Te he matado ya tantas veces...
y revivido otras más.
De no ser por mi necesidad de tí, enajenada,
me habría olvidado ya
de las artes de la necromancia.
Me he adentrado en tantos inframundos
y pregonando entre tantos seres
cuya vida hoy están pagando,
rogando
que una sola de ellas me conduzca hacia tí.
Te tomaré de las manos
y te cubriré los ojos, pues no debes sufrir
una y otra vez
el cruel, sádico camino etéreo
entre el nacer y morir.
Y una vez que estés en este plano,
te devolveré a tu cuerpo físico, como tantas veces,
que recuperará su lozanía,
en lugar de jirones y huesos roídos...
... y te tomaré una vez más,
con otro cuerpo, con otro aroma,
en otro espacio-tiempo,
tu fiel amante eterno, que por tí aprendió a pecar,
que ha de matarte mil veces para beber de tí
un poco más
en este delicioso acto corpóreo...
que ha de ser nigromante para cumplir tu deseo falaz,
asfixiarte una y mil veces, y mil veces desafiar
las leyes humanas que nos corrompen...
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