Este sopor se ha prolongado tanto. Es parte de la vida diaria.
¿Qué cabeza sana se permite semejante atrocidad,
de acostumbrarse a la inercia?
Es tan frustrante que eventualmente dejó de doler.
Sé lo que quiero de mi vida actual. Pero sé que no quiero mi vida actual.
Y no sé que clase de vida realmente quiero, pero sí se lo que no quiero.
Creo que simplemente me cansé de adaptarme.
Más bien, me cansé de tener que adaptarme.
Es un dolor sordo, no lo suficientemente suave como para permitir pensar,
ni lo suficientemente fuerte como para querer terminarlo,
para querer terminarme.
Solo es estar ahí, justo en medio,
esperando a que la corriente me arrastre hacia alguna orilla.
Sólo es imaginar las orillas, porque aquí en el centro
ocurren tantas cosas que la insensibilización es un hecho.
No siento nada. Nada excepto este aturdimiento.
Habiendo cosas más sutiles, pero más satisfactorias,
no puedo percibirlas. Tengo la lengua escaldada.
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