Quise escribir en este espacio una analogía al color rojo. Pude citar la sangre, la carne, los ojos vampíricos, el aroma de la muerte... Pero no. Este blog es rojo porque yo lo deseo. Eso debería bastar.
23 de octubre de 2012
Te quiero ya
Reonozco el trazo de esa onírica existencia.
El trazo de ese perfume, que le suma veinte años a tu piel
y le resta cinco a tus ojos...
y a mi entrepierna.
Puedo sentir tus viejas batallas a kilómetros de aquí,
cada imperfección de tu cuerpo, tan exquisita,
quiero que seas mía.
Puedo sentir los pequeños cabellos recortados detrás, en tu nuca,
la manera en que se eriza el vello de tu espalda,
sentir cómo mis dedos desean recorrerla,
como una sinuosa carretera de media noche,
quizá no tan fria pero sí exquisita,
y quiero que sea mía.
Conozco inconstante e insuficientemente la textura de tus muslos,
tus piernas impecables, de soñadora en pos del pecado.
Pecado eres en piel tan lúgubre,
el hedonismo palpable tras la yugular impía.
Pero adoro el pecado que representa tu sangre,
adoro las tenebrosas arterias que la guían,
la manera en que viajan por tu sexo
y mi cuerpo entero desea fundirse con él...
quiero que sea mío,
beber cada gota, cada rastro de calor,
tus piernas son trampa para osos, y yo,
más pequeño que uno, estoy destinado a fracasar
en mi intento de huir...
si es que lo intento.
Quiero tanto sentir mis brazos asiéndote contra mí,
sentir tu cuerpo y que sientas el mío,
empaparme de tu aliento, tan femenino,
mientras degusto de tu cuello,
y la fricción de nuestros cuerpos nos inunda de endorfinas,
y nos prohíbe toda acción que no sea pedir más... y más.
Alejar todo el odio de tu alma,
mi hambre de tí es toda natural,
quiero cada aliento tuyo, entrecortado,
cada gemir de tu dulce garganta,
quiero que sea mío.
Transpira, que hasta tu impureza debo tener,
furia animal en aroma de mujer,
beber tu sudor no saciará jamás mi sed,
pero ensuciarme de tí, hoy, me hará inmortal.
Quiero que seas mía. Eso y nada más.
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