Cuando esta vida ya no tenga nada que mostrarme,
cuando ya no tenga yo nada que ofrecerle,
partiré, de un salto, hacia el multiverso,
para ser testigo del absoluto fin.
Llevaré música y poemas, memorias mortales
de cuando hiciste mi alma sentirse eterna,
aunque nuestros momentos fueran tan lejanos,
los pregonaré a lo largo de mi fina trayectoria,
donde el amor aún no ha sido conocido,
rasgando el universo, hiriéndolo de vida,
y cuando no haya más que compartir
los cubriré de la radiación de la nada
con una capa de fractálico terciopelo negro,
curtido de una colocasia esculenta.