Tengo diez mil noches
que vengo aqui, solamente a postrarme,
No me quedan reverencias,
sólo paciencia, para esperarte.
Eliges no mirarme aún,
tan humana, tan exquisita,
he aprendido a disfrutarte,
disimulo, cada que pasas.
Pero un buen día, cederás,
y subiré a tu nave, de un brinco,
me nombrarás cada estrella,
y yo aprenderé, como infante,
con tanto tiempo por delante,
para sentir, para amarte,
y cuando ya no me quede
nada más que ver o imaginar,
en tu velo seré cresta,
seré valle, seré oscuridad.