25 de abril de 2017

Me apasiona la maldad.
Las historias, las fotografías. Los rostros en lágrimas y sangre.
El soñar horas enteras imaginando ser ese, o esos, perpetradores. Gracias,  tiranos y asesinos, por ser mi entretenimiento.
Por imaginar un mundo sin ustedes tan solo para darme cuenta que es imposible e indeseable. Por plantear la antiutopía. Por tematizar la literatura de mi interés.
Me encanta el sadismo humano. Respirarlo en las noticias. Las reacciones de los comensales cuando dan el primer bocado en la mañana, viendo las pantallas llenas de horror. Y aún así tan digerible. Tan poco sorprendente. La sangre derramada es irrelevante. Si no me duele, es irrelevante. Pero tú, Sí que impetuoso es tu andar en el mundo, Que mejor justificante que tu sed y hambre.
Me deleita el dolor. Ajeno, No vaya a pasarme eso un día. No tengo porque tolerarlo. Capaz y me gusta, y olvídate. Capaz y no me gusta, y peor. La gente buena nació para sufrir. Por eso prefiero ser malo. Pero nada mas poquito. La maldad del espectador. De lejitos, donde no salpique ni me manche ni me apeste.
Pero lo que mas me gusta de la sonada maldad, es que en realidad no me interesa. Pero igual leíste esto. Igual te identificaste.  Igual y eres malo. Pero nada mas tantito. A mi no me importa. Pero me gusta ver tu cara de no querer ser paria.
No te confundas. No me gusta lo corrupto. Tan solo ver como lo corrupto se hace tal.

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