17 de mayo de 2008

Negocios y placeres sabatinos

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Agradable es el olor a miedo y pólvora,
el sabor de la sangre y el crujir de las osamentas vivas.
Agradables los rostros demacrados por el dolor,
en aquellos cuerpos donde la morfina ya no basta.
Saber que la eutanasia simplemente es irreal.
Porque no hay nada que mejorar.

Excepto mi sonrisa sádica.

Adorable es ver la cara de niños sin padres,
mojando de lágrimas grasas sus muñecas bien vestidas
y sus figuras de acción, del plástico más barato.
El saber que serán asesinos en serie
o artistas repudiados
es una idea inmejorable.

Excepto el poder matar junto a ellos.

Extasiante es ver a esos novatos militares
robando, hurtando, violando y decapitando
cuanto encuentran en los mares europeos
y sus tierras aledañas.
El saber que no habrá mesura
ni cicatrices que sanar, pues todo estará podrido
produce una magia inmejorable.

Excepto si mi sacra mano obra.

Poderoso es el sentimiento de afinidad
por el arrepentimiento tuyo, creyente.
Sé cómo buscas su mirada en pinturas viejas.
Sé cómo obras buscando su consentimiento.
Sé cómo frenas tu líbido, masoquista imbecil,
ante esa persona prohibida, pura y deliciosa,
y te flagelas, y buscas un buen vicio
para sentirte yo, pero recatado.
Lo cierto es que deseas mi muerte,
deseas que frene las tentaciones que tú mismo aceleraste.
Tu deseo de destruirme es un odio inmejorable.

Excepto que tus ojos nunca lo verán.

Me necesitas.
Te necesito.
Dame tu dolor
y yo te daré algo en que ocuparte.

Y todos felices.


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