cruzaron sus caminos
una y otra vez
mientras buscaban mutuamente
su rastro, 
siguiendose, anhelandose, 
rogado a quén sabe que dioses
que fuese el tiempo, y no el espacio
el desgraciado árbitro
que les permitiera
escuchar el calor tan síncrono,
pues que es el espacio 
sino uno solo,
y que es el tiempo,
sino el caos mismo, 
cruzaron sus caminos, 
una y otra vez, 
sus cuerpos se habían
mimetizado,
pero sus almas
jamás se encontraron
 
 
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