31 de octubre de 2018

Play me


Sígueme un momento, al clavicordio.

¿Lo notas, no? No es melancolía por un sentimiento. Pero sí por una época.

Ese es quien soy yo. Otro tiempo, preservado en éste. No mejor ni peor que otros. Sólo distinto.

He matado tanta gente, tantos poemas, tanta música, tantos retratos. Todos se han ido. No muchos más o muchos menos que este lugar.

Síentate. Siéntate un momento. Siente las teclas. Dejé de ser tiempo y ahora soy lienzo. Píntame.

Ya puedo sentir tu métrica. Tus pulsaciones. La melodía, en forma de clavo y en forma de caricia. Se quedan, se quedan ahí. Ya puedo sentir cómo no se irán.

Y ahora que mi timbre te define y tu pieza me define, seamos inseparables, por algunos seis minutos. Explora todo, explora a dos manos. Haz temblar el aire, ahuyentar los fantasmas que alguna vez hicieron porquería los sentimientos de alguien.

Quizá para hacerlo de nuevo.

Pero no, no me cuestiones. Sólo obedece. Ya has empezado. Termina, y termina bien. Esta tarde copiosa y llena de emociones guardadas no soy inerte. Soy instrumento, y soy instructivo. Soy tiempo y soy esencia.

Y si has de repetir a quien estuvo antes que tú, entonces dalo todo de tí. Haz que valga la pena. Antes que el golpe de las virutas de tus dedos, al percutir el marfil, exhale la última de las gotas de tu alma.

Y me olvide de tu nombre. Pero no de tí.