25 de julio de 2011



Después de andar muchos pasajes oscuros
he decidido dar una larga caminata
en ese que le llaman... el camino de la luz. 
Sentí tu mano todo este camino,
sentí cómo tu sonrisa suspiraba,
tergiversando la realidad que siempre he conocido, 
enmarañando con tus caricias mi cabello,
susurrando que lo mejor estaba aún por ocurrir...

Y ví hermosos paisajes, la bruma del mar,
acantilados que por primera vez no me invitaban
a lacerar mi cuerpo y morir en sus fauces,
pude ver el sol directamente, 
sin arder en sus llamas como en mis vidas pasadas.
Perdí el miedo, a tu lado, a ser tocado por estos haces
de realidad profanada por mi sola presencia.

Y cuando estaba listo, tomaste mi rostro,
lo dirigiste hacia el tuyo,
invitándome a que ocurriera
eso que siempre ocurre en los cuentos de hadas,
a mirarte tiernamente
y darnos el statu quo de nuestras sensaciones,
a sentir el aroma de tu cabello
entintado en flores muertas y brillos lúcidos,
a escuchar la vibración de tus palabras
más dulces, más eternas, más hermosas
que la más fina de las mieles egipcias... 

Ahora que he hecho eso,
todo eso y más, en este mundo de luz hermosa,
no me siento digno de quedarme,
pues yo pertenezco a otras tierras,
soy extranjero en esta tierra maldita,
y soy extranjero en mi propia tierra,
las garras de la desdicha me persiguen
justo ahora que no quiero ceder,
y aún me pregunto, ingenuamente,
si estás dispuesta, alma de bien
a interceder por mi en este valle de luces sofocantes... 

18 de julio de 2011

Dein blut, mein heil



Llega la noche, como siempre, aletargada
bajo los efectos sedativos del Sol.
El ocaso reflejado en esta laguna dulce
luce perfecto al teñir tu cabello.
Las bugambilias, desprendiendo su deliciosa fragancia,
combinan sistemáticamente con la fragancia tuya.
Y ahora, preciosa dama, que lees los poemas
descritos en el firmamento, famélico de sueños
y de extravagancias terrestres,
es cuando más encantado quedo de tí.
Tus dedos, bailando, acariciando al viento
como si fuera mascota moribunda,
tus dedos trazan muerte en mi pecho,
en mi rostro,
en mi espíritu.
Percátate, silueta moldeada en poesía,
que cada segundo que permanezco iluminado
por la refracción de la luz reveladora en tu piel,
debo otro segundo más a la Muerte,
y me cobrará caro el permitirme
estar contigo, así, tan... cerca.
Y ahora,que debo partir,
hacia donde los sueños y las realidades convergen,
donde ser un alma maldita es el menor de los pecados,
donde desearle el bien a alguien como tú es motivo de castigo,
te pido el tesoro más preciado que te puedo pedir,
lo más íntimo que puedes dar de tu ser,
para atesorarlo eternamente
en lo más oscuro de mi corazón.
Tomaré tu dedo, tan suave y curioso,
y lo pincharé con esta daga sagrada.
No me atreveré a corromper esa bebida
ni con mi saliva ni con mis labios
bebiendo de ella, aunque
se que su sabor, su sensación en el paladar
sería la más deliciosa que jamás haya probado.
No, en vez de eso,
la depositaré en este medallón,
cerca de esta orgánica caja de ritmos,
donde pueda sentirla
cada vez que ande mi camino.
Y cuando sienta que esté a punto de partir,
podré abrirla, y beberla,
para hacer ese amargo sentimiento
la más dulce de las despedidas...
una despedida con una sonrisa
y sabor a tí.



12 de julio de 2011

No mereces



Hace poco me miraste a los ojos. 
Y cuando eso pasó,
me desvanecí por un momento... 
para pedirle a la Luna
que te robara un poco, 
solo un poco
de toda esa alegría
y esa hermosura,
pues a veces creo que
simplemente, 
no mereces tanta. 

Hace poco fue, mi dama melancólica, 
que me regalaste una bocanada
de tu aliento,
reflejo de una energía
que no parece marchitarse. 
Me desvanecí, para pedirle a la Naturaleza
que te arrebatara
un poco de esa energía tan sublime,
pues a veces creo que,
simplemente, 
no mereces tanta. 

