Esta vez es distinto. Tu lo sabes, el hambre pesa. El hambre se carga. No es un incentivo exclusivo al cuerto. Pero esta vez es distinto. Esta vez... te abrazo, y la necesidad de torturar se marcha. Y no la extraño. ¿Verdad que la necesidad de amar, de odiar, incluso de ser indiferente, verdad que todas esos improperios mentales se extrañan? No para mí. Ya no.
Cuando empiezas a leer, y cuando te topas por primera vez con esos poemas que dicen "ligero como una pluma, volar como un ave"... todas esas cosas te parecen cursilerías, a menos que estés tremendamente enamorado. Y ahora entiendo auténticamente de donde vienen. Sentirse mal por amar, sentirse mal por no amar. Ese parásito que te obliga a que el corazón palpite a una velocidad distinta de la normal, siempre, porque sí.
Se ha ido.
Siempre que tomaba una decisión realmente importante la tomaba porque no tenía nada que perder. Pero claro que tenía algo que perder. La sensación de vida. El pavor de hablarte. El dolor de no hacerlo. Siempre había algo que perder, algo valioso, algo que creía valioso, algo que creía que creerías valioso.
Se ha ido. Por fin.
Y, contrario a lo que pudieras pensar, esto ya no se trata de insensibilidad. Ya no me siento como un monstruo escondiéndose de las personas. Honestamente, y esta vez de verdad, me importa una mierda.
Mi alma es negra. Mi corazón, café. Mis ojos blancos y mi mente amarilla. Soy como bilis andando, esperando a mezclarse con otros humores. Verás, amar es una actividad muy desgastante. Amé mucho. Y me hice jirones. Sólo tenía que recuperarme. Como lo tienes que hacer ahora si quieres salir de tu encierro.
Claro que a veces duele. Es lo que pasa cuando te rompes los huesos y sanan. Pero... meh.
¿Amamos de nuevo?
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