28 de agosto de 2011

Alimenta



Siento, absorto, la maldad oculta en tu ser.
Siento lujuria que enajena mis sentidos mortales,
que eleva mi raciocinio a niveles inimaginables.
Fuerza sobrehumana, percepciones dispersas,
la gotadora esencia de tu transpiración,
tan sucia, tan suave, tan femenina, 
el lenguaje de tus ojos al tocar mi espiritu, 
nuestras respiraciones entretejiéndose
en este telar, tu pintas el rojo y el dorado,
y yo el blanco y el negro,
la tela de el erótico vestido que viste esta noche, 
el whiskey acariciando nuestros labios, 
mi nariz fría descifrando tu espalda, 
se niega a bajar tan rápido, 
me niego a apresurar el saborearte, 
pues tan sólo bastarían tres eternidades... 
mientras tu voz mágica me cuenta en susurros
los secretos que no serán jamás descifrados.
No mires mis ojos con tu alma de dulzura, 
o me llevarás tan alto, tan alto,
que tendré que llevarte conmigo
donde el dolor no es más un pretexto. 



Para N.L. 

14 de agosto de 2011

Lágrima diamante



Hoy, la luna está retrasada.
Tiene miedo a ser tan blanca.
Tiene miedo a que los hombres lobo
se inspiren en su figura.
Quiere ser, por siempre, nueva,
que las olas sean pacíficas,
al igual que los hombres tristes
que por ella son poetas.

Miro atento,
con deseo,
con anhelo en este monte oscuro,
mis plegarias 
a tus haces
em mi rostro son lágrimas,
gotas finas,
diamantadas,
joya vasta de tus deseos...

El abismo entre el deseo
y la magna recompensa,
es cuestión de hipocresía
cuando miras las estrellas.
Vuela alto y toma todas,
roba toda su hermosura,
que tal vez no sean tan frías
como la femenina luna...

Siento ardiente
tus pupilas
suave rojo en las mias,
dejame tomar tu mano,
dejame sentir tu fuerza,
el vigor de la mentira,
seducción de luna llena

10 de agosto de 2011


Despierta, súbitamente, como si algo importante estuviera por acontecer ese sábado. No lleva calcetas ni medias, así que lo primero que hace su pie desnudo al buscar su sandalia es tocar el frío del piso marmolado, casi tan frío como metálico.

Se repasa su larga cabellera castaña oscura con sus manos, tratando de arreglar su entropía, producto de sueños infames, de sueños rotos, tan hermosos y tan bizarros como sólo una mujer joven puede tenerlos. Sus manos, firmes pero delgadas, buscan entonces esos delgados y pequeños anteojos que acabarán por tapar la hermosura de unos ojos tan claros como el fuego del infierno, y tan cautivadores como éste. Se incorpora, y una vez en pie, un pequeño ajuste a su playera de dormir la prepara para ir en busca del sagrado café matutino.

Camina lentamente, pero no con pereza, más bien con paciencia, pues sabe que todo lo malo del mundo puede ocurrirle precisamente hoy, pero también sabe que la vida no está para vivir con temor, hay que enfrentar lo que sea, en el momento que sea. La vida es una guerra, y no importa cuán rápido te muevas, mientras ella se sienta determinada a ganar.

El agua hirviendo. Abre una gaveta para sacar una taza, y brinca un libro que llevaba escondido ahí tres días. Algún título tan históricamente relacionado, como Porqué perdí la guerra (una genial narrativa de los últimos momentos de Hitler), o La hora 25 (la otra cara de la moneda, la del proletariado oprimido). Un bonito libro de pasta dura de esos que a poca gente le apasiona, excepto a nuestra protagonista. Toma el libro con una mano, pues sabe que es momento de continuar leyendo, y con el otro toma la taza más negra  que se encuentra. Sabe que en una mañana fría es delicioso ver cómo la espuma se clarifica y dibuja formas en la superficie del café... fantasmas mutilados, rostros con pesares humanos, dragones guapos, emoticones aburridos pero de uso obligatorio,  cuchillos clavándose en la carne... cosas tan caprichosas, tan insalubres...

Pero al momento de beber el primer sorbo, la calma llega a su bronceada piel: el color se recompone, una sonrisa sincera se dibuja en ella. El sabor invoca en ella recuerdos aprisionantes que sabe que no deben volver, lágrimas provocadas por los errores del pasado, la oscuridad invadiendo sus sentidos... siente dolor, pero sabe que no puede sentirlo igual que otras personas, sabe que la mayoría de las veces es necesario transformarlo, hacerlo digerible. Y en ese momento, su mente volátil se convierte en hedonista. Al final, el placer es el único remedio ante la pesadez del alma y del ser. Sigue bebiendo, entonces, como si su vida pendiera de ese sabor tan delicioso... pero sabe que no bastará. ¿Sexo? ¿Drogas blandas? ¿Ejercicio? ¿Embriagarse en una lectura? ¿Bailar diabólicamente con algún disco de 69 Eyes, o exaltar su feminidad con alguno otro de Depeche Mode? Sólo ella lo sabe. Pero esa tarde solitaria debe ser bien aprovechada. Porque la soledad también es un momento tan íntimo, tanto como lo es estar con su amante favorito, como lo es irse de copas con sus amigas feas (seguramente muy feas en comparación a ella misma), como lo es enamorarse de alguien imposible, como lo es confesar su fetiche más oculto.

