18 de julio de 2020

FODA

Tengo el alma saturada, de tanto cultivar, absorber, coordinar. La tengo saturada de intentar ser racional. 
Tengo el cuerpo hecho trizas, de querer interactuar en un mundo al que no perteneceré jamás.
Tengo las manos ocupadas, con tantas ideas que tomar, apresarlas, darles forma, que tienen tantos colores definidos y hermosos, y aún asi tan carentes de forma. Tengo el sentido común tan atrofiado, que todas esas ideas, por asociación, quieren ser una sola, pero son tantas que simplemente no amalgaman. 
Tengo el pecho vacío. Cálido, habitable, y vacío. He tirado tanta basura que había en él, que podrías caber estirándote. Tengo tanto espacio que incluso extraño los problemas, cuando su estancia parecía tan permanente que cobraron vida y enraizaron para nutrirse de mí para siempre. 
Pero tengo, también, ese viejo sentimiento, donde no importa si todo lo que está vacío ahora está lleno, y todo lo lleno ahora vacío. Ese viejo sentimiento de insaciable hambre, donde no importa cuánto esfuerzo dedique a aniquilarla, porque en cuestión de segundos, simplemente volverá. 
Tengo todos los síntomas de ser humano normal, y toda la intención de volver a ser un monstruo de oscuridad.