6 de diciembre de 2008

Adorable necrofilia

Te extraño, amada mía.

Extraño esa mirada coqueta y penetrante. Esas manos de monja dedicada por completo a la cocina. No preguntes porqué la metáfora. Ese intento de vientre plano, tan fodongo e hipócrita como cualquier mujer de tu edad, tan excitante como cualquier mujer de tu edad. Tu cabello deprimido, desaliñado, maltratado, intentando alcanzar el suelo. Tus labios partidos por el frío, tan sólo humedecidos por esa expresión que el deseo suele conseguir. Tus piernas flacas y firmes, tiernas como trasero de bebé.

Extraño el descaro con que me sonreías, tus palmadas de desapruebo en mi cabeza cuando te contaba un chiste tonto, o tus caricias hipócritas cuando te contaba mis penas. Extraño la última lágrima que alguna vez deseé ver, extraño tus penas y tus idioteces, que para mí aún ausente siguen teniendo sentido.

Extraño el vaivén de tu cuerpo en el aire, meciendote como un péndulo que no oscila, un péndulo que no sirve... pero lleva ritmos frenéticos dentro de sí. Extraño la más podrida de las uñas de tus pies, la firmeza de tus pulgares sobre mi vientre cuando intentabas lastimarme, aún cuando fingiera dolor.

Pero, a decir verdad, extraño más tus gemidos. Nunca me importó si eran de dolor, de placer, de hastío, de júbilo o simple voluntad. Nunca me importó si era el sonido de mi pene embistiéndote, chapoteando entre tus nalgas, o el sonido de mi taladro jugueteando con la carne de tu brazo. Nunca me importó si era el dolor de las cuerdas baratas, asiéndote desde el techo de mi habitación, o eran mis dedos palpando todo lo que encontraban en el camino entre tu entrepierna y tu boca.

Nunca me importó saber si tus gemidos provenían de ese transformador de corriente, cuyo efecto paralizante compartían nuestros cuerpos a través de nuestros fluídos, o de la impotencia de saber que tu acelerado corazón expulsaba lentamente toda tu sangre por tu femoral izquierda, mientras yo me divertía dandote toquecitos eléctricos con mi lengua sobre tus oídos.

Nunca supe saber si tus gritos, olorosos a inanición, eran una señal de deseo, como el que yo te profesaba, o era el preludio a tu indeseada muerte. Muerte que, siendo sinceros, ninguno de los dos estaba dispuesto a evitar.

Nunca supe si tenías la suficiente energía para sentir ese último orgasmo, esa última presurización de tu vientre que terminó de transmitir tus últimas gotas de sangre a tu constipada vagina, si aún quedaba oxígeno en tu cerebro para sentirlo, aún si ya había bloqueado el flujo sanguíneo hacia tus extremidades, para que no perdiera el tiempo buscando...

Sin embargo, yo si lo sentí. Contracciones débiles, pero contracciones al fin.

Sentí tu última exhalación en mi oreja, mientras te abrazaba, mientras te cabalgaba, mientras bañaba tu espalda con la sangre de tu pierna, mientras sentía lo aterciopelado de la sangre seca entre tu piel y la mía.

Sentí tu último intento de grito. Ha sido el sonido más melodioso y ensordecedor de mi asquerosa vida.

Pero necesito más que ese último trapo con el que limpié tus genitales y tus labios salivosos.


Te extraño.


 
Ella es Gabriela de la Garza

5 comentarios:

  1. impresionante relato!!!! extrañando despues de todo eso???

    Por cierto, no ha contestado tu mi pregunta...

    eras tu en ese programa o no????

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  2. Hola Al ....un relato que te deja con muchos sentimientos y deseos encontrados, pero como siempre tus letras muy buenas.
    Ya extrañaba tus visitas a mi blog...gracias por pasar, deje para ti en el slide una tarjeta de navidad, llévala.
    Un beso
    Marisel

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  3. Periplo muy especial sobre la geografía sexual de una pareja asíncrona que trata de huir de la rutina. Me gusta mucho la imagen, y la encadenación del texto....muy valiente...un abrazo de admiración de azpeitia

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  4. Periplo muy especial sobre la geografía sexual de una pareja asíncrona que trata de huir de la rutina. Me gusta mucho la imagen, y la encadenación del texto....muy valiente...un abrazo de admiración de azpeitia

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  5. Una forma de escribir sin igual.


    Un abrazo Al Hrrera.



    María

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Sea usted libre de escribir lo que quiera en este espacio. No busco que mis lineas le gusten, sino que remuevan sus sensaciones...