Huelo a muerte. Lo sé.
No es que no me haya dado cuenta.
Es que me da nuevos aires
esta fragancia tan intensa.
Admirado. Abucheado.
Pero nunca ignorado.
La gente me voltea a ver
para liberarla de sus pecados.
Es gratísimo ver
cómo enormes diligencias
acompañan mi carroza
al camino del desdén.
Los futuros grandes médicos
con mi cuerpo dan abasto:
necrofilia, rebanadas
y mis orejas de ornato.
Nunca antes (en mi vida)
había tantas flores conmigo.
Olerán tan feo como yo,
pero morirán con estilo.
Guardaré sus plegarias
en el hueco de mi cráneo.
Y su eco regresará
a declararles malsanos.
Te seguiré recordando
con el paso de los siglos.
Algún día te haré pagar:
preferirás el día del Juicio.
Huelo a muerte. Lo sé.
No creas que no lo tengo en cuenta.
Desde aquí te puedo insultar
aunque te ahogues en absenta.
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