12 de octubre de 2008

Despertar fugaz

Rómulo no le hacía justicia a su nombre. Era horrible. No sabía cómo aún después de seiscientos años de vida independiente y errante no se había podido cambiar el nombre, incluso si por decisión propia no hubiera nadie que lo recordara.

Se había exiliado de todo contacto humano, vampírico e incluso personal, pues pensaba que ya lo conocía todo de pe a pa. Típica resolución en un vampiro, y más cuando no tiene a nadie, ningún tutor ni maestro, que lo guiase por los senderos de la bellísima oscuridad que tanto aborrecía en ese entonces. Su creadora, pues, lo "parió" para dejarlo a su suerte, sin dejar santo ni seña ni nombre, fue producto de un antojo mal cuidado, un ser que no deseó venir al mundo y por eso no deseaba que el mundo lo penetrara a él.

Pero eso no justificaba que no saliera al mundo a cazar. Era tan gruñón que el hambre sencillamente lo acuchillaba por la garganta, y más después de una hibernación que duró más de cincuenta años. Se levantó de su recinto en las catacumbas de un viejo cementerio con un sobresalto más que ridículo y emprendió una caminata nocturna de reconocimiento.

No sabía donde se encontraba, no lo sabía ni aún después de haberse bebido a medio pueblo antes de dormir. No se fijaba en pequeñeces, decía, excepto el hecho de que sabía que era sábado.. El muy tonto buscaba soledad, pero la soledad acarrea dolor consigo, dolor que buscaba solventar con conocimientos "que valieran la pena", o sea, ninguno (para alguien tan pedante, debo decir). La vida le parecía irrelevante, la muerte espantosa y, por tanto, la existencia aburrida.

En su inspección de medianoche por las calles aún sin pavimento de la localidad, vió sólo ebrios gastando sus cervezas dentro de ruidosas camionetas (que, como descubriría despues, es una práctica usual en los pueblos pequeños de México) y prostitutas gimiendo por ayuda, por supuesto. Tódo le parecía a Rómulo deplorable y escandaloso. A un vampiro normal esto no le debería alterar siquiera la respiración. Sin embargo, el era así, incluso en vida auténtica.

El alumbrado eléctrico guió su camino a una nueva avenida principal, tan sola como su guarida en el cementerio. Después de caminar unos cientos de metros y aumentar gradualmente el hambre, se encontró frente a una iglesia. Era obvio que se trataba de una, por la inconfundible cruz de vitral que portaba el edificio de dos pisos. Pero el estilo arquitectónico era, enervantemente, de buen gusto. Concreto perfectamente homogéneo y sin brumos, ángulos tan filosos como débiles los colmillos del buen Rómulo. Juraría que se trataba de brutalismo. Pero Rómulo sabía poco o nada de arte. No le importaba, en realidad, cómo se conjugaban las enormes bancas barnizadas con la cerámica del cristo que le dirigía una mirada de misericordia conforme él abría las puertas y caminaba al centro del lugar.

Era una oportunidad perfecta para saciar esa sed acumulada. Se escondió en uno de los confesionarios, al fondo detrás del altar,  y después de tomar prestada una botella de vino de consagrar, se echó a esperar (erróneamente dicho "a dormir"). Cerró la puerta y se colocó la boca de la botella en su boca, dosificando el licor, con un cálculo tontamente correcto.

Al fin dieron las seis de la mañana del domingo. Rómulo no se percató, sutilmente borracho, de las tres llamadas de las campanas ni de la inevitablemente ruidosa entrada al recinto de los feligreses, sus feligreses. Abandonó la botella en la cabina y salió de ella como si el asiento estuviera realmente caliente. Con su supervelocidad, característica de él, cerró todas las ventanas y puertas, excepto la principal (para dejar que más gente entrara) y empezó a servirse de carnes y sangres de todo tipo.

No era la primera vez que Rómulo se atascaba tan asquerosamente de alimento. Lo cierto es que el muy maldito no tenía llenadera, ni capacidad de decir no, por muy fea que supiera su víctima, por muy asquerosa que fuera su mente. Toda la comida, incluso la echada a perder, tenía cabida en el torrente energético del vampiro.

Pero esta vez, una especie de pedantez lo invadió desde lo más profundo del intestino grueso. Era insoportable. Sabía que tenía que pasar, pero no sabía cuando ni porqué. Era que, simplemente, nunca había devorado a toda una comunidad, y menos cristianos, y muchísimo menos de un pueblo pequeño. Ahí estaba el detalle. Él, como buen ser de oscuridad y tolerante de luz, cometió el error de no clasificar, elegir y balancear su comida por sus caracterìsticas, es decir, color, sexo, salud, fortaleza, y lo más importante, poder mental.

