No es que mi mundo de vueltas eternas, mientras mi mente está estática, procurando tu vista, anunciando mi deshaciente anhelo, buscando robarte el alma y comerla a versos.
Tan sólo es el síntoma, la adicción obvia, que se vuelve incontrolable al haber probado el más mínimo bocado de tu pensamiento, que se extiende a tus venas, a tu carne, a tu piel.
O lo es todo, todo a la vez, mientras el frío de la ignorancia me cobija, y el calor más sofocante te desnuda, y no es mi alma tan sólo, sino mi cuerpo entero, adoptando la forma y la figura tuyas, que quieren buscar paz, y luego guerra, mucha guerra, tras las estelas de tus yemas, tras las bengalas escandalosas entre tus muslos, donde quiero asesinar todo el silencio que existe, y hacerte mi instrumento de genocidio, donde toda la decencia y buen gusto que quedase en este mundo, todo, pereciera, tras nuestras fricciones.
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