3 de octubre de 2015

Invotos



Y el tiempo se escabulló, en suspiros, en transpiraciones.
Y, como todo, tan solo... transcurrió.
Evocando esa alegre noche
donde el júbilo se equiparó al éxtasis,
donde el placer pasó a ser divino,
y la gracia permanente de tus ojos
aún perfumaba mis pensamientos.
Fue un acto sublime, diría que onírico,
pero aún puedo perfectamente palparlo.
Tus palabras entretejieron los votos
del deseo auténtico de dos almas.
El velo terso de noche de agosto
nos protegía de las banalidades,
de las mentiras y las preocupaciones,
de la ignorancia de nuestros seres.
Tu lengua perfecta trazaba el hechizo
que rasgaba, a pasos firmes, precisos,
el turbante lúgubre de mi cabeza.
Y mi cabeza vio un poco de luz.
Y, en mi calidad de ser nocturno,
testigo de tanta clarividencia, por vez primera,
me rehusé a penetrar la piel, la carne,
que el jugo de tu vida me permitiera.
¿Cómo iba a imaginar que la luz más blanca
de mentiras también se constituyera?
¿Cómo no me pasaría por la mente
que por eso mismo pudiera soportarla?
Cómo me arrepiento de no haber bebido
hasta la última gota de tus plausibles venas,
pues tus montes y cuencas eran todas tangibles,
pero tus historias eran tanto inciertas.


29 de septiembre de 2015

Ya vete


Me quedo con lo bello, lo que parece eterno. Lo que me hizo salir del abismo. Me quedo con la forma tan magnífica de tus labios sobre los míos, de tu pecho sobre el mío. Me quedo con los momentos felices, tan vibrantes que poseían luz propia. Me quedo con los momentos tristes, e incómodos, que nos hicieron crecer un poco más, poder asomar los ojos sobre la nada. Me quedo con la dicha que tu aroma me daba, que aunque finita, era inmensa. Me quedo con la gracia de tus cabellos sobre mi rostro, perfumados de miel, de sol, de trabajo duro, de letras forjadas. Me quedo con la fotografía de los ojos más hermosos, recuerdo inmejorable de que todo es relativo. Me quedo con el hallazgo más importante de mi vida, el del amor, el que se da, el que se recibe, el que es incondicional, y el que espera reciprocidad también. Me quedo con todas esas tardes y noches alcohólicas, donde las mentes se relajaban y empezaban a divagar sobre los misterios, los verdaderos misterios de la vida. Me quedo con el sabor de tu piel, a veces tensa, a veces quieta, a veces el mar de feromonas que mi ser necesitaba. Me quedo con el tacto de tu sudor, con la esencia de tu sexo, con el vapor de tu pecho, con tu respiración tambaleante. Me quedo con las fotografías todas, de las que he borrado su existencia física, pero jamás de mi cabeza. Me quedo con todos esos "te amo"s, los que dí yo, al menos, en los que lo dí siempre todo de mí. Me quedo con todos esos "te amo"s que salieron de tí para mí, pue aunque no todos fueron reales, valoro el coraje que debiste tener para decirlos. Me quedo con todos esos sueños, hermosos, deseables, que no eran míos, pero los adopté como tales, porque los creí nobles, porque los creí con propósito, y porque aún los siento. Me quedo con el ímpetu de tus acciones, con la ferocidad de tus convicciones, con la decisión de tu mirada. Me quedo con el ser que fuiste. El que dejaste eventualmente de ser. El que algún día serás por siempre, sólo que lejos de mí.

Me quedo con el gusto del saber que, en algún punto, en algún tiempo, lo fui todo para alguien, por años, por parpadeos, la verdad es que el medir el tiempo no importa.

Pues duraste lo que tenías que durar.