En la mesa ve un pequeño alfiler. Lo toma, y empieza a jugar con él en su brazo. Se pincha con él. no pretendía herirse. Sin embargo, la creciente gotita de sangre le empieza a llamar la atención. La mira, atenta, se pierde en su rojo amarillento. Ya puede sentir su aroma, distinguirlo sobre el de la infusión. Duda acercarse, duda contemplar ese precioso elíxir que de ella misma nace. No puede nadie atreverse a llamarle narcisismo, porque ese ser interior que en su sangre se expone es otro ser, totalmente distinto al que ella contempla en el espejo cada vez que se desmaquilla para visitar a Oneiros.

No. Se trata de otra naturaleza. Una naturaleza prohibida, más allá del bien y del mal. Una naturaleza a la cual yo mismo, quien describe, siente un sometimiento terrible, una obsesión enfermiza por probar la exquisitez de esa vibra roja, una exquisitez a la cual el mundo material me restringe...

Pero a ella no la restringe.

Finalmente, se atreve a posar esa sustancia en su lengua. Sus ojos se cierran, su corazón late más rápido, pero también más preciso. una sonrisa maléfica se dibuja ahora. Tierna, pero maléfica.

Y yo, en mis sueños, le digo: Nunca es suficiente. 



Para Jenny.
Cualquier concepto alejado de la realidad debería usted aclarármelo. 

4 de agosto de 2011

Conciencia hecha ser

Abriste la puerta de la libertad,
la luz escapa,
no quiere estar cerca
de los seres que aman,
no quiere estar cerca de mí,
y este calabozo enfermizo,
tan frio como el alma que me presumiste,
se dedica pretenciosamente
a matarme un infinito
numero de veces.
No puedo,
no puedo perecer
tantas veces
ante todos estos castigos,
tu indiferencia,
este terrible sentimiento oscuro,
y mi eterna cárcel que comprime
mi cuerpo,
bondage perfecto,
donde el color de la sangre
es un elemento prohibido
en la decoración tan soberbia
de tu palacio de oscuridad.
Me concedes libertad,
y lo único que consigo
es que el poco calor que queda
se vaya, lejos de mi,
a perderse en el ocaso,
mientras miro tu sonrisa
al percatarte que mi ser
no es mas que jirones,
inertes, expuestos,
presos de la devoción
que alguna vez te profesé.

2 de agosto de 2011

Sobre la entrega



Puedo sentir.
Aún están ahi. ¿Los sientes?
Son los poetas, que buscan entregarse.
Al amor, a la desdicha, al descaro y al desdén.
Podría decir que son los siete Eternos de Neil Gaiman,
aquellos entes a los que se entregan los poetas.
Como si fueran las amantes perfectas.
Qué afán de sentir destruir y ser destruido de todo aquel
que se hace llamar poeta.
Que afán el mío de, alguna vez, quererme también autonombrar así.
Puedo escribir mucho,
sobre mis sentimientos, sobre los de los que me rodean,
sobre la rabia, la ira.
Y todo eso que se plasma en un caracter sin significado,
todas aquellas palabras formadas por cadenas discretas de bits,
de corrimientos de tinta sobre un papel,
todos no hacen mas que simbolizar
el sentimiento último del ser humano:
la entrega.
Cada poesía, hasta la más absurda,
posee algo de entrega.
Quiero, incluso, entregarme a tí,
con este texto que en realidad no trata de nada.
Quiero sentir que muero, que amo, que lastimo y soy lastimado.
Quiero sentir que me acompañas y me imitas en todas esas sensaciones,
enclaustradas en un cuerpo, en un grito, en una idea, una perversión.
Este texto parece discurso para comercial de whiskey,
podrías leerlo con esa misma entrega
con la que te lo presentan en televisión.
Pero abre los ojos, lector, y dime
realmente qué es eso
a lo que te estás entregando.
A qué le cedes tu ser... o a quién.
Yo me entrego a tí, quien me lees,
si es que me lees,
si es que te animaste a leer hasta el final,
pues gracias a tí una poesía es una poesía,
aunque el poeta no sea un poeta,
aunque el poema no tenga temática,
ni fin aparente.