Tenía, pues, una indigestión. Había comido mucha comida chatarra, bien cocinada, muy bonita, y NADA NUTRITIVA. Se empezó a sentir mal, empezó a marearse entre el malestar y las imágenes de cuerpos secos, amontonados y destazados que él mismo había generado, se paró en frente del cristo, y sin más cuidado terminó por vomitar.

Una enorme estampa de sangre escondía el rostro de cristo, el blanquísimo mantel en la mesa del altar, las licoreras, los cirios y hasta el dibujo de una portezuela de madera en el suelo que conducía a un túnel secreto se habían difuminado en un rojo psicodélico.

La mejora que le produjo el vomitar le hicieron abrir una sonrisa de alivio, que se vió iluminada por un sol mediocremente radiante, entrando por la puerta principal de la iglesia. Rómulo, furioso por la quemazón del sol, volteó hacia la entrada. Pudo percibir una silueta bien estilizada, perfecta, y una mente tan dedicada a la contemplación como a la crítica.

- Otro mediocre pedante que se esconde para saciar sus necesidades. ¿Ahora quién limpiará tu vómito, si no dejaste a nadie?

Conforme se acercaba caminando, su rostro no tan hermoso y sus ropas de prostituta se hicieron presentes ante los ojos lastimados de Rómulo. Según podía leer en su mente, se trataba de una brillante prostituta, ninfómana, culta, sádica, perversa, deseable.

Leer su mente era para él como lo es para un humano oler una carne asada y condimentada en tiempos de hambre. Sublime. ¿Qué queda en esas circunstancias, donde todo está facilitado y reducido a "tomar y consumir"? Empezar, solamente. Acercarse al objetivo, despacio y firme, cortando el aire y degustando de él, usando el tiempo eficientemente, acrecentando la espera y disminuyéndola a la vez.

La prostituta, inmovilizada, le dijo a Rómulo con esa sinceridad ametrallante y directa que caracteriza a las grandes mentes que no tienen nada que perder:

- Créeme, papito, soy demasiado para tí. Morirás conmigo.

Rómulo, cegado por el deseo, y alterado por la vomitada que lo dejó seco de nuevo, se limitó a mirarla a los ojos y, con ternura, acribillar su cuello de mordidas para que salpicara. La abrazó con fuerza para que el chorro de sangre se disparara directo de las heridas a su boca. La furia y el éxtasis eran tan crudos, tan impulsivos, que el cadáver terminó fragmentado por los brazos de Rómulo. EL hambre se había saciado al fin.

La bestia, saciada y con suficientes fuerzas, sacudió sus ropas de cuero y prosiguió con una caminata bajo la ahora comodísima luz del sol.

Sin embargo, una asfixia se empezaba a apoderar de él. Se sentía eufórico, como cuando en vida comía esa extraña planta que le permitía hacer música. Pero la asfixia era insoportable. La prostituta, eso era, demasiado de lo bueno. Un manjar que no se dió tiempo de degustar y ahora lo había envenenado.

Rómulo se arrepintió de su acción atrabancada e inmadura.

Sin embargo, cuando se vió a si mismo caer de rodillas y pulverizarse bajo el sol, era demasiado tarde.


6 comentarios:

  1. Al!!

    Como has estado amigo?? Yo con una carga de trabajo impresionante pero ahora que tuve un ratico libre pase a leerte y como siempre me llevo un excelente sabor de boca.

    Saludos,

    www.bebiendotusangre.blogspot.com
    www.cuentosmitchologicos.blogspot.com

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  2. Hola Al hay fiesta de cumple!!! pasa por mi blog tengo la invitación...Paso luego con calma a leerte.

    Besitos

    Marisel

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  3. Rómulo el vampiro que no le importa a quien se chupe. sin distiguir nada, solo con el fin de satisfacer su necesidad.

    Vaya!!! se me figura como los políticos que les importa poco como obtengan beneficios, pasando sobre quien sea, hasta que alguien se los cobra.


    Excelente relato Al hrrera.

    Un abrazo.

    María

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  4. Se enveneno con la prostituta, eres muy original, sacas unas historias fascinantes, y esta, la he disfrutado, al menos Romulo estaba advertido, jejje,

    un gusto leerte, roger

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  5. Como siempre, originalidad hecha sangre.
    Me ha encantado, pero ya es costumbre.

    Cuidate.

    Gracias por pasar por mi pequeño hogar, aun cuando parecía más un cementerio que otra cosa.
    Tal vez otra oportunidad sea más alegre.

    Besos

    The Wolf

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  6. Y realmente me removió. Y con respecto al nombre de tu blog... Totalmente de acuerdo... Ya me acostubré a sufrir, no quiero más que esto para mi vida...

    Un saludo grande!!!

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