La redundancia de ese miedo entrañado con la felicidad es la misma que se encuentra entre el dolor y el placer: hace falta un acto liberador, un enigma lo suficientemente fuerte para intentar desenmarañarlo, y una voluntad quebrada tan sólo por la muerte. Por lo general, este acto es la introspección individual que se realiza para buscar respuestas, y encontrarlas en donde hay más preguntas, camuflando el objetivo. Este acto me gusta llamarlo filosofar.
Insistiendo, ¿que tiene que ver esto con la felicidad? Pues es muy simple.
El miedo es, contrario a lo estipulado, el contrario de la felicidad. Ambos son ambiguamente necesarios, ambiguamente dependientes. La tristeza, excluída de este concepto dual, se limita a actuar sólo de medio para transitar entre la verdadera dualidad.
¿Entonces es posible la verdadera felicidad? ¿En verdad es posible la verdadera y eterna felicidad? Como en toda dualidad, conocer una parte implica, obvia y necesariamente, entender su contraparte. Por lo mismo, ambas son necesarias. Y en tanto que la felicidad exista, si hay tal, el miedo existirá, y paradójicamente, distinto a como ocurre entre el placer y el dolor (en donde una es un puente a la otra, indistintamente del orden), es el miedo quien provoca recesión hacia la felicidad. Por lo tanto, una se come a la otra, y venciendo una, despues de haberla conocido, se alcanza a la otra.
Ahora, es necesario definir qué es lo que realmente quiere decir felicidad. Todo mundo habla de que el mundo mismo debe seguir un curso, su curso. La felicidad es, pues, resignarse a este curso y reservarse el empeño y el deseo de modificar el entorno. La felicidad es, al menos religiosamente hablando y en el contexto que nos ocupa, en función de esa resignación, se trata de un estado de ánimo invulnerable, eterno, auténtico. Un sentimiento que, por lo que acabamos de describir anteriormente, no es posible (como tal) bajo ninguna circunstancia humana.
El hombre busca continuamente la felicidad, y en tanto que sea hombre, esta será una búsqueda infructífera, un gasto lamentable de recursos tan fugaces como lo es el tiempo. El hombre, pues, no está hecho para ser feliz.
Sin embargo, esto no quiere decir que su vida sea infructífera también. El enunciado respuesta es muy simple: El hombre no puede ser feliz. Pero sí puede sentir placer, con todo lo que conlleva, y si es capaz de "resignarse" a esta realidad que es en verdad manipulable y adaptable a las necesidades individuales (los gustos son, también, una necesidad), su destino es convertirse en un hombre íntegro, éste es el verdadero objetivo final humano.
La integridad, desde este punto de vista, es un conjunto de contrapartes que permiten al hombre crecer, pensar, crear, destruir y, lo más importante: no sentirse aburrido.
Imagen del maestro Alex Grey
Ya que están por aqui, les pido que se diviertan un poco!!
ResponderEliminarTomense 20 minutos de su tiempo para ver la Historia de las cosas, un documental muy interesante que a mí, anticonsumista, me impresionó.
Mi fuente es el blog del Mutante Cósmico (su enlace está en mi lista de "Los que leo"), y ahí pueden ver el video completo de una sola pieza.
Saludos y... sean infelices!!
El único error innato del ser humano es creer que está en la tierra para ser feliz, dijo Schopenhauer...y puede tenga razón porque después de todo el concepto de Felicidad como un estado de plenitud es insostenible porque está marcada la vida por esos tres estigmas ineludibles de lo que habla el budismo: la enfermedad, la vejez y la muerte...
ResponderEliminarAhora si consideramos la Felicidad como esos destellos de Absoluto hermosos por su fugacidad y permanecia en la memoria se me antoja un poco más plausible...
Ahora lo dificil es saber reconocerlos porque hay que verlos con el corazón, como ese ver lo esencial del principito.
Pensar siquiera un peñique, en la bizarra idea de que el hombre pueda llegar a ser feliz, es como intentar, estupidamente, buscar las llaves del auto con la mano derecha, teniendolas en la izquierda.
ResponderEliminarTienes razon, el hombre jamas llegara a ser feliz, pues no es capaz de darse cuenta de que ya lo es.
Read you soon.
Sincero
Pd: No se porque razon no te tengo entre mis personajes, siendo que siempre te leo, aunque nunca deje huella.
Muy verdadera tu reflexión AlHrrera
ResponderEliminarla conclusión del destino del hombre de convertirse en un hombre íntegro, ahí casi rozándolo seguro está la felicidad.
Hay un filósofo que habla del proceso del hombre para llegar a la acción (ya recordé el nombre: Hegel), pero es tal cual lo describes, un proceso dinámico de tesis, antítesis y sintesís...
Eso vi ;)
Un fuerte abrazo