28 de julio de 2010

Entre perro y lobo


 
Me clausuran en mí.
Me dividen en dos.
Me engendran cada día en la paciencia
y en un negro organismo que ruge como el mar.
Me recortan después con las tijeras de la pesadilla
y caigo en este mundo con media sangre vuelta a cada lado:
una cara labrada desde el fondo por los colmillos de la
     furia a solas,
y otra que se disuelve entre la niebla de las grandes manadas.

No consigo saber quién es el amo aquí.
Cambio bajo mi piel de perro a lobo.
Yo decreto la peste y atravieso con mis flancos en llamas
las planicies del porvenir y del pasado;
yo me tiendo a roer los huesecitos de tantos sueños
     muertos entre celestes pastizales.
Mi reino está en mi sombra y va conmigo dondequiera que vaya,
o se desploma en ruinas con las puertas abiertas a la
     invasión del enemigo.

Cada noche desgarro a dentelladas todo lazo ceñido al corazón,
y cada amanecer me encuentra con mi jaula de obediencia en el lomo.
Si devoro a mi dios uso su rostro debajo de mi máscara,
y sin embargo sólo bebo en el abrevadero de los hombres
un aterciopelado veneno de piedad que raspa en las entrañas.
He labrado el torneo en las dos tramas de la tapicería:
he ganado mi cetro de bestia en la intemperie,
y he otorgado también jirones de mansedumbre por trofeo.
Pero ¿quién vence en mí?
¿Quién defiende de mi bastión solitario en el desierto, la sábana del sueño?
¿Y quién roe mis labios, despacito y a oscuras, desde mis propios dientes? 

Olga Orozco (Poeta Argentina). 
La imagen es de Die Form.

Cómo se crea una canción pop

Esto que (si se disponen a hacerlo) están a punto de ver es una impetuosa realidad en el mercado musical dirigido por las multinacionales. Lo admito sin temor a la verguenza: yo llegué a dejarme influenciar por estos trucos mercadotécnicos cuando niño, con la llegada comercial del hip-hop. No digo que ahora escuche música mejor, sino que descubrí justo a tiempo que hay cosas mejores.

La canción es deleznable. Pero ese es el punto. Los invito a ver esto que ví en PsicoFXP.


24 de julio de 2010

Trofeo volátil (parte 3)

Mario abrió el refrigerador. Eso que quedaba ahí, al fondo hasta abajo, detrás del six-pack de cervezas, era el pie de la señora Ágata. Era una lástima, que una señora tan deliciosa tuviera una existencia tan finita. Lo puso en la cacerola, a la cual agregó también un poco de arroz (arroz de verdad, mexicano, no estilo oriental) y unos trocitos de tocino que tenía guardados desde la vez pasada que hizo hamburguesas, curiosamente, con los senos molidos de la mujer. Eran algo grasosos, pero si no se enfriaban demasiado conservaban un muy bien sabor. Nada que diez minutos extra de ejercicio el sábado no solucionaran.

Dejó cociendo la pieza con la cacerola tapada y la flama de la estufa al mínimo, para descongelar, y mientras, con la confianza de tener tuberías en buen estado, fue al supermercado para comprar bolillo, que ese día estaba recien salido del horno y había poca gente que lo arrebatara de las canastas. La calidad de ese pan era superior, así que valía la pena llegar un poco tarde al trabajo con tal de tener un buen desayuno. Tomó su teléfono y se conectó a Facebook desde el proxy francés. Esmeralda había dejado un mensaje privado: "HolAaa chICo GuApO Xd tE aKueRDaSssS de MiIIIiiI!??? QuIERo vRTtttEEeeE!". Un poco de hurgar el perfil público de la chica y ya tenía su número de teléfono. Saliendo de trabajar la iba a llamar, para ver si salían a algún lado, un bar no muy concurrido donde la pudiera drogar y sacar sin que preguntaran más allá del estado etílico de la chica. Ya en la tienda, se dio una vuelta por el área de música. Compró la nueva edición de la línea Putumayo de jazz, y se dirigió a comprar su bolillo, unos muffins con mermelada de fresa y un galón de leche, ya que el humor de la pierna de la señora Ágata había cortado de manera muy extraña la que había en el refrigerador. También compró un desinfectante Arm & Hammer, pues la cocina en general era toda una fuente orgiástica de ácido desoxirribonucléico.