Hace poco aspiré
de tu aroma tan trágico,
tan mortal, y tan delicioso
de naturaleza muerta.
Frutos cosechados, flores cortadas,
es vida aniquilada, al final de cuentas,
vida que aniquila tu ser,
vida que te da más vida. 
Me desvanecí, para pedirle a la Muerte
que te arrebatara
un poco de esa vida impetuosa,
pues a veces creo que, 
simplemente, 
no mereces tanta. 

Hace poco sentí
el ardor de tus palabras, 
tu voz tan preciosa, tan aniquilante,
no importaba si lo que decian
era alegría o llamas hirientes,
pues igual me dolían,
las sentía muy profundo
en mi cabeza, en mi corazón. 
Y entonces retorné al mundo real, 
recordé mis plegarias
a la Luna, a la Muerte, a la Naturaleza, 
y me arrepentí de ellas
con toda mi alma.
Todo lo contrario, ahora deseaba
que esas virtudes, tan tuyas,
emanaran de tí de manera inagotable, 
para poder maravillarme
eternamente de ellas.
Pues a veces creo que,
simplemente, 
el misterio te pertenece. 

Para N.L.

Helado de guanábana

Ha salido de la paletería con un helado de... sí, es correcto, ávido lector. Las deliciosas semillas negras entremezcladas entre la cristalizada solución verde hacían magia en sus papilas gustativas... a la vez que la suave luz grisácea del ambiente húmedo y lluvioso de la calle hacía maravillas en las pupilas de sus ojos café silencioso...

Se atrevió a quitarse el gorro del jersey para sentir la lluvia en su cabello, mientras ésta también se mezclaba con su helado, suavizando su dulzura. Las calles solitarias invitaban a nuestra joven protagonista de cabellos dorados a cantar, a bailar, como en un cuento de hadas. Después de todo, ¿que no iba perfecto ese magistral sábado por la tarde? Nada podía mejorar ese delicioso momento.

Bajó la calle, pues, cantando Bad Reputation, y en lugar de entrar a su pórtico, se dirigió directo al sótano, por la entrada trasera. Cuidó que la vecina no anduviera jugando con los perros o regando los claveles, y abrió sigilosamente el candado. Era hora de divertirse un poco. Entró bajando las escaleras de madera, un paso a la vez.

No quería despertar a los huéspedes...

Se quitó el jersey. Debo admitir que, como relator de este cuento, sé que la silueta de la chica era desesperadamente seductora. A un adolescente le habría encantado observar sus senos. Yo me quedo con lo que vi, con su espalda, tan bien torneada, tan blanca de inicio a fin... tan lisa, y práctica, para lavar rápidamente los accidentes de sus juegos.

Tomó el matamoscas y azotó a los dos huéspedes en la mejilla, literalmente. Ellos, sudando, nerviosos, despertaron abruptamente de su sueño, intentando vociferar a través de sus bozales, intentando liberarse de las cadenas que los ataban a sus cruces de San Andrés.

Tomó lo que quedaba de su helado, aún la mitad, y lo dividió en dos. Los hizo unas jugosas bolitas de hielo saborizado, los puso en sus manos, y las restregó en los pechos de los dos tipos, que estaban uno al lado del otro. El ambiente de cloaca en el que se mantenían presos se endulzaba groseramente con el aroma de la guanábana. Ella, excitada, por turnos, frotaba su cuerpo contra el pegajoso cuerpo de los sujetos, aumentando el deseo. Ellos, aunque aterrorizados, acrecentaban su erección tímidamente. Pues ella era deliciosa, y el sadismo en una mujer es atractivo, por muy mortífero que sea. Siempre lo es. Ley de vida, creo que se dice así.

Cuando ella ya estaba suficientemente excitada, cerró la puerta trasera del sótano por dentro, y abrió la que da a la casa. Fue a la cocina, y de regreso traía una bolsa con picahielos, azadones para salchicha, y cuchillos de distintos tamaños, además de una cajita de condones, y bolsas de basura, trapos limpios, una cinta adhesiva para reparar plomería y unos limones ya cortados.

Luego desperté de mi sueño. No recuerdo el resto, pero estoy seguro que esa mirada, tan sedienta y tan firme, denotaban pasiones febrilmente prohibidas por la sociedad. Invito al lector que imagine cómo terminó la historia de la chica del helado de guanábana.