21 de febrero de 2008

Siendo sinceros

A mí no me engañas: sé que tus ojos apuntan hacia mí.
Esas gafas no pueden ocultar lo que yo no puedo ocultar: Me encantas... pero ya te diste cuenta.

No creas que es muy cómodo para mí: Estoy hirviendo en una olla de lujuria, sazonado con tu aroma. Transpirando, delatandome cada vez más, sintiendo cómo el peso de un castigo tortura mi cabeza, cómo el sonido de tu respiración entrecorta la mía.

Yo no debería confesartelo: no yo, el actor, el falso, el indiferente. Esto sólo demuestra que, mas allá del deseo, mas allá de la sed de tu escencia, más allá del hipnotismo de tu mirada escondida, no me eres indiferente.

He abandonado toda práctica de razonamiento frío, el que mejor practico, por una necesidad.


Y ahora me consumes, cada vez más. Aunque sea yo quien debería consumirte.

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