En el trabajo, se enteró que su jefe anterior había sido despedido. Mario había acertado en entrar a esas páginas de porno infantil por medio de una conexión SSH a la débilmente protegida estación de trabajo del tipo. Eugenio, el más experimentado de todos, sería ahora el nuevo jefe de trabajo. En esa empresa, se trabajaba de manera muy rara: no había jefes, sino editores. Todo mundo se ponía a leer el código de otros. Mario se limitaba a compilar y correr, si funcionaba no decía nada, y casi todos sus comentarios eran sobre la estética y funcionalidad de las aplicaciones finales. Y ahora que el calvito estaba al frente y lo manipulable que era, sería más fácil alejarse del trabajo apelando a la incompetencia del líder. De todos modos, en dos semanas planeaba hacer lo de los bombones. Una vez, cuando recién empezaba a trabajar en la empresa, fue a su casa, y tenía una copia original de Red Hat Linux Enterprise 4 en su vitrina, al lado de un disco de Ubuntu 6.06, el primero que salió al público, y una Commodore 64 impecable con, según le había mostrado aquella vez, Linux Kernel 2.6.27, totalmente funcional. Para una persona normal no significa nada, pero para Eugenio era lo máximo. Y de un tiempo para acá a Mario le complacía hacerse de los placeres de otras personas. Quizá porque a él ya no le satisfacía nada.

Se le fue el tiempo pensando en cómo podría lucir la cara de Eugenio si supiera que esos discos de software terminarían de freezbees, apuntados hacia las comisuras de los labios de alguna chica, o incluso de la misma Esmeralda, y que una vez manchados en sangre su paradero sería un bote de basura bañada en cloro, o cal, si es que contenía restos de intestinos.

De noche, no podía dormir. Cargó un rifle SMG con silenciador que tenía en la caja fuerte, se movió al norte de la ciudad en autobús, subió a uno de los edificios abandonados de la colonia Palestra, ajustó la mira de francotirador y disparó unos cuantos tiros a una señora que se estaba bañando a dos cuadras de distancia. Tiros limpios desde su ventana hasta la ventana del baño de la señora que daba al patio trasero, totalmente descubierto. Cuatro disparos bastaron para quebrarle el cráneo. La calle gritaba el clamor de la noche de vísperas de fin de semana. Mario se quedó viendo por la mirilla al cadáver por un largo rato. Una niña entró y vió el cuerpo de su madre tirada, ensangrentada, los senos cubiertos en jabón, el cabello sin terminar de enjuagar y una última lágrima cuando la pequeña empezó a gritar desesperada. El tirador recogió los casquillos, bajó un piso y disparó con acierto, y de un solo disparo, al foco del baño. La niña pareció callarse. La oscuridad ocultaba apropiadamente su triste realidad de huérfana (al día siguiente, el periódico revelaría que no había hombres en la casa).

Por un momento, Mario pareció darse cuenta de su realidad, y se sintió mal por haberle mostrado a la pequeña ese pequeño tormento, oculto, pero presente. Recogió el quinto casquillo, caminó unas cuadras y tomó un taxi a su casa, mientras llamaba a Esmeralda.

9 de julio de 2010

Cuentos verdaderos



Arrúllame entre tus brazos. Acerca mi cabeza a tu pecho, lleno de amor, de ese amor volátil que tanto pregono y que tanta falta me hace. Arrúllame con el canto de tu corazón, donde la arritmia tan sólo es un sueño, donde la muerte y la desidia tan sólo las tengo yo. Cuentame, hermosa alma, de todas las veces que he intentado aniquilarte, con pericia, con soberbia determinación, y he fallado estrepitosamente. Cuéntame todas aquellas veces que me has perdonado por querer deshacerme de tí, mi única verdad, y me has castigado con el insomnio más dulce. Cuéntame que estoy muerto, que ahora te dedicas a sostener mi cadáver sobre tu pecho, cantandome una canción de cuna, mientras el suave sonido de tu voz perfora mis oídos y el diablo mismo recoge los jirones de mi alma, para alimentar con éstos a los herejes, a los traidores, a los mentirosos y lunáticos que tanto alabé. Cuentame,  hermosa alma, cómo sujetaste firmemente esa escuadra entre tus manos, oh, tus preciosas manos de hiel y zarzamora, besaste mis labios en clara señal de desapruebo, y sin más, tiraste del gatillo, cuéntame cómo la bala entró por mi orbital izquierdo, y se alojó en mi hipotálamo, enamorándome locamente de tí, haciéndome contemplarte mientras preparabas el calabozo en el que me torturarías eternamente, en el que pagaría de la manera más extraña la traición que ejecuté contra el mundo: el hecho de existir...

5 de julio de 2010

Lindo vals



Corto y corto, con empeño sin igual.
A este cuchillo le falta afilar,
pero el placer de descuartizarte
me hace excitarme, ¡me hace estallar!
Cara con cara, vamos a bailar, 
chorreando sangre en la pista de baile,
¡regàlame una sonrisa post-mortem,
pues te voy a momificar!

¡Vals con tus huesos!

Tus huesos tibios, erotizantes,
son deliciosos al compás de este vals...
eternamente entre mis brazos,
aún queda carne por mordisquear...
En tu pelvis estilizada
esconderé mi virilidad,
eres pura misantropía,
¡en tus costillas me siento brutal!

¡Vals con tus huesos!