18 de junio de 2008

El vampiro y el fantasma (parte V)

Sobre el amor y la eternidad

Ariadna se presentó ante Hércules por medio de su habilidad táctil, de la misma manera que le pidió que le liberara del hipercubo. Dejó de tocarle y el humano volvió a ser vampiro, aunque ahora sin todo el poder que le caracterizaba. Sus energías estaba, pues, equilibradas.

El hambre había desaparecido y de igual manera habían desaparecido el desasosiego de Hércules y la ansiedad de Ariadna. Ninguno de los dos se preocupaba ahora del futuro. A ambos les gustaba el presente. Por primera vez en la existencia de ambos, no necesitaron de exterminar una vida para saciar su hambre. Ariadna, que se manifestaba a través de Hércules ahora, inició el diálogo que ambos buscaban.

- Por primera vez en muchos años siento el calor humano, aunque no sea puramente humano. Debo darte las gracias.

- Y yo, por primera vez, siento el calor legítimo, el calor eterno. No deberías ser tú quien da las gracias.

- Disculpame, pero yo no poseo el calor legítimo. Lo cierto es que dejé de ser humana desde hace más de doscientos años. El calor que sentiste es tuyo propio.

- Yo tampoco tengo calor. Lo permuté hace seiscientos años por dolor eterno. Sólo eso me mantiene vivo hoy día. No tengo nada, ni siquiera amor, que pudiera acogerme con siquiera un poco de aquello que me has dado recién.

- Pero cómo puede alimentarte el dolor, caballero, si me has dicho que no eres humano? Sólo el humano puede alimentarse del dolor. Quizá me equivoque porque he perecido en este mundo menos tiempo que tú, pero eso es lo que he visto a lo largo de mi travesía cognoscitiva en vida y en la no vida.

- Y tu idea no es errónea, brisa del viento. Sólo el humano puede alimentarse del dolor. Por eso perece, por eso muere. En el ser eterno, como tú o como yo, se trata de una necesidad distinta. Nosotros no perecemos porque no nos alimentamos del dolor. Lo usamos de motor, vivimos de él. Al igual que el artista, guía nuestros pasos. Pero nunca nos alimenta. No hay modo entonces de que nuestro corazón, si es que tenemos tal, se desgaste hasta morir.

- Entonces, según lo que has dicho, tampoco podemos amar. ¿Cierto? Porque sólo el que es capaz de amar, es capaz también de sentir dolor. Y al contrario. Entonces me encuentro en desacuerdo contigo, caballero, porque yo estoy enamorada del arte. Sólo para el arte he permanecido en este ambiente tan bizarro, tan diferente y tan encontrado consigo mismo. Por tanto, ninguno de los dos ha cedido calor al otro. Simplemente, lo conjugamos en uno solo, y se hizo presente ante nuestros sentidos. Debo decirte, caballero, que me sienta bien esa conjugación.

- A mí también me sienta bien ese juego, ese coctel energético. ¡Brisa del viento, debo defender mi postura frente a tus ideas, pero me siento tan encontrado con lo que me haces sentir! Te diré, en calidad de suposición, que lo que tú sientes por el arte no es amor, sino simbiosis. Una situación mental que no depende sino del dolor. Tú, bellìsima alma hecha pensamiento, no eres sino una viajera en los anales del sufrimiento. Corrígeme si erra mi lengua, pero tu nunca te alimentas del dolor. Lo ves pasar ante tus intàctiles ojos. Lo transformas, según su andar, en una nueva forma del mismo dolor, más asequible y mas hermosa, pero es dolor al final de las cuentas.

Ariadna, extasiada, no hizo mas que ceder. Las ideas, a través de las neuronas muertas de Hércules, circulaban y se chocaban contra el aire. La música en el cráneo hizo pensar a ambos. Ambos estaban en desacuerdo. Pero ninguno de los dos quería ceder. Tampoco querían ganar, o perder. Lo único que querían era descubrir la verdad. Y les agradaba infinitamente la idea de que eso era algo que deberían hacer juntos.

Las palabras habían dejado de resonar en la habitación. Habían pasado horas desde entonces, tiempo que Ariadna disfrutó sobre la piel de Hércules, cada vez más cálida. El silencio prolongado, al cual ya estaban ambos acostumbrados, les sentaba bien, mucho mejor que el calor mismo, mucho mejor que esas compañías amargadas de sus mismas especies. Así, el vampiro y el fantasma habían descubierto que ninguno de los dos se había equivocado. Cuando estaban juntos, el calor fluía entre ellos por la simple y sencilla razón de que ambos eran cuerpo y alma, amor y dolor, soledad y pasión. Los ingredientes principales de un humano completo.

Ariana manifestó sus ojos en el aire, de nuevo, frente al rostro de Hércules. Había una idea fluyendo en sus mentes. Sin mencionar una sola palabra, asintieron. Entonces, en un acto de salvajismo y locura, salieron de la habitación oculta, y asomándose a la ventana, se unieron en un acto dolorosísimo, propio de los "humanos". Tras un acto simbólico de amor, pasión e incluso salvajismo puro, el vampiro y el fantasma se transformaron en un ser que no necesitaba alimentarse de vida para sobrevivir. En un ser que, lo mismo que podía alimentarse del dolor, podía dejar que le transportara a universos distantes. Un híbrido natural que, aunque su corazón se desgastara y sus carnes se secaran, su esencia le permitía seguir en pie.

El vampiro y el fantasma se hicieron humano.



En la foto: The Dresden Dolls

3 comentarios:

  1. Nosotros no perecemos porque no nos alimentamos del dolor. Lo usamos de motor, vivimos de él.

    Pero a veces alimentarnos tanto de algo nos hastia, nos empalaga en esta imortalidad, tal vez esa esa es nuestra condena?

    O nuestra condena es no amar, no saber amar o nunca ser amados por toda la eternidad.

    A veces que dificil ser inmortal cuando tu eterna enamorada apunala el oriente que nos indica el camino para seguir por los siglos de los siglos.

    Besos descarnados.

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  2. Si el vampiro y el fantasma se hiceron humanos...Sufrirán menos?

    Lo del sueldo en mi blog, es como los personas que hacen presentaciones en la calle o el metro y después pasan un tarrito pidiéndo colaboración lo mismo hago, asi que todo es bienvenido y agradecido.

    Asi que muchas gracias por tu comentario y por ponerme en tu blog.

    Saludos.

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  3. Eres creativo y original y eres capaz de introducir en tus relatos una sutil ironía, que a veces me hace sonreir...enhorabuena...azpeitia

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