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Ritmos torrenciales se desprenden de la mente
mientras feas letras se desplazan libremente
entre sueños toscos y verdades absolutas,
describiendo deliciosamente su cicuta...
Sabores eternos se conforman en un cuerpo,
alma muerta, demoniaca, gritos en estereo
de necesidad inaplacable por su fuente
de sutiles dopaminas y deseo estridente.
Ni el odio de Seth ni la vigilia de Anubis
pudieron alterar su sonrisa tan oscura,
ahora que es un mito debil, sin sustancia
le alimenta la más sólida amargura.
No conoce más perfecta precisión
que el sentido humano, su indescifrable acción,
solo comparable con el numero dorado,
visualmente bello, cientificamente caos.
Dueña de la noche, el final sensual
al que todo hombre aspira, motivo de ser mortal,
cierra las puertas hacia fuera del esférico
para degustar sin prisa del llanto gélido.
Bebiendo febril de su rojo grial,
Diospolis Parva, soy su instrumental:
esclavizada mi mente con el sutil céfiro
que roza mi piel, movimiento perpetuo.
Aroma visible, en el viento disperso,
reflejo de luz proveniente del Infierno,
morir le resulta el acto más ególatra,
prefiere redimirse al placer discreto.
Dioses pereciendo: mi sacro alimento,
poderosos lamentos descritos en mi verso,
pero una sola imagen me tiene perplejo:
le he llamado Neftis, poderoso escarmiento...
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