3 de septiembre de 2011

The flesh of a fallen angel






Quiero comerte la carne  debajo de tu carne.

Siento tanto deseo de embriagarme del aroma de tu cuello, contaminar mi perfume con el tuyo, sentir que me consumes poco a poco, al tiempo que yo me alimento de tu belleza, un intercambio de energías tan delicioso, tan seductor… tan erótico… tan saludable… tan tierno, que no hay lugar a la tregua.

Tengo tantos deseos de borrar todo dolor de tu espalda, absorberlos con mis labios, sentir cómo empiezan a arder mientras tu piel se hace más adictiva, más tersa… sentir tus delicados senos con mi mano derecha, mientras la izquierda se dedica a bailar por tu vientre, tus caderas, tu pierna y luego tu entrepierna, recorriendo ese delicioso camino una y otra vez, al revés y al derecho, sin que encuentres un momento de tranquilidad… deseo que sientas éxtasis, la sensualidad que sólo una mujer puede conocer en sí misma, usando mis manos como un instrumento… 

Quiero comer al unísono los labios de tu vagina y de tu boca, comparar ambos elíxires, deleitarme de ellos, beber sin cesar… beber sin parar… como si no hubiera otra cosa en el mundo que saciara mi sed, porque la única sed que tengo es de ti… quiero decidirme por sólo uno de esos brebajes, sólo uno, pues moriré eternamente en tus brazos si bebo un solo instante más de ambos… mi corazón estalla, tan sólo desea más… mis ojos buscan los tuyos, pero mi lengua busca tu calor más íntimo…

Quiero penetrarte, suavemente, sin desespero, no hay nada de que desesperarse… quiero sentirme dentro de ti, que me sientas dentro de ti, aguantando la respiración con sutileza… quiero sentir tus manos amoldando sus uñas y sus yemas en mi pecho y en mi espalda, preparándose para desgarrar toda la carne que puedan tomar de mí… quiero que no te preocupes en lastimarme, quiero que desesperes y enloquezcas cuanto sea necesario esta noche…

… porque esta noche soy solo tuyo, soy tu objeto de deseo, soy tu sumiso, quiero que me tomes, me humilles bajo el poderío de tu cuerpo, mientras mis ojos empiecen a revelar disgusto y sentimiento de revolución, y los tuyos, tan marrones y tan tiernos, me ordenan que siga, que obedezca, que me entregue… que coma de tí cada vez que tu comas de mí…