18 de diciembre de 2009

Historia de un asesinato.




El terciopelo rojo se desvanece...

Mira su mausoleo, tímido y frío, como su corazón mismo.
La inocencia del haz profundo de su cabellera,
tan sólo profanada por el moho y la hojarasca,
no hay dolor, no hay desidia,
tan sólo la angustia carcomiendo su morada,
tan sólo vida verde nebulizando un horizonte dividido.

Detrás de esas crueles paredes fúnebres,
llenas de horrores varios, de historias tristes,
de llantos de la tierra y ficciones del ocaso,
detrás de la Muerte, hay más Muerte,
la doble negación de quien se resiste a perecer,
la crítica falaz de una obra perpetua,
que con fieros cinceles marca por siempre las almas.

Escucha, ya viene: la tormenta se aproxima.
No es cualquier tormenta, no es de ira consumada.
Es el dolor extremo, el preámbulo de la victoria.
Quien yace en esta tumba volverá, pues no es su hora.
Quien ha callado su boca morirá, lento y de rodillas,
la venganza es juego de niños ante el edicto del Destino,
la piedad es un artificio para este espectador sádico.

Observa, la fuerza eléctrica y desgarradora del Nigromante.
Sus cadavéricas manos toman forma de hilos blancos,
se trazan en el firmamento, escribiendo esta bella pieza,
llamando a la orquesta fúnebre, cambiando sus cuadraturas,
rallentando el voraz ritmo, preparando la marcha de corceles,
sus galopes romperán al mundo, retorcerán los crudos temores
al tiempo que la opera magna cobra vida, se estremece.

La estela de luz ha terminado su infernal escritura fractal:
el punto y aparte en el centro, el llamado redobla en la mar:
pero es mi tierra la que tiembla, se debilita, se desmorona,
mis pies han quedado presos... ¡Oh, soberana traidora,
has jurado protegerme de ese muerto deleznable,
y ahora la ayudas a costa de tu quebrar constante!
¿Que te ha ofrecido a cambio de esta pulverizante agonia?

Siente su hálito: es imperioso, es terrorífico, es delicioso.
Su muerte a cambio de mi muerte. Castigo, por demás, honroso.
Serás testigo de la asesina más peligrosa del mundo.
La venganza es su fuerza motriz, su beso el terrible instrumento.
No mires más sus garras, sus huesos en mis entrañas.
Mira su mirada, sin reflejos, ni el tuyo ni el de su alma,
excepto por ese deseo de muerte, ad líbitum, sin límite.



Mientras tanto, su terciopelo rojo, entre mis manos, se desvanece.


Para C.

8 de diciembre de 2009

Terpsicore




Te he salido a buscar entre fríos inmensos y ventarrones de destino ignoto,
en pútridos días soleados, olorosos a hierbas muertas y sudor añejo,
esperando encontrar el roce de tu vestido pardo y desconsolado,
esperando cortarme con el halo de baile fino, sensual y desequilibrado.
Te he buscado en el aliento de las féminas sin satisfacción o consuelo,
en el aura de las almas con el mayor desdén que jamas el hombre osa portar,
en los ojos de los muertos, deshechos por el tiempo y el hambre bacteriana,
ocultando la osadía con la que rompo mi firma de palabra con el viento.
Pregono un nombre vacío, un sentido indistinguido, un canto falazmente bello,
Profano la soledad de las almas, un golpe ciego a la nada, deseoso de hallar
ese fetiche voraz que alimenta mi nariz, ese cruel abrigo hecho de deseo puro,
deseo que aniquilaste para vestirlo con galantez y travesura,
para lucirte entre los bosques pardos de encantos perdidos,
mientras vago entre ellos, cazando con desespero, trazando con locura,
mientras el hambre se traga, de a poco, mi conciencia,
y el rumor de las bestias profana mis crujientes sentidos, el anhelo
de perecer en medio de la niebla, de terminar el viaje del cazador,
de ceder mis armas a los espíritus de los peores tormentos que conozco,
agruparlos en formación de fusilamiento, cual heroe criminal,
aguardar la función de la danza de la Muerte,
aguardar el redoble del canto del Magna Voluptas,
y entre una orgía de cantos místicos y agobiantes
ser fusilado en el más erótico de los sacrificios,
agotar la última de mis palabras feas y roncas
y escuchar el último de tus silencios,
mientras el cielo duerme,
mientras la Luna crece.