7 de agosto de 2015

Gris suave

  • ... deseando ser uno con el éter, esfumarme de este mundo, ser parte de la nada, y así ser parte de todo
    quiero formar parte de todo aquello que amo, de las personas, de las ideas, de las cosas y de las amantes
    fundirme en la nada, y que la nada me añore
  • vivir seductoramente entre los vientos del norte hacia el sur
    blandirme en el vuelo con las aves, simulando ser libre, simulando un poco, un poco de fé
    traicionar lo divino con un efecto de Schördinger
    ser paz y tierra, fuego y tempestades
    destruir todo lo que toco con mi luz
    violar mi propio propósito, que es no tener propósito, y en el desdén del caos, no amar jamás otra vez

18 de julio de 2015

Voluptofagos

Quiero ser chocolate. 
Cómeme, quiéreme. 
Quiero ser la fantasía de tus labios, 
la textura de éstos al siquiera pensarme. 
Cómeme de a poco y de a mucho también, 
lame mi cuerpo entero 
y llena tus dedos de mi. 
Quiero que sucumbas a fundirte conmigo, 
nutrir tus fantasías, 
mojar tu entrepierna, 
volverte café. 
Untarnos de crema, 
mezclarnos con un sorbete, 
y bebe, bebe del elixir, 
tu sudor y mi esencia, 
el cáliz de utopía 
que a los sentidos  
es tan real.

8 de julio de 2015

Máscara


Deseo tanto poder seguir tus pasos.
Vida nueva, aspiraciones nuevas,
y porqué no, amor nuevo.
Llevar tu ejemplo de dicha
y gritarle al mundo
no el júbilo de mis ojos,
ni mis logros trascendentales,
sino la máscara, pedazo a pedazo
que cubre todo mi desencanto.
Que brote todo, salir desnudo,
pasar el frío de la cruda vida,
pero sentir, al final,
sentir.
Deseo tanto esconder mis miedos,
mis demonios y mis fracasos.
Borrar toda mi vida, mis amigos, mi familia,
y buscar otros incautos y vagos
a quienes mostrarle mi pulcritud.
Ser inmaculado a los ojos de nadie,
que ni el dolor se permita crecer
mientras sea mi boca que lo pregone,
pues el auténtico dolor no se lleva en la piel.

14 de mayo de 2015

Tanatología práctica


Llevo, si la memoria no me falla, desde el año 300 muriendo. Las pestes, el ébola, el escorbuto, cantidades incesantemente asombrosas de infecciones respiratorias, heridas necrosas, tétanos, la lista sigue y sigue. Siempre un distinto cuerpo, pero siempre la misma conciencia. Al menos a priori, no se me ocurre alguna enfermedad que no haya probado. Incluyendo sus dolores, sus consecuencias. Incluso las personas que siempre rodearon mi vida de alguna manera, me vieron como un desadaptado social. Cuando mi mente tomaba control de sí misma, cuando era niño o adolescente y los recuerdos de mis vidas pasadas tomaban presencia, el placer de vivir me parecía francamente distante, y el nuevo interés que me perturbaba era explorar por explorar, con, debo decirlo, el franco afán de contraer alguna enfermedad, experimentarla, y finalmente, morir.

Pasaron los siglos, más pronto para mí de lo que a una persona normal. Despues de todo, las primeras veces que tomaba nota de mi propia muerte decía "sí, he de volver a empezar". Luego de unas cincuenta veces, más bien es un "¿en qué me quedé?". Llegaron los 1800, y la ciencia y la tecnología se desarrollaban a velocidades impresionantes. Algunos siglos atrás morí por complicaciones del VIH, una terrible neumonía que me dejó tirada en cama (esa ocasión reencarné como mujer) hasta el fin, y la vez siguiente quise recontagiarme e intentar una variante distinta, llevar una vida normal, y que el curso natural de la vida moderna me aniquilara. No pude siquiera contraer el virus, y por desespero opté por beberme una lata de insecticida. La agonía que sentí fue particularmente distinta.

Sin darme cuenta, y al acabarme eventualmente las enfermedades, comencé a buscar cada vez más formas de autoinflingirme esas sensaciones. Una vez me metí a propósito con la esposa de un militar, y ambos, ella y yo, recibimos tiros de gracia por parte del cornudo. Una vez tuve deudas de juego con una mafia italoamericana al enterarme de que ejecutaban a sus deudores poniendo bloques de cemento en los pies y luego echándolos al río Hudson. En realidad sólo me apuñalaron, así que en mi siguiente encarnación lo hice por mí mismo. Una vez me convertí en un exitoso ingeniero en telecomunicaciones, tan sólo para viajar al espacio e inmolarme saliendo a hacer una reparación al casco de mi transbordador y desactivando el soporte de vida. Fue gracioso sentir el flujo sanguíneo por mis ojos, hirviendo. La literatura de la época es bastante inexacta, mi cabeza nunca explotó.

