Aún puedo ver tu rostro, tan esencial como el ser, distractor de aquello que me interesa: los ojos de Horus, esos ojos iluminados que no dicen nada, pues están en el Nirvana. A veces me pregunto si es posible encontrar un mundo nuevo detrás de ellos, o simplemente son un reflejo de una realidad a la cual me niego.
Aún recuerdo, creo, como llorar. De vez en vez lo hago, tan sólo por no perder la costumbre. Lo cierto es que no tengo motivos para hacerlo. ¿Que clase de masoquista seré si he de querer un motivo para llorar? ¿Que clase de idiota seré si un aliento tuyo pasa enfrente de mi ser, buscando ser capturado entre mis manos y mi boca, esperando no ser atrapado?
Aún puedo recordar cómo era derramar sangre, antes de este prolongado letargo. Tu boca me indica que busque, mi corazón obedece, mis sentidos entorpecen, mi motivo se oscurece. Tu boca ríe, y yo con ella, pues tanto el cielo como el infierno me han sido prohibidos, te resulta divertido. El sarcasmo y la honestidad se han fundido en una carcajada. Clava, gira y retira el cuchillo.
Morfeo me llama a su palacio. Asisto a la cena de gala, y antes de sentarnos a la mesa, presenta al invitado. Un rojo hermoso cubre tu cuerpo, y una espada de plata empuñada con maestría me apunta. Puedo verte deseando con anhelo mi último lamento, el cual tomas con una estocada. Morfeo contempla, se burla contigo, y me echa de su casa. Mi nariz sangra, todo ha sido un sueño. Recuerdo haber muerto por tu mano, asustado, pero complacido con la belleza del acto, y la belleza de la actriz.
Pero, después de todo, un recuerdo no es suficiente.
Me gusta el nuevo look del blog. Y ahora me dirás, lleva así mucho tiempo... pues menudo despiste tengo entonces... lo dicho, así impacta más.
ResponderEliminarUn saludo!
wow!!! veo que me he perdido muxo de ti!!! Pero ya me pongo al corriente!!!
ResponderEliminarSuper cool escenario para desarrollar esta historia, saludos, Roger
ResponderEliminar