10 de enero de 2009

Mango

Rodrigo Perez no era conocido por ser un científico. Mas bien tenía nombre de ladrón, o incluzo de violador: el Pervertido de la Progreso, o qué se yo. Sin embargo, la ciencia era su arma, y el hedonismo su bandera. Es raro y hasta contradictorio encontrar a un científico con esas características.

Quizá por eso su mujer, Camila (Camila Pérez es nombre de narcotraficante) se fijó en él. Porque estaba loco. Llega un momento en la vida de toda persona que es necesario emprender la búsqueda de la locura. Y a ella, a sus treinta y cinco de plenitud, ya le había llegado.

Rodrigo, en un arranque poètico-práctico, decidió hacer la mejor fruta del mundo. Buscó por muchos lugares. No salió del país por, además de razones económicas, la idea de que la fruta perfecta debía ser conocida, no por mediocre, sino para no inspirar temor a la hora de venderla. ¿Porqué venderla? Porque todo el mundo debía conocerla, tan sólo para que la humanidad supiera de qué trata eso que le llaman "verdadera perfección".

- La fruta será perfecta. Un torrente salvaje, arrollador, enajenante, casi agresivo de sensaciones placenteras, que traigan la felicidad a quienquiera que pruebe su poderosa carne o semilla, y que le dure hasta el resto de su vida. Debe ser deliciosa, duradera en las manos y en la boca, no tan dulce, para no empalagar. No tan ácida, si lo es, para no hacer rechinar los dientes - decía.

La respuesta a su pregunta era el mango. Fruto exótico, conocido, fino cuando se le sabe tratar, y un sabor muy particular cuando se respetan sus tiempos de maduración. Eso sí, como toda fruta jugosa, habría que cuidar escoger la temporada correcta, la del clima sensual del verano. Su aspecto, pelado, es sucio, enmarañado y desordenado. Su piel no siempre podía ser perfecta, debido a las coloraciones. A veces, la carne es demasiado fibrosa. Problemas simples para un científico de la talla del delincuente Rodrigo Pérez, que supo solucionar sin inconvenientes gracias a la meditación correcta de la información y una sana alimentación a base del mismo mango, para conocer la materia.

El producto estuvo finalmente listo. Un hermoso y bien formado árbol de invernadero era el primer ejemplar de una familia entera de productores de placer. Tanto placer que la felicidad simplemente no tendría cabida, o sería indistinguible.

La egolatría de Rodrigo le impidió ser el primero en probar la maravillosa, carnosa (supongo que hay que insistir en este adjetivo) y uniforme fruta de pasión.

La primera, entonces, fue la narcotraficante Camila. Después de cuestionar tantas veces la falta de prueba con animales propios de la actividad y del contrargumento de que los animales no tienen sentimientos (a juicio del intérprete), accedió a probar.

Camila, con ojos de protagonista de telenovela, tomó un cuchillo sin mucho filo, y empezó a partir una rebanada, como si fuera un aguacate. El jugo salió de entre la cáscara. EL aroma inmediatamente, y de una extraña manera, empezó a actuar cual masaje directamente sobre la vagina.

Ella guardó silencio, y siguió.




Carne y jugo.

Con los dedos desprendió una parte de la cáscara a la rebanada, y la introdujo a su boca. Mordió despacio.

El mundo estaba oscuro. Camila había perdido la vista. Una centelleante oscuridad la acribilló desde atrás, indolora.

Carne y jugo.

Fuegos artificiales, como la sensación de los polvitos efervescentes de las paletas con maltodextrina, empezaron a aparecer en los párpados cerrados de Camila.

Su pantalón de mezclilla se ajustaba a la piel de las piernas. El aire empezaba a faltar, despacio. Se estaba asfixiando. Y se estaba excitando. Los dientes empezaban a rechinar, no por el efecto de la fruta, sino por las endorfinas que se estaban reproduciendo como conejos en todo el complejo sanguíneo de la dama. Sólo quería exclamar ¡Placerrr! Pero su inconsciente le ordenaba que siguiera masticando, que siguiera liberando ese extraño sabor.

Jugo.

Cada choque de moléculas de jugo de mango contra la garganta era una quemazón insoportable, pero aliviadora. Cada desliz de los azúcares sobre la lengua eran percibidos por medio de la pesadez de los ojos, de la palpitación de su clítoris, de la sensación de caer en pie, de todos los sentidos menos la vista agudizados.