Y, desde hace un par de décadas, la encontraba a ella.

Ahí estaba, rondando mis entornos. Yo era un escolar, y ella era alguna administrativa. Yo era un suicida frustrado, y ella era la paramédica. Me convertía en un agente de bolsa, un poledancer, un aritsta de electrotribal, en Wallstreet, en Jumeirah, en Tijuana, y ahí la encontraba, embebida en algún papel de alta ejecutiva, a veces starfucker, a veces performer, a veces tan sólo ama de casa. Y siempre, momentos antes de morir, casi siempre por el método de mi preferencia, se presentaba ella. Y no reparaba en quién era hasta que ya era demasiado tarde. No importaba cuán distinta fuera su apariencia cada vez, a veces con cabello ondulado, a veces tan lacia que la luz del Sol o del Helios artificial, dependiendo del planeta en el que hubiera nacido, cegaba mis ojos. Y, como alma solitaria, nunca había reparado en la compañía. ¿Saben? Me casé como 40 veces en toda mi existencia, que tenga memoria. Siempre era sólo sexo, un trabajo aburrido (por el cual la mayoría de las veces me suicidé in situ) y la natural degradación física del cuerpo. Pero cuando empecé a reparar en esa mujer de piel morena y de ojos vivaces, nunca había reflexionado en que podía tener siquiera una amistad con alguien más allá de mis episodios mortuorios.

Y pude notarlo, la última vez que fallecí me estrellé en un planeador electromagnético contra una torre troncal de telecomunicaciones LED que daba con algun planeta cercano, no me interesa cual. Al hackear el escudo de plasma que lo protege de la fauna silvestre para poder entrar, ella estaba ahí. Con movimientos muy fugaces, muy limpios y silenciosos. Pero mi biolocalizador la percibió a algunos metros de mí. Capturé vídeo alrededor mío con mis lentes de cincuenta mil imágenes por segundo, y mi servidor personal me alertó de la detección de un rostro. Pam, ahí estaba ella, con esa impetuosa mirada de vigilia.

Cuando sacaron mi cabeza y la separaron del cuerpo con el fin de resucitarme en un soporte artificial, la pude sentir. Mis ojos estaban literalmente asados porque las pupilas biónicas de amplio espectro se adhirieron con el alto voltaje y el fuego. Pero podía sentirla. No sabía que esas habilidades sensoriales podían viajar conmigo de cuerpo en cuerpo. El procedimiento estándar de resucitación es transplantar tu cerebro a un cuerpo biomecánico, en lo que el real es reparado o clonado. Sin duda lo podrían haber logrado. Pero estoy en el limbo en este momento, por lo que casi puedo asegurar que ella asistió mi muerte.

Y es que ahora tengo tantas ansias por conocerla. A veces creo que soy uno de su especie. Podría ser inmortal en cuerpo también, en tanto que mi alma permanezca en dicho cuerpo. Pero siempre he mudado, de tiempo, de forma, de género. No me ha interesado conservarme en alguna forma en particular. O quizá ella es una de esos seres llamados vampiros, o un regenerador, o un androide bastante persistente. Puedo, sin embargo, sentir su inteligencia. Y me intriga.

Creo que estoy a punto de reencarnar. Ha llegado mi momento. Corporalmente esta sensación es como de extremo frío, pero indoloro, y su consecuente separación del espaciotiempo, antes de sufrir la aún más agobiante sensación de nacer.

Pero te aseguro que la próxima vez que el adelanto tecnológico de moda sea mi arma suicida, aprovecharé mis últimos momentos para preguntarle quién es, y porqué es que me sigue. El morbo de morir incesantemente está desvaneciéndose poco a poco, porque ahora, créeme, tengo tantos deseos de platicar con alguien.


Fotografía por Johannes Winger-Lang

21 de enero de 2015


eres
delicioso
desespero
humedo y silbante
atacante
desde los pies
me estremezco
al sentir tu desliz,
tu reptar
desde lo mas bajo de mi ser
hasta lo mas sublime
(si lo hay)
desespero
es tu nombre
lo se muy bien
pues lo he escuchado
versado cual poesía
cuando tus manos
funden el halogeno
para cortar mi pecho
y acceder a mi corazon
te juro, desespero
que no es una manzana
aunque si puede ser
un aliciente
si lo sabes morder
y manchar
tus labios
y lamerlos
con tu nombre