Hay un color allá afuera. Es un color distinto.
Me gusta llamarlo azul espacio.
Porque es inmenso. Y es gélido. Y aún, apasionante.
Me ha estado inundando los ojos, y vaciando la mente.
Es sólo que ayer me importaban tantas cosas.
Y aún así, me era difícil sentir.
Y hoy, que bien podría largarme para siempre
y no ser extrañado,
sobre ese azul espacio, cual lienzo bien estirado,
puedo ver todas las manchas, todas las pinturas,
los rastros de gente como tú, quien lees,
y como tú, quien me ignoras,
y puedo sentirlas todas. Ataviarme del cliché
de ser uno con el Universo.
Ahora que no siento nada,
que no tengo nada mío por dentro,
puedo sentir lo que otros.
Y no dejo de asombrarme
que habiendo elegido dejar de emanar dolor,
sigo percibiéndolo por todas partes.
Qué tan superfluo me he vuelto hoy día,
que por muy hermosa que sea la pintura,
prefiero el feo tablón que la sostiene.
Siendo ser de ciencia y de lógica,
uno puede darse esos lujos.