12 de enero de 2016

Catacumba romana


Hace tanto frío aquí.

Y el tiempo pasa tan rápido.

Condensado en la nada. Siendo cuerpo en el todo. Abarcando, captando,
lo más que se puede de todo este horrible frío.
Y por cada salida del sol hay una nevada.
Lo suficiente para formar estalactitas,
para formar estalagmitas.
Todas altas, filosas, coniformes e incisivas.
Apenas parpadeo y penetran mi piel.
El frío, que antes me envolvía como algodón de azucar,
ahora penetra mis heridas.

Literalmente, este frío llega hasta los huesos.
Literalmente, quema.
Literalmente, creí encontrar refugio aquí,
para pasar el rato,
y hacerme más fuerte.

Y es que, en este lugar,
ni el calor de todos los muertos
puede confortar al alma más etérea.

Entré aquí a refugiarme
del gélido viento del norte.
Pero no recordaba, no recordaba
que aquí ya no estás.

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