Miro, al cielo, miro tus ojos.
No es justo, a veces me digo,
pensar siquiera en que me acompañes
a este mundo, donde ya no hay
sombras que te protejan...
sólo furia y sangre, teñidas de escarlata,
sangre hermosa que puede aliviar
cualquier dolor, cualquiera,
a cambio
de restituirla, por la tuya,
cada gota por una de tus arterias.
En este mundo, teñido en caos,
donde el morir y el vivir es natural,
donde ríos hermosos de plasma
guían hasta el corazón de la pasión,
el corazón que nunca muere,
el que es más grande que el amor...
en este mundo yace mi alma,
navegando con todas mis fuerzas,
pues ese corazón es mi destino,
pero el río sopla, sopla contra mí...
y no importa cuantas veces coma
de ese fruto tan nutritivo,
mi hambre tan sólo crece,
mi alma perece sin consuelo,
pues parece que en ese gran fruto
tu reflejo dice que estás ahí...
a veces es tu carne, a veces es tu arte,
a veces son sólo terribles ganas de odiarte,
pero nunca, nunca, nunca es suficiente...
Tu anhelas el azul frío, yo cazo el rojo ardiente.
Yo quiero andar mil veces en el camino de fuego,
pero temo mucho que no puedas acompañarme...
pues no hay retorno, te aseguro,
estas aguas son adictivas,
no podrás alejarte de ellas, ni con tu luz ni con tu fuerza,
y temo mucho que te canses zurcando contra marea...
No quiero que manches tus alas blancas
del rojo de mis batallas...
son de rojo indeleble, y aunque podrás seguir volando
aún muy alto, sentirás verguenza.
Quise escribir en este espacio una analogía al color rojo. Pude citar la sangre, la carne, los ojos vampíricos, el aroma de la muerte... Pero no. Este blog es rojo porque yo lo deseo. Eso debería bastar.
25 de abril de 2011
20 de abril de 2011
Súplicas a mi Amante
Llevo dias vagando en este desierto de luz,
en busca de tus preciosos ojos marchitos,
pues de tus sombras me siento tan ausente...
pues de tus uñas deseo sentir el filo...
Necesito sentir tu caricia en mi mejilla,
absorbiendo la última gota de mi vida,
Necesito sentir el aroma de tu sexo
reclamando degustar de mi semilla,
antes que tu hoz tome mi cuello
y como mantis inmole mi sonrisa...
Mi amada Muerte, te siento tan lejos...
para tí, este intento de poesía.
Imagen de Togusa
13 de abril de 2011
Reines Blut
Volaba, buscando sueños en el reino de Oneiros, sueños que robar
para entregártelos como tributo... tributo a algo que alguna vez
ví en tus ojos...
y mientras viajamos zurcando las hermosas sábanas de seda negras
de esta tierra infernal, donde todo placer es veneno,
me miras a los ojos, buscando venganza por un crimen
que francamente ya no recuerdo si fue tu iniciativa...
o mi descaro.
Vimos hermosas rosas negras, con el corazón tan rojo como el nuestro.
Vimos seres cayendo en la amargura de la pasión, incapaces
de tocar esas fronteras de las que ahora nosotros somos habitantes,
víctimas de la locura, del desenfreno, del amor, del sadismo,
de verte caer mientras te empujo al abismo,
mientras sentir tu mano asirme, para llevarme contigo...
Vimos armas de fuego acribillándonos con estacas plateadas,
nuestras almas destrozadas por el dolor, resucitando
una y otra vez, sin dejar de aferrarnos de la ingenuidad,
pues cada vez que intentaba acercarme, me asesinabas,
y cada vez que lo lograba, te asesinaba...
y sin embargo, seguimos vivos. Y muertos. Por infinito.
Ví tu corazón, tan ácido, tan amargo y dulce,
y yo me embelesaba de él, mientras sentía tus latidos...
y tus latidos eran música, y tu respiración era aire,
y yo bailaba y vivía embebido en tu ser, descubriendo secretos,
olvidándolos en ese dolor que también me compartías,
y recordándolos cuando entre mis manos te tenía...
Y despegué mis colmillos de tu antebrazo.
Aún estabas viva. Era, pues, perfecto.
Pues no es tu momento de morir, ni de vivir eternamente.
Deseo que vivas, mi preciosa víctima,
pues por tu vida es por lo que me estremezco...
hasta que me acompañes en este engalanado mundo de sombras,
o decidas engalanar tu propia partida.
Para N.
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