su altar.

Un cubo aparecío detrás de ella. “Al fin algo que conozco”, dijo para sí. Notó que estaba acolchonado. Así que tomó asiento, por simple inercia. Después de todo, el agotamiento del cuerpo no se remedia con un simple sueño. Acto seguido, un extraño murmullo empezó a surgir desde una extraña luz de una de las esquinas del Teseracto. La luz empezaba a hacerse más poderosa, e incluso quemante, conforme se acercaba, aunque llegó un punto en que esto se revertía. Era una extraña silueta, caminando hacia ella. Era un hombre, por la forma en que caminaba. Era un ave, por la extensión de sombra a su espalda. Era un reptil, por la forma de sus patas extendidas en forma de brazos abiertos.

- “Así que tu eres Circe” – dijo Astaroth, que tomó asiento en el otro de los cubos que se había aparecido conforme el caminaba -.