Después de varios minutos, Camila terminó la rebanada. Rodrigo se limitaba a verla lamiendo cada centímetro cuadrado de la cáscara y de sus dedos sucios, sin decir palabra, asombrado.

Camila cayó al suelo del invernadero. Sus cabellos, rojos y rizados, se ensuciaron con el polvo. Pronto toda ella estaría sucia, por retorcerse de placer.

Era una escena asquerosa.

Era una situación envidiable.

Camila pidió más. Rodrigo, tratando de ocultar su asombro y su maravillado semblante, cortó una nueva rebanada del mismo grueso que la anterior, y la partió por la mitad. Quitó la cáscara y le puso el trozo de carne directo en la boca, como si careciera ella de manos y ojos. Porque de hecho, sus ojos eran inservibles por los párpados y sus manos se encontraban ocupadas, masturbándola suave pero frenéticamente.

Los dientes volvían a masticar. Camila se había mordido la lengua. La sangre probablemente suavizó e hizo un poco áspero el sabor del mango, pero todo indicaba que no había reparado en eso.

El orgasmo llegó, lenta, prolongada y terminantemente.

Jugo.

Un orgasmo líquido explotó entre las vísceras de la mujer. La cabeza le dolía, pero era delicioso. La boca, con sabor a sangre luego de varios minutos de disipado el sabor del mango, le intrigaba. La cabeza por la presión, la lengua por la cortada, el vientre y la vulva por las contracciones. Los dedos y los labios por lo quemante del jugo. Los pies por engarrotados. Todo le dolía.

Pero el orgasmo no acababa.

Aún se retorcía por el suelo nitrogenado. La sangre de sus oídos empezaba a bañar el cabello rojo y rizado de Camila, a modo de brocha.

Pero el orgasmo no acababa.

Intentó incorporarse en pleno éxtasis, y sólo consiguió caer temblorosamente. Las venas de sus brazos ya tenían color oscuro, además de textura. Los ojos estaban rojos, y cansados de la presión.

Pero el orgasmo no acababa.

La combinación de olores, mango, sudor, genitales, sangre marchita, tierra mojada. Era todo perfecto.

Pero el orgasmo acabó.




El cadáver deforme de Camila nunca se liberó de su forma contraída. No mientras Rodrigo, llorando, tomaba notas en su libreta de proyectos.

"La fruta será perfecta. Un torrente salvaje, arrollador, enajenante, casi agresivo de sensaciones placenteras, que traigan la felicidad a quienquiera que pruebe su poderosa carne o semilla, y que le dure hasta el resto de su vida. Debe ser deliciosa, duradera en las manos y en la boca, no tan dulce, para no empalagar. No tan ácida, si lo es, para no hacer rechinar los dientes".

Recogió el cadáver en un enorme agujero para composta. Tiró el mango, cerró el invernadero y camino a su habitación, se puso a analizar los resultados.

- Hasta el resto de su vida... pero los dientes añun rechinan.

Le esperaba una nueva tarea a Rodrigo Pérez. Esta vez sería más sencillo.

8 comentarios:

  1. Extraordinario relato, lleno de imaginación y fuerza expresiva...original, sí original...enhorabuena y un fuerte abrazo desde azpeitia

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  2. Yo quiero un mango asi!

    No me importaría morir despues de tanta explosión!!!!

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  3. Mango... fruta prohibida, fruta de la pasion, pasion mal habida por tener sus azucares en mi interior.

    Asi sea para morir cual vil fertilizante de su amor.

    Querido senor, esta vez fue un cuento dulcemente oscuro. Abrazos.

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  4. hace mucho q no leía algo tan bueno, excelente relato, no tan cortisimo despues de todo

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  5. ¡¡ Que imaginación !!

    No he podido evitar reir del comentario de Gitana.

    jajajajajajajaja


    Un abrazo Al hrrera , es genial la narración.


    María

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  6. me encanta su humor negro, cáustico.. jeje!
    besos empalagosos

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  7. JO! y pensar que tengo 2 manguitos en casa.
    Sera que corto una tajada y los pruebo.. Que dudas!! Por ahora solo me voy a embriagar de su aroma.. no vaya ser.. no quiero caer.. en esa tentación loca.. hUY NO. BUENO QUIZÁS SOLO Pruebe un poquitin, espero no morirme.. hum..!
    Que tengas una buena semana.
    Cuidate.
    Te dejo abrazos.

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  8. genial genial genial genial genial!!!!!